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Presentaron libro de Cristina Gómez Álvarez y Guillermo Tovar de Teresa

Documentan historiadores la ineficiencia y el letargo del tribunal de la Inquisición

Censura y revolución analiza tres décadas determinantes para el devenir de México

 
Periódico La Jornada
Sábado 21 de noviembre de 2009, p. 4

El tribunal inquisitorial de la Corona Española convirtió a los libertarios en herejes de la fe y combatió las ideas revolucionarias del movimiento de Independencia en la Nueva España, confirman los historiadores Cristina Gómez Álvarez y Guillermo Tovar de Teresa en el libro Censura y revolución: libros prohibidos por la Inquisición de México (1790-1819), publicado en Madrid por Trama Editorial, el cual fue presentado en el Antiguo Palacio de Medicina.

Los dos historiadores exhuman tres décadas claves para el devenir de México mediante los 28 edictos publicados por ese tribunal para la defensa de la fe, una lista de autores censurados, el catálogo de las 762 obras prohibidas y 40 portadillas facsimilares de algunos impresos. Es un libro único: aquí está el espacio de la subversión. Esta historia es de la censura de una institución que estuvo aquí, afirmó Cristina Gómez en el edificio que hasta 1820 fue palacio de la Inquisición.

Edictos con efecto búmeran

El volumen –presentado por el Consejo de la Crónica de la Ciudad de México, que dirige Tovar de Teresa–, se divide cronológicamente en tres partes: de 1790 a 1809 se destaca la censura al pensamiento ilustrado y la propaganda de la Revolución Francesa que comenzó en 1789; el segundo, de 1810 a 1815, cuando se intentó sofocar la propagación del movimiento independentista en México y las ideas de transformación; por último, el tercer periodo, de 1816 a 1819 abarca los últimos años del órgano inquisitorial, que finalmente fue abolido junto al Santo Oficio en 1820, un año antes de la consumación de la Independencia.

Censura y revolución: libros prohibidos por la Inquisición de México (1790-1819) documenta la ineficiencia y letargo del órgano judicial de la corona española, pues los impresos, panfletos y fascículos constantemente escapaban del control inquisitorial, por lo que los edictos más bien funcionaban como promoción de una lista de novedades prohibidas, coincidieron en señalar Laurence Coudart y Enrique González, presentadores del volumen en el solemne salón, donde se invocó el espíritu de fray Servando Teresa de Mier, víctima de la censura eclesial y a quien se culpó de las constantes fallas en el micrófono.

Manuel Ortuño, editor del volumen escrito en México y publicado en España, llamó a replantear la realidad, los retos y las esperanzas de ambos países. Sus historias no se pueden contar por separado, como demuestra el texto, ya que si se analiza la vida de los libros y la censura en el mismo periodo, se vivía el mismo fenómeno inquisitorial.

En medio de la velada para demostrar que si bien la censura es una constante, también es cierto que es vencida por el dominio popular, un grupo sonero interpretó canciones que fueron prohibidas dos siglos atrás y que aún se escuchan en Veracruz, como Los panaderos –que no es lo mismo que los panistas–, aclaró presuroso uno de los presentadores.