Opinión
Ver día anteriorViernes 20 de noviembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Penultimátum

Embellecimiento corporal lesivo

A

lejandra Guzmán no necesita que la presentemos ante los lectores. Hija de Silvia y Enrique, figuras emblemáticas del espectáculo, la cantante más prendida de la galaxia roquera mexicana es también personaje de numerosos escándalos de los que dan cuenta los espacios que en los medios se ocupan del mundo del espectáculo. Pero ninguno de ellos le ha mermado a la Guzmán popularidad y el cariño de sus fans.

Una prueba de lo anterior es el más reciente, donde su salud resultó afectada. No tanto como para fallecer, según dijeron algunos medios amarillistas, ni como para peregrinar en busca de ayuda al santuario del Santo Niño, pero sí para guardar varios días sus ímpetus en un hospital, asunto que en varios diarios disputó la primera plana al fallido paquete fiscal enviado por el licenciado Calderón al Congreso de la Unión.

El nuevo escándalo: Alejandra resolvió aumentar el volumen de sus nalgas recurriendo para ello a una de sus amigas más queridas, dueña de negocios para modelar el físico de la mujer. Valentina de Albornoz se llama y gozó de prestigio entre los famosos antes de que el tratamiento aplicado a la Guzmán mostrara sus inconvenientes y la afectara físicamente.

La señora Valentina de Albornoz funcionó exitosamente durante años como la hacedora del cuerpo bien moldeado, al gusto de quienes fijan el éxito histriónico no en el talento sino en las curvas perfectas, los senos y las nalgas como de Venus. Todo al gusto del cliente. Y al no defraudar a las que la buscaban en pos de ayuda, se hizo de amplia y satisfecha clientela. Hasta lo de Alejandra Guzmán.

Entonces se supo la verdad: los tratamientos cosmetológicos proporcionados en el negocio de la señora Albornoz estaban a cargo de personas que de ninguna manera reunían los requisitos exigidos por las autoridades de salud. De igual forma los productos utilizados en los tratamientos de belleza eran hechizos, destacando entre ellos la llamada vacuna antiedad. Y muchísimas irregularidades más conocidas gracias a las denuncias de otras personas afectadas por los procesos de embellecimiento corporal.

Esta columna de ninguna manera quiere convertirse en autoridad investigadora de los presuntos delitos de que ahora se acusa a varios expertos en cosmetología.

Sin embargo, advertimos que tanto Alejandra Guzmán como otras bellas, y no tanto, que ahora se dicen víctimas de tratamientos milagrosos, nada dicen y menos denuncian a las autoridades de salud federal y local, por ejemplo.

Éstas y otras dependencias oficiales permitieron, y todavía lo hacen, el funcionamiento de incontables y mal llamadas clínicas de belleza, y toleran la existencia de laboratorios donde se elaboran productos que afectan la salud.

Pero la justicia y la corrupción suelen romper la hebra por la parte más delgada.