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Marcos Miranda presenta nuevo disco en la sala Carlos Chávez

El instrumento es uno, el intérprete; no el aparato tecnológico, dice jazzista
 
Periódico La Jornada
Sábado 14 de noviembre de 2009, p. 6

A contracorriente de la especialización que se exige en el ámbito académico, el jazzista Marcos Miranda, fiel a ese ese género, es partidario de la libertad musical.

Una de sus principales formas para ejercerla es mediante la interpretación de una amplia gama de instrumentos entre los que fifuran los saxofones soprano, tenor y bajo; los clarinetes bajo, alto y contralto; el salterio; una flauta turca llamada ney, y la kalimba, piano de pulgar africano.

Todo puede ser un instrumento; finalmente el instrumento es uno, el intérprete, no el aparato tecnológico que se tenga en las manos, define el también compositor quien hoy a las 18 horas presentará su más reciente proyecto discográfico, Exilio y voces de soliloquio, en la sala Carlos Chávez del Centro Cultural Universitario (Insurgentes Sur 3000).

El material consta de una caja con siete discos compactos, grabados en solitario y sin edición. Cada uno está dedicado a un instrumento distinto, como resultado de una investigación realizada por Marcos Miranda en la que explora un vasto universo de géneros musicales que se funden sin alteraciones.

El volumen uno está dedicado al saxofón soprano; el dos, al saxofón tenor; el tres, al clarinete alto; el cuatro, al clarinete bajo; el cinco, al clarinete contralto; el seis, a la flauta ney y en el siete, titulado Otros instrumentos, aparecen el salterio, el kalimba, y el saxofón andino, entre otros.

Proyecto de largo aliento

Marcos Miranda hace una introspección y profundización en cada uno de los instrumentos que más toco, destaca en entrevista y, precisa, en términos del contenido las grabaciones en su conjunto abordan jazz contemporáneo en sus diversas orientaciones.

Hay mucha música de Thelonius Monk, quien ha sido mi obsesión los 15 años más recientes; también de Charles Mingus, otro de mis grandes gurús. De igual forma, incluyo piezas para meditar, algo como principios de música zen y sufi; obras que tienen que ver con John Cage y Steve Ray, y otras en las que abordo manifestaciones de música original o primitiva.

Exilios y voces de soliloquio es asumido por Miranda como un proyecto de largo aliento, por los años que requirió su gestación y grabación, un arduo trabajo que implicó meterse al estudio casi a diario desde 2004 hasta finales de 2006.

El título, en particular lo que tiene que ver con el término exilio, responde a la historia personal del multinstrumentista, quien se asume como un doble exiliado. Primero, cuando su familia debió abandonar su natal Bolivia para avecindarse en México por motivos políticos y, segundo, cuando determinó dejar el DF para instalarse en Cuernavaca.

“Es una iniciativa dedicada a mi padre. Somos exiliados políticos, de origen boliviano, aunque tengo la nacionalidad mexicana desde hace mucho.

“El exilio es algo que marca de por la vida. Es un castigo muy severo, pues te quitan tu tierra, tu razón de ser, tu identidad, tu tradición. Es un destierro.

Yo no era en realidad un exiliado político, sino un acompañante, porque llegué a México a los cinco años de edad, pero esta vivencia permea mi vida y mi relación con la música. El lenguaje del jazz es la música del exilio; la negritud en Estados Unidos es una población del exilio.