Opinión
Ver día anteriorMiércoles 11 de noviembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
La Muestra

La caja de Pandora

Foto
Fotograma de la cinta de Yesim Ustaoglu
U

na madre anciana desaparece. La caja de Pandora, de la realizadora turca Yesim Ustaoglu, es una mirada realista, con fuertes tintes poéticos, a la crisis existencial que desata en tres hermanos la súbita desaparición de su madre, y el reconocimiento una vez encontrada de que la mujer autoritaria y seca con la que habían perdido contacto padece la enfermedad de Alzheimer. El progresivo deterioro de las facultades mentales de la mujer en apariencia caprichosa y tiránica (estupenda Tsilla Chelton), su naufragio en un estado de demencia senil y su condición de dependencia física absoluta, obliga a las dos hermanas, Nesrin (Derya Alabora) y Guzin (Ovul Avkiran), y a Mehmet (Osman Sonant), el hermano distante, a tejer, no sin dificultades, nuevos vínculos afectivos. La empresa no es fácil y a lo largo de la cinta el espectador asiste a una acumulación de reproches mutuos, expresión abierta de recelos y rivalidades, pero también a momentos emotivos en los que un personaje reconoce, en el espejo del otro, su propia fragilidad moral y el peso de la soledad. La situación de la madre, descrita con realismo casi clínico por la directora, e interpretada con soberbia por la actriz nonagenaria, se vuelve el catalizador de una crisis familiar que estalla luego de haber permanecido soterrada por largos años. Es éste el sentido del título del filme, esa caja de Pandora de una familia disfuncional (marcada por la ausencia del padre y el rigor de la madre) que en pocos días libera sus contradicciones y pesares a partir del suceso de la enfermedad y la brusca conciencia del envejecimiento.

En una escena clave, la madre que todos consideran ya un ser privado casi por completo de sus facultades mentales, sorprende con la increíble lucidez con la que exhibe el carácter posesivo y egoista de una de sus hijas (Fue difícil parirte, le confiesa, a tal punto te pegabas a mí, y ahora tú quieres que todos se peguen a ti). El juego de masacre se prolonga en otras escenas de recriminaciones mutuas, pero el realismo crudo del relato se ve matizado por la observación delicada del largo proceso de rencuentro afectivo, que es finalmente la sustancia más sólida de la película. El muy joven Murat (Onur Ünsal), sobrino de Mehmet, es la figura que tiende el puente final de reconciliación familiar. Su relación con la abuela es el acierto mayor de la cinta. Simboliza el encuentro de dos generaciones, en apariencia muy distantes, que logran una comunicación espontánea al apartarse del mundo adulto y conflictivo que les rodea, y que descubren en la huida compartida a un edén bucólico, un símil de felicidad en medio de una rutina penosa. Esa rutina que va más allá del cuidado de la abuela, es en realidad la preparación de Murat a la madurez, y también la ceremonia de adiós que a los pies de una montaña la anciana enferma oficia con una serenidad sorprendente.