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Mónica Brozon presentó en la FILIJ sus dos libros más recientes

Pide escritora no minimizar la capacidad lectora de los niños

El auge de la literatura infantil y juvenil se debe a los concursos de SM Editores y a una colección del FCE

En el país hay una intención de originalidad y de reflejar una realidad preocupante

Foto
Una de las ilustraciones de Juan Pablo H. Gázquez incluidas en el libro Ruidos en la panza
 
Periódico La Jornada
Martes 10 de noviembre de 2009, p. 4

Este fin de semana Mónica Brozon presentó en la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil (FILIJ), que se desarrolla en el Centro Nacional de las Artes, sus dos libros más recientes: Ruidos en la panza y 500 años después de una larga siesta.

Hace unos días, la escritora terminó una nueva novela que se publicará el año próximo. Con estos tres suma 25 libros dedicados a niños y jóvenes, que parten de una premisa muy clara: no minimizar su capacidad lectora.

La verdad es que es un mercado muy noble y muy divertido. Me gusta mucho escribir para niños, y no es que no se me ocurran cosas para adultos y no tenga pensado algún día hacerlo, pero por lo pronto me ha ido muy bien en esto, dice en entrevista la ganadora de cinco premios, quien además es guionista.

Su incursión en ese género, recuerda, fue un tanto fortuita: estudió la carrera en la Sociedad General de Escritores de México (Sogem) y después envió su primer libro, ¡Casi medio año!, al concurso, también el primero, El Barco de Vapor, convocado por Ediciones SM en 1996 y se publicó un año después. Me ubiqué muy rápido en esa línea.

Leer por placer

Mónica Brozon destaca que en México el auge de la literatura infantil y juvenil se debe, en gran parte, a los concursos de SM dedicados al género o la colección A la orilla del viento, del Fondo de Cultura Económica (FCE).

SM vino a dar un ejemplo: vamos a apoyar la literatura infantil, apoyar a quienes están escribiendo ahorita para los niños que se ubican en un entorno muy inmediato con ellos. Creo que sí dieron un ejemplo; muchos otros editores comenzaron a convocar concursos y a autores, floreció y ahí va.

Hoy, añade Brozon, “las bases están sentadas; lo que hay que hacer es continuar con los esfuerzos, desde escribir hasta participar con las editoriales en la promoción; ir a las escuelas a platicar con los niños, impartir talleres para que más jóvenes participen, porque tienden un poco a desestimar la seriedad de la literatura infantil, de manera que es muy difícil que se den apoyos como becas para un proyecto que va dirigido a niños y jóvenes, no sé por qué razón.

“No piensan que en realidad si no existiera la literatura infantil no existiría la literatura para adultos, porque no tomas el hábito de la lectura, un hábito serio, no que leas el bestseller porque todo el mundo lo lee. Cuando un lector es de a deveras puede comprar 12 libros al año, es un consumidor. Ese hábito se tiene que formar en los primeros años, no como una obligación sino un placer.”

En México se escribe mucho en este género y quienes lo hacemos nos preocupamos mucho por reflejar un entorno, una realidad. También se escriben cosas de fantasía, pero tengo la impresión de que la mayoría de libros son un reflejo de cotidianidad, en mayor o menor grado, y pone de ejemplo Siete esqueletos decapitados, de Antonio Malpica.

“También creo que es importante no seguir las tendencias del mercado, porque eso es medio tramposón. Por ejemplo, salió la saga de Crepúsculo y de pronto ves en la mesa de novedades puros libros de portada negra, roja y blanca, y todos de vampiros; dices ‘pues qué sospechoso’; y si el original no es muy bueno, las copias menos.

“Creo que en el país sí hay una intención de originalidad y de reflejar una realidad que vivimos, que además preocupa, por lo menos a mí. Sin afán de tirar netas ni nada, a lo mejor sí trato de dar pistas para resolver ciertos conflictos mediante el humor, probablemente.”

Uno de los retos principales dentro del género es “no ser concesivo, sino propositivo: se tendía a pensar, y todavía permanecen algunos casos, que escribir para niños es usar diminutivos y reducir tu vocabulario a 20 palabras, y no es cierto, porque además a los niños a los que nos dirigimos ahora tienen gran cantidad de información. Se la pasan viendo la televisión y de pronto te salen con unas palabrejas domingueras que dices: ‘¿y éste de dónde?’ No hay que minimizar la capacidad lectora de un niño”.