La (des)educación,
Tanius Karam Chomsky, figura imprescindible para los estudios lingüísticos que desde los años sesenta realiza en el Instituto Tecnológico de Masachusset, el prestigiado MIT, es también uno de los académicos estadounidenses más citados en el mundo, y no precisamente por sus trabajos sobre las estructuras sintácticas o los procesos generativos en la formación de la gramática universal, sino por su incansable lucha para denunciar las formas de abuso de los EUA, su doble moral, su poder omnímodo, así como sus agudas contradicciones, que alternan una difusión cuestionable de la democracia y los valores liberales en el mundo con una política exterior (e interior) represiva en casi todos sus órdenes y sentidos. Resulta paradójico que este hijo de la sociedad estadounidense sea una constante referencia para confrontar las contradicciones que, por lo general, los medios de comunicación estadounidense no transmiten. Y es que para Chomsky Estados Unidos, la sociedad funcional y pragmática por antonomasia, es desde hacer 150 años una de las más des-educadas, en el sentido que deja ver en esta obra publicada por la editorial Crítica, de Barcelona. Conforme se lee, quizá una de las sensaciones más inconfundibles sea la perplejidad ante la visión total y sin ambages de un sistema destinado a des-educar, donde el prefijo adquiere una fuerza discursiva ante los argumentos que se despliegan en el texto. No deja de llamar la atención la contundencia crítica de Chomsky contra las instituciones estadounidenses. Para él, Estados Unidos no es más un aliado de la libertad, sino un verdadero controlador, cercano en ocasiones a la imagen orwelliana del Big Brother, donde la mirada omnímoda y el poder total son la estructura que amordaza al sistema político y, de ahí, al resto de las instituciones del país. Por tanto, no resulta exagerado que, desde su perspectiva, lo defina como uno de los países más antidemocráticos del mundo, ya que ahí es donde se evidencia con más claridad el dominio del capital privado sobre las instituciones públicas. Una de las tesis más recurrentes en su trabajo es la estrecha vinculación de los temas educativos y el establishment académico y político de Estados Unidos. Desde su activismo político contra la guerra de Vietman, Chomsky ha venido analizando el papel del mundo académico en esa guerra, tal como lo dejó ver en El poder estadounidense y los nuevos mandarines (1969), y de manera particular en su artículo, “La responsabilidad de los intelectuales”. La temática aparece actualizada en La (des) educación, no sin dolor y sarcasmo, al verificar ese papel domesticador que asumen la mayoría de los profesores, académicos e intelectuales en su país. En su concepción de educación, Chomsky parece seguir premisas que en América Latina han sido enarboladas por las prácticas liberadoras. En la línea de un concepto más dialógico entre los agentes que participan en las prácticas educativas, este libro fundamenta una crítica implacable de las visiones extensionistas y domesticadoras que hay en la educación. Para Chomsky, la educación convencional está en el centro de una “maquinaria histórica” que alimenta la reproducción ampliada de una visión del mundo, la cual es funcional a los intereses de las élites financieras, políticas y económicas.
Quizá por esta denuncia sin ambages es que el lingüista estadounidense ha generado una ola de reconocimiento –principalmente en los países contra-hegemónicos–, ya que resulta paradójico que un intelectual ubicado en el centro del sistema educativo norteamericano, con una formación de lo más esmerada y con logros incuestionables en sus áreas de conocimiento, sea al mismo tiempo una de las voces más críticas y confrontantes de ese sistema. En ese sentido, el pensamiento social, político y educativo de Chosmky es una bocanada de aire fresco para el pensamiento liberador en educación y para las prácticas que intentan, a contracorriente, nuevos métodos, formas de organización y desarrollo dentro de la educación. Resistir a estos poderes totales es una de las mayores insistencias en las poco más de 200 páginas del texto, y para ello el autor aporta datos que nos lleven a repensar nuestra idea de la educación, ya no sólo en términos pedagógicos de práctica cotidiana, sino como una estructura amplia y general. Aunque, por extenso, ese nivel macro puede ser considerado inabarcable, Chomsky, con tenaz análisis y sugerentes datos, nos invita a cuestionarlo y a superar la creencia en que un régimen así, por más perfecto y funcional que se ostente, sea la mejor salida que una sociedad puede tener hacia el cambio democrático. Noam Chomsky, La (des)educación, edición e introducción de Donaldo Macedo, Barcelona, Crítica, 2007 (Biblioteca de Bolsillo, 128). |
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