¿Hasta cuándo la educación mexicana seguirá estando al servicio de los más privilegiados? ¿Es que acaso después de casi un siglo Emiliano Zapata sigue teniendo la razón al decir que la educación en vez de igualar a los seres humanos los hace más distantes? ¿Cuándo nuestras luchas lograrán que la educación esté al servicio del pueblo?

¿Se fabrica una crisis
de la educación?

María Elena Hope

A finales del año pasado en su artículo “¿Se fabrica una crisis de la educación en México?”, el doctor Jorge Vaca Uribe, integrante del Instituto de Investigaciones en Educación de la Universidad Veracruzana en Xalapa, señalaba:

…no puede uno más que pasmarse por lo que sucede con la educación pública (sobre todo, aunque no exclusivamente, en la educación básica): las mismas autoridades afirman que ya no hacen falta más maestros; y entonces proponen convertir las escuelas Normales en escuelas técnicas orientadas al sector turístico. La misma SEP tiene como programa principalísimo la aplicación de la prueba ENLACE (en todos los niveles) y el de las becas del programa Oportunidades (más por futuros votos que por beneficiar realmente a la gente). Fuera de esos programas y de miles y millones de palabras huecas, no existe en México un plan de acción ni acciones reales y efectivas contra los muchos rezagos educativos acumulados durante décadas. Lo más triste es que, evidentemente, no existe la intención de tomarlas, por parte de los funcionarios que tienen la obligación de hacerlo. Mientras los mexicanos, es decir, los ciudadanos, no podemos, por así decirlo “tomar de una oreja a los funcionarios” y ponerlos a trabajar y a producir resultados (o correrlos e impedirles que asuman cualquier otro cargo público de manera vitalicia, por modesto que sea), evidentemente la situación del país no cambiará.

Con ello el doctor Vaca introduce una idea intrigante en cuanto a que, lo mismo que en Estados Unidos1, se esté fabricando una crisis de la educación en México. Su análisis nos hace entender que los problemas se han venido agudizando y que cada solución propuesta por las autoridades los agrava aún más. Las evaluaciones producen un “circo de cifras” pero fracasan en su función de mejorar la enseñanza y el aprendizaje; tampoco sirven ni han servido los esfuerzos enormes de hacer talleres, libros y folletos y dar pláticas a maestros. Además, como si no fuera claro que el desempeño de los estudiantes en las pruebas no depende sólo del maestro sino mucho más de factores del contexto: dónde se ubica la escuela, dónde vive el estudiante, los conocimientos y habilidades particulares propios de esa localidad que la escuela promueve, y todas las condiciones socioculturales y económicas del entorno de maestros, alumnos y escuela, las autoridades proponen condicionar el aumento salarial de los profesores a los resultados de los niños en las evaluaciones, ¡como si fuera lo mismo atender a niños de los grandes centros urbanos que de zonas rurales o marginadas!

Otro aspecto es el de las reformas. La de secundaria, aprobada en el sexenio “del cambio” y la de preescolar, basada en las vagas y polémicas “competencias”, de cuya aplicación poco se conoce –si efectivamente la pusieron en práctica, cómo la han vivido los maestros y estudiantes, qué dificultades encontraron–, pues no se ha evaluado a profundidad. Después, la Reforma Integral de la Educación Básica, hecha al vapor, sin la aceptación de muchos profesores y acompañada de una alianza con el sindicato que ha generado un gran repudio y corre el riesgo de no llegar a las aulas, aunque la impongan.

Estos hechos, señala el doctor Vaca, es decir, las prioridades gubernamentales y las acciones efectivas hacen sospechar, justamente, que pueda estarse fabricando una crisis de la educación pública en México, orientada a facilitar la privatización, de la misma manera como se pretende abrir las puertas de PEMEX a la iniciativa privada, o como ya lo empieza a hacer la SEP abriendo las puertas a Televisa.

Frente al peligroso desplome que se viene registrando en la educación pública, incluso reportada por organismos internacionales que a partir de estadísticas nos comparan adversamente con otros países más pequeños y de bajo desarrollo, nuestros gobiernos no han sabido qué hacer más allá que declarar que todo anda bien.

Y en efecto, la crisis puede ser extremadamente útil para que el sistema educativo sea abierto a la privatización. El autor imagina algunas justificaciones:

a) Si no hay recursos públicos suficientes para arreglar las escuelas y convertirlas en espacios dignos y apropiados para que todos los alumnos y estudiantes del país reciban una educación de calidad, pues entonces lo mejor es vender, vender los inmuebles y que las empresas los arreglen y manejen las escuelas.

b) Si las escuelas privadas son las que mejores puntajes obtienen, es porque saben y pueden hacer bien las cosas: dejemos, pues, las escuelas a la iniciativa privada, que tenga a los maestros que quiera, los contrate con la flexibilidad que quiera y les pague los sueldos que quiera.

c) Puesto que la iniciativa privada tendrá las escuelas, ya no será necesario construir más, ya no se requerirán más maestros, entonces, cerremos las escuelas normales.

Abogando contra las reformas, la privatización y el desmantelamiento de las escuelas normales, el autor se refiere a las acciones de protesta que en algunos estados alcanzaron grados de violencia cuando estas discusiones estaban en su clímax. Sin creer ingenuamente que por la vía del diálogo todo se resolverá, advierte en contra de esa eventualidad y alienta a los maestros y estudiantes a hacer que sus acciones sean congruentes con sus demandas para mostrar la necesidad de cambios en otra dirección. Argumenta la necesidad de mostrar a las autoridades el valor de las investigaciones, los resultados, los trabajos de los maestros, los logros que se obtienen a pesar de las carencias económicas e institucionales y la poca eficacia de las evaluaciones masivas y constantes, de hacerles comprender que la vía no es el cierre de las escuelas normales ni mucho menos la privatización, sino la preparación de más y mejores maestros que atiendan con esmero a las escuelas y a los grupos más vulnerables.


Foto: Graciela Iturbide

Compartimos con el doctor Vaca Uribe su esperanza de que la sospecha no sea realidad, y la opción de hacer evidente el valor y la necesidad de aprovechar la investigación educativa que se produce en el país y al cuerpo de investigadores y expertos en el campo que pueden realmente reorientar la educación básica nacional. Sería absurdo (como lo es) prescindir de sus aportaciones y creer que un grupúsculo de investigadores-funcionarios de la SEP tienen el conocimiento en sus manos. ¿Para qué, entonces, se invierten recursos en formar investigadores y en sostener una plataforma de investigación nacional si, al momento de las decisiones, son los políticos quienes las toman, sin considerar lo que sabemos y lo que no sabemos de la educación nacional?

Para saber más:
“¿Se fabrica una crisis de la educación en México?”, de Jorge Vaca, en CPU-e, Revista de Investigación Educativa 7, julio-diciembre, 2008. ISSN 1870-5308, recuperado el 20 de enero de 2009: http://www.uv.mx/cpue/ num7/index.htm

Jorge Vaca Uribe es investigador del Instituto de Investigaciones Educativas de la Universidad de Xalapa, Veracruz y director de CPU-e, Revista de Investigación Educativa, del mismo instituto.

meh: [email protected]

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