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Lo mío es hacer bailar a la gente trabajadora, dijo en entrevista

El Tosco, revolucionario de la música popular de Cuba, hoy, en el Salón Los Ángeles

No hago jazz, son montuno ni funk, sino una mezcla de ritmos con sabor latino que cada quien arregla a su sabrosura, expresó

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José Luis Cortés, El Tosco, y su banda NG se presentaron ayer en el Festival Internacional de PueblaFoto Archivo
 
Periódico La Jornada
Sábado 7 de noviembre de 2009, p. a11

De todos los músicos de salsa y jazz cubano, José Luis Cortés (La Habana, 1951) es, sin lugar a dudas, el más moderno, el más estudioso, el más arriesgado y el más gozón. En una palabra: el más revolucionario. Junto con él destacan, claro está, otros insignes, como Juan Formell, Orlando Valle, Issac Delgado o Giraldo Piloto, pero El Tosco –apelativo por el que se le conoce en Cuba entera– es, digámoslo en lenguaje rumbero, el más duro de todos.

Para fortuna de los muchos que le hemos seguido a lo largo de su carrera y constatado las grandes cosas que ha hecho, el maestro y su banda, NG (Nueva Generación), se encuentran en México como invitados de honor del Festival Internacional de Puebla, mismo que ha comenzado actividades justo con el concierto que esta agrupación cimera de la música cubana brindó en el zócalo angelino la noche del viernes.

José Luis Cortés, y NG La Banda, suelen empezar sus conciertos con una sesión de calentamiento que constituye toda una demostración de virtuosismo, trazada por la cuerda de metales (dos trompetas, dos saxofones, flauta y trombón) y continuada por la vigorosa sección rítmica-armónica. Esta sesión iniciática confunde al escucha que no sabe en ese momento si ha asistido a un concierto de jazz, de música clásica o, como decía el programa, música popular cubana, porque El Tosco manda a cambio de emociones (que no de opiniones) y en un momento están ahí Bach o Bethoven, en otro avanza por pasajes jazzísticos y tras una descarga de cueros aparece la timba más furiosa. Entonces… ¡a gozá, caballero!

Compendio musical

En realidad nosotros no hacemos salsa, son montuno, funk, música brasileña ni jazz. Hacemos una mezcla de todas esas cosas, que tienen un sabor latino que cada quien arregla a su sabrosura, dice en entrevista este hombre que ha revolucionado el concepto de la música popular cubana.

–Un resumen musical que se escucha y se baila. Cosa nada fácil. ¿Cómo llegó a esto?

–Andaba en la búsqueda de una sonoridad que gustara tanto a la gente común como al sector más exigente. Un sonido nuevo y vigoroso, decía yo. Claro, era pretender mucho para ese momento, en que la música bailable cubana no era mirada con buenos ojos. Pero teníamos que hacerlo y nos exigimos tanto que siento que perdimos un poco la brújula y llegó el momento en que la orquesta no sabía ni a fú ni a fa: era muy jazzística, muy elaborada.

–¿Qué pasó entonces, qué hizo?

–Lo que había que hacer: cambiar de palo pa’rumba, empezar a echar mano a los coros, estribillos sabrosos y con frescura. Los tumbaos y montunos típicamente cubanos y dejar la polirritmia jazzística.

–Tenía un team de all stars del jazz cubano ¿No hubo resistencia a ese cambio de dirección?

–Claro que sí, pero toda orquesta debe tener una cabeza que decida el concepto a seguir, de lo contrario la nave se va a pique.

–¿En qué momento se concretaron sus aspiraciones?

–Cuando hicimos una gira por los barrios de La Habana (noviembre de 1989), en la que nos enfrentamos en directo y a diario con los bailadores. Y, sobre todo, al llegar y convencer en La Tropical, la meca del baile en Cuba, que es donde te gradúas... o no.

Reflejo de nuestro tiempo

Según fueron avanzando en lo musical y afianzándose en el gusto popular, NG La Banda empezó a generar polémica debido a los temas tratados en sus canciones, las cuales, para algunos exquisitos, alcanzaban elevado nivel de vulgaridad. José Luis se defiende con el argumento de que sus canciones están hechas para la gente de a pie, para el obrero, el estibador del muelle; es decir, quienes se levantan a la seis de la mañana para emprender una doble jornada laboral.

Son letras que reflejan los temas sociales de nuestro tiempo. Es como un espejo de la vida del pueblo. Hay otros reflejos, pero esa fue nuestra visión. Si es artística o no es cuestión del tiempo.

Rebelde, como siempre ha sido, nunca ha escuchado recomendaciones de bajar el tono de sus canciones. Él ha seguido trillando en lo mismo, pese a haber sido censurado en múltiples ocasiones, al no transmitir sus temas en la radio e, incluso, al negarle salir al extranjero.

Lo curioso es que muchas de esas canciones prohibidas, como La bruja o Échale limón, se han convertido en grandes éxitos populares.

José Luis dice que él siempre ha sido de la calle, un barriotero, por eso la brújula de la música le funciona. Lo mío es hacer bailar a la gente, que se divierta, sobre todo la gente que trabaja, que estudia y que hace patria. Mi música fue, es y será revolucionaria dentro de la revolución.

Hoy, tras haber brindado un soberbio concierto en el zócalo de la ciudad de Puebla, se presentará para los capitalinos en el Salón Los Ángeles, Lerdo 206, colonia Guerrero. Informes en el teléfono 5597-8847.