Editorial

La otra “educación”

Un sabio proverbio africano dice: “para educar a un joven se necesita la colaboración de toda la aldea”. Esto lo soslayan quienes, a pesar de ser actores determinantes de la destrucción moral y cultural de nuestra “aldea”, atribuyen a las escuelas y los maestros toda la responsabilidad de lo ocurrido con la educación de nuestra juventud.

El reconocido psicólogo y educador Bruno Bettelheim hizo ver, hace algunos años, que los valores y las actitudes que predominan en la sociedad contemporánea son totalmente opuestos a los requeridos por la educación, el estudio, el aprendizaje. El estudio y el aprendizaje exigen una buena dosis de carácter, de voluntad, de valentía. El aprendizaje es gozoso, pero también “trabajoso” y con frecuencia doloroso, pues implica despojarnos de visiones y creencias con las que hemos vivido un cierto tiempo y que han formado parte de nuestra identidad. Estudiar significa, la mayor parte de las veces, posponer la satisfacción de deseos y dejar la tranquilidad que proviene de la ignorancia.

El consumismo y hedonismo que caracterizan al sistema capitalista contemporáneo destruyen el carácter, generan obsesivamente infinitos deseos de poseer, consumir, gozar y ostentar, y el apremio por su satisfacción inmediata; nada más opuesto a las actitudes vitales exigidas por la educación y el estudio. Esta degradación moral y cultural es ocasionada tanto por las relaciones socioeconómicas vividas cotidianamente por la población como por la publicidad que invade todos los espacios y el tiempo de ocio.

Veamos, como muestra mínima, algunas noticias aparecidas en la prensa que dan cuenta documentada de actitudes y valores que dominan en nuestro ambiente: “Son adictos al consumo compulsivo. Los mexicanos se ubican en la sexta posición a nivel mundial entre los consumidores que compran sin razón”; “Mexicanos se dan el lujo de pagar por la marca”. (El Norte, 23 de junio, 2006). “Prefieren mexicanos vestir ropa de marca”. (Reforma, 14 de junio, 2006). “Ven terapéutico ir de compras. “Cerca del 15% de los mexicanos consideran que adquirir ropa es terapéutico y 21% que ir de compras es una actividad de entretenimiento”. (Reforma, 25 de julio de 2006). El 21% de los mexicanos están dispuestos a adquirir algo aunque nada necesiten”. (Excelsior, 25 de julio, 2006). Los amplios sectores de la población que no tienen acceso a artículos de lujo satisfacen los deseos inducidos en el amplísimo mercado pirata, o en la ilusión y enajenación de las adicciones a los juegos y “gadgets” electrónicos, al alcohol y otras drogas.

La publicidad a través de los medios (radio, televisión, prensa e Internet), pero también la experiencia cotidiana como clientes o simples visitantes en el “súper”, en la tiendita de la esquina, en el “centro comercial” o en la calle llena de anuncios espectaculares, constituyen “otro sistema educativo” eficacísimo en la generación de actitudes vitales; sistema educativo que no corre paralelo al sistema escolar, sino que lo invade de muchas formas y determina sus resultados, minando las bases mismas del estudio y el aprendizaje.

Este otro sistema educativo cuenta con recursos inmensos, muy superiores a los asignados al sistema escolar. Por una parte, destina a la publicidad decenas de miles de millones de pesos; dispone, además, del espacio radioeléctrico que le es restringido severamente (incluso vedado) a las instituciones educativas y culturales. La efectividad de este otro sistema educativo es incuestionable, las propias agencias de publicidad han realizado estudios que muestran e incluso miden el impacto de sus campañas (66% de los mexicanos “creen en los mensajes publicitarios de las empresas”, prácticamente la proporción más alta del mundo).

Ninguna consideración del sistema escolar, ningún diagnóstico de éste y de las instituciones que lo integran y ninguna propuesta de reformarlo tienen verdadero sentido si no se consideran los graves efectos demoledores que en él ejerce esa otra “educación”.

Manuel Pérez Rocha

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