Opinión
Ver día anteriorSábado 31 de octubre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Vigencia y actualidad de Bobbio
P

oder y derecho son expresiones legítimas de acceso al poder. Y se basan, definitivamente, en la libertad. Legitimidad –o legitimación del poder– se basa en la división y separación de poderes a fin de limitar, y regular, el ejercicio de ese poder. De otra manera, se cae en regímenes autoritarios. De hecho, sólo a través de la representación política, sólo por medio de las prácticas institucionales y constitucionales que han forjado al moderno Estado constitucional de derecho, se hace válido el derecho positivo como expresión del poder político regulado y limitado.

Las reflexiones anteriores conforman parte del legado de Norberto Bobbio, el filósofo de la democracia (Turín, Italia, 18 de octubre de 1909–9 de enero de 2004). Se cumplen, pues, cien años del natalicio del defensor de la política y del derecho, y de la lucha en pro de la democracia. La vigencia y actualidad del padre fundador de la república italiana nos lleva, todavía, a observar el realismo político que se vive en el mundo contemporáneo para comprender la verdad efectiva del poder y de la política, como precisaba Maquiavelo. Bobbio advierte que es capital entender la realidad política, no evaluarla. Por eso es preciso entender antes que discutir, discutir antes que condenar. Es decir, debe ponderarse la preminencia de la libertad sobre la igualdad a fin de garantizar y hacer efectivos los derechos humanos a través de medios jurídicos, institucionales y económicos.

Lo anterior corresponde, precisamente, a lo que vive nuestro país. ¿Hasta dónde es válido aplicar a la ciudadanía una tasa impositiva que a todas luces provoca recesión cuando el Estado requiere de un necesario financiamiento para realizar sus planes y proyectos? Un gobierno compartido como el que tenemos los mexicanos no debe accionar aplicando dinámicas recesivas que repercuten en la colectividad a la cual se pretende servir. Conviene recordar que, esencialmente, la política es acuerdo, consenso, lucha por el poder político (y el poder político no es el poder que se apoya en la fuerza), por lo que es necesario plantear, desde la perspectiva de los gobernados, la manera de civilizar, racionalizar y regular la disputa, regulando justamente la acción de ese poder.

Las razones del Estado y las expresiones del mercado se oponen a la economía de las familias mexicanas. Lo que va en detrimento del bienestar social no puede validarse. La realidad política de México no se basa en la retórica hueca de quienes pretenden deslindar su responsabilidad por el incremento de los gravámenes, ni en las ocurrencias estridentes y la popularidad mediática de quienes pretenden en el futuro un cargo de elección popular. Esa libertad de la que institucionalmente nos sentimos orgullosos –lo estamos observando– puede usarse para bien o para mal, no sólo para educar, sino para corromper; incluso para dilapidar el propio patrimonio sociopolítico del país.

El riesgo estriba en que esa libertad puede servir –de acuerdo con Bobbio– no para forjar hombres más sabios y nobles, sino para volverlos más ignorantes y vulgares. Bobbio nos alerta sobre la libertad, que puede ser dilapidada, malbaratada hasta el punto de hacerla inútil, un bien innecesario, incluso dañino, la cual podemos perder. El riesgo del autoritarismo, de las tentaciones de ejercer el poder absoluto, está presente.

Los criterios y las reflexiones del filósofo italiano se vuelven presentes. El concepto de nuestra libertad, mal ejercida, retumba en los oídos de aquellos que, diciendo defender la libertad, en realidad defienden sus propios cotos de poder. Las dos caras de la misma moneda –sigo a Bobbio– son el poder y el derecho. El primero se legitima y se expresa a través del derecho, de la legalidad de la que es fuente fundamental, aunque no necesariamente exclusiva. El derecho a su vez disciplina y regula el ejercicio, pero también las formas legítimas de acceso al poder. Entre legalidad y legitimidad, precisa Bobbio, puede existir la oposición, lo cual significa una situación de crisis, puesto que involucra la sustitución del gobierno de las leyes por el gobierno de los hombres, sea cual fuere la legitimación, carismática o tradicional religiosa de este último. Un poder sin derecho, es decir, un poder tiránico o despótico, es riesgoso al igual que un ordenamiento jurídico ineficaz que sólo sirve de pantalla a los poderes de ipso, lo cual se transforma en un derecho sin poder.