Opinión
Ver día anteriorJueves 15 de octubre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Cena de Reyes
R

esulta difícil, al ver Cena de Reyes en dramaturgia de Nicolás Alvarado, no tener en cuenta el Homenaje Teatral a Alfonso Reyes, La conspiración de la Cucaña, de Alfonso de Maria y Campos y Luis de Tavira que dirigiera este último en 1989. En ambas se recuerda al gran polígrafo como conocedor y amante de la buena cocina y la buena bebida –aunque en la de la Cucaña se muestran muchas otras facetas y el propio Reyes aparece en escena– y en ambas se cita Memorias de cocina y de bodega. Es más, en Cena de Reyes se lleva al público a un inútil paseo por todo el espacio (el Teatro de la Ciudad fue en este caso) para darle pequeños sorbos de jerez y una pizca de comida, aunque posteriormente a algunos elegidos se les sirva un buen Tío Pepe y unos menos buenos bocados de cena y en La conspiración de la Cucaña los autores piden que en el vestíbulo, y antes de entrar a la sala, se ofrezca a los espectadores champán y canapés. Son las únicas similitudes y es necesario enfrentar la propuesta de Nicolás Alvarado sin sombra de lo que pudiera ser un remoto y olvidado antecedente.

El autor de la dramaturgia intentó unir dos textos de Alfonso Reyes tan dispares como son el conocido cuento de misterio La cena y las gozosas Memorias de cocina y de bodega mediante el expediente de dar dos escenarios principales, el de la cena en casa de doña Magdalena (la desperdiciada Rosa María Bianchi) y de Amalia (Patricia Madrid) con Alfonso (Ernesto Álvarez) y el de la cocina, en donde el Chef (Rafael Inclán) descifra los valores culinarios ante el mozo (Luis Ernesto Verdín). Con ello, el dramaturgo destruye el encanto y el misterio del cuento cuya fantasía está hecha de cosas cotidianas al añadirle un estrambote para poder dar escena y expresiones de canibalismo en un intento de espantar vaya a saber a quién. Por otra parte, los añadidos al cuento se sostienen apenas en ciertas alusiones a la negativa del Chef a preparar nuevos platillos y desvirtúan por completo el carácter elusivo y evanescente de la Magdalena del cuento original al llevarla a tener un encuentro sexual con el Chef.

Se añade la presencia de una azafata que da instrucciones en español e inglés para que los espectadores desprendan de los círculos del programa –supuestas ventanillas del ficticio avión, que nada tiene que ver con lo que se cuenta en escena– cubiertas aromáticas que, según un fallido intento, deberán inundar el teatro de suculentos olores. La idea de dar al público satisfacción a sus sentidos es buena, pero no está lograda cabalmente, como tampoco se logra en la escenificación de Aurora Cano que de alguna manera, y sobre todo en lo que respecta al cuento, va en contrasentido de lo que se narra con soluciones más que gratuitas, empezando por ese ventilador que esparce los pétalos de algunas flores, manejado por el mozo, mientras el pianista (Fernando Carmona) al fondo toca una melodía.

Carmona también acompaña con música muy animada los cambios de escena, en los que los personajes bailan antes de ocupar sus lugares, lo que discrepa, y mucho, de los caracteres de Magdalena, Amalia –a la que por alguna razón, quizás para diferenciarla de la azafata encarnada por la misma actriz, se presenta con una especie de tortícolis– y Alfonso, que al principio y al final de su participación se encuentra, tal como en el cuento de Reyes, en la calle, pero cuya ansiedad primera y sobresalto después más parecen enfermedad fatal que lo indicado al personaje. La calle se marca con el desplazamiento de uno de los paneles laterales que son desembocadura de los lugares de entrada y salida de las mesas según la escenografía del también iluminador Sergio Villegas. Estas mesas, una corta para indicar la cocina y otra larga en el comedor, se fusionan en unas que contienen a las dos y que son empujadas por los mismos actores mientras bailan al entrar y salir por diferentes lugares, en una trama balletística que sería atractiva si no se desdijera tanto de los contenidos. A pesar del buen vestuario de Eloise Kazan y de algunos otros logros, se entiende poco el sentido de tomar la obra de Reyes para realizar este montaje, que irá al Festival Internacional Cervantino.