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Basta de rollos motivacionales; ¡plan de acción, demandan a la dirigencia sindical

No somos borregos... ¡ya ven a lo que nos llevaron sus pleitos!, lamentan trabajadores
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Reunión extraordinaria en la sede sindical durante la madrugada del domingoFoto Yazmín Ortega Cortés
 
Periódico La Jornada
Lunes 12 de octubre de 2009, p. 12

“¡Lo que significa este documento es que a partir de hoy todos ustedes –los trabajadores de Luz y Fuerza del Centro– están despedidos! ¡De eso se trata el decreto de la extinción de la empresa. ¡Ya no tienen la certeza ni de cobrar su sueldo la próxima semana!”, soltó un dirigente del sindicato de la Universidad Autónoma Metropolitana, con una copia fotostática del Diario Oficial de la Federación en mano.

Quizá sin proponérselo, fue el orador invitado a quien tocó poner en dimensión la noticia, frente a miles de electricistas que poco antes de las tres de la madrugada todavía estaban incrédulos del sablazo que les metieron a la mala.

“Artículo cuarto –prosiguió el hombre presentado como el doctor Velasco–: ‘se respetarán los derechos laborales’... pero sólo el de la liquidación!”

Quienes estaban más cerca del edificio y captaban con más claridad los discursos, amplificados apenas por un pequeño megáfono, se llevaron las manos a la cabeza. Unas mujeres del área de archivo y correspondencia bajaron la mirada. Ninguna habló. Otros, de cables subterráneos, apretaron los puños y tragaron saliva al captar con claridad cuando el hombre pronunció la palabra despedidos.

Para esa hora, la incertidumbre se volcaba en expresiones de desesperación. Su líder, Martín Esparza, todavía no salía al balcón del viejo edificio del gremio, donde está inscrito con letras plateadas, a un lado del escudo rojinegro del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), Por el derecho y la justicia del trabajador.

Habían pasado cuatro horas desde que se dieron a conocer los primeros reportes acerca de la ocupación de Luz y Fuerza del Centro por las fuerzas federales. Los trabajadores exigían información a sus líderes, como única forma de liberar un poco la angustia que provoca el intempestivo desempleo.

¡Basta de rollos motivacionales! ¡Plan de acción, plan de acción!, exigían los afiliados al SME, todavía con el enojo hacia sus líderes y a sí mismos, por haber permitido, decían, que creciera un conflicto electoral interno que los partió en dos.

La tarde del sábado, la mayoría de los trabajajadores de la empresa descansan; básicamente las jornadas son para los adscritos a las áreas operativas de las 11 divisiones foráneas en que está dividido este organismo, que provee de energía eléctrica a la zona centro del país.

Día de estar con la familia, de pasear, de “festejar al Tri” por su triunfo en el partido de futbol ante la selección de El Salvador. Después de las 10 de la noche, algunos se enteraron por los medios de comunicación de la estrategia gubernamental y se trasladaron de inmediato al esmé.

En minutos corrió la noticia. De teléfono a teléfono, con el celular, en la caseta pública. A la medianoche del sábado, miles de electricistas iban llegando a las inmediaciones de su sede sindical. Todos, con angustia, estacionando los autos en banquetas, atravesados en la calle, frente a portones. Eso era lo de menos. Por las prisas, muchos olvidaron su credencial.

En esa esquina, de la calle conocida popularmente como de los trabajadores, ya no cabía nadie.

La primera versión fue que Esparza hablaría desde el balcón del edificio antiguo, así que ahí se concentraron miles, mirando hacia arriba, buscando movimiento en alguna de las ventanas del histórico edificio.

El miedo y la incertidumbre se acentuaban con el sobrevuelo de helicópteros de las fuerzas federales, mientras se realizaban las incipientes cuentas de un finiquito no pedido.

Un orador y otro; más discursos y muestras de solidaridad, pero ningún asomo del plan de acción. Algunos del comité central llamaban a la paciencia, pero la base, la que manda, como dicen en el SME, estaba desesperada: “‘no somos borregos, cabrón... ¡ya ven a lo que nos llevaron sus pleitos! ¿Dónde está Martín?”, gritaban.

Por fin, a las tres de la madrugada, Esparza habló desde el auditorio, y los de Antonio Caso sólo lo escucharon a través de una bocina. Ahí estaba el llamado a la unidad y la promesa de defender el empleo. ¿Y el plan de acción? Sólo una indicación: regresar a las nueve de la mañana. Luego, los líderes buscarían a alguien del Poder Ejecutivo para negociar.