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La cercanía se remonta a 1959, cuando se fundó, asegura Jorge Fornet

Casa de las Américas nunca interrumpió vínculos con intelectuales mexicanos

El investigador disertará hoy en la UNAM sobre los 50 años de esa institución cultural de Cuba

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Jorge Fornet, en su oficina de La HabanaFoto Gerardo Arreola
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 8 de octubre de 2009, p. 5

La Habana, 7 de octubre. Desde que Carlos Fuentes y Fernando Benítez fueron jurados en el primer premio de la Casa de las Américas (1960), nunca se interrumpió la relación con intelectuales mexicanos, a pesar de la fractura dolorosa de los años 70, recuerda Jorge Fornet, director del Centro de Investigaciones Literarias de la principal institución cultural cubana.

La Casa tuvo un contacto cercano con México a partir de su fundación, en 1959, al montar una exposición de pintura y grabado con cientos de piezas que incluyeron firmas como las de Posada y Orozco, dice a La Jornada el investigador, quien ha recopilado una cronología de esos vínculos.

Después de Fuentes y Benítez vinieron intelectuales mexicanos como José Revueltas, Juan José Arreola (quien se quedó meses en La Habana impartiendo un taller), José Emilio Pacheco, Emmanuel Carballo y Ricardo Pozas, entre otros.

El parteaguas fue el caso de Heberto Padilla (1932-2000). Premiado en 1968 por uno de sus poemarios, al mismo tiempo fue repudiado oficialmente como contrarrevolucionario. Tres años más tarde fue encarcelado durante un mes, tras lo cual hizo un discurso autoinculpatorio ante una asamblea de escritores, vivió marginado y salió al exilio en 1980. Decenas de intelectuales que habían respaldado la Revolución Cubana, entre ellos mexicanos, rompieron con el gobierno de la isla.

Fractura dolorosa

Fue una fractura dolorosa, dice Fornet, doctorado en literatura hispánica en El Colegio de México. Era difícil restañar pronto las heridas, por lo que hubo que esperar, involuntariamente, una nueva generación de autores mexicanos para restablecer las relaciones plenas.

Sin embargo, a pesar de las tensiones, nunca se interrumpió por completo la relación y en la práctica siempre se mantuvieron los contactos, añade el ensayista, quien cita casos como los de Juan Bañuelos y Efraín Huerta entre los que siguieron participando en las actividades de la Casa de las Américas.

Un momento particular de impulso al rencuentro fue la publicación del número 197 (octubre-diciembre de 1994) de la revista Casa.

Con el tiempo, baja la temperatura, se hacen los vínculos que no se habían dado y se retoman algunos anteriores, resume Fornet. Con los jóvenes va siendo más fluida y más fácil la relación, vienen algunos intelectuales que habían dejado de venir o que nunca habían estado en Cuba después de la revolución y hay otros a los que no les interesa regresar.

Este jueves, en la Universidad Nacional Autónoma de México, el sábado en Toluca y el domingo en la Feria del Libro del Zócalo de la Ciudad de México, Fornet hablará de los 50 años de la Casa de las Américas, fundada por la combatiente revolucionaria Haydeé Santamaría.

El inventario de contactos que ha reunido el investigador incluye la que entonces era la mayor exposición de arte cubano en el exterior y que fue inaugurada por el presidente Osvaldo Dorticós en el Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México (1960), prólogo de una serie de muestras pictóricas en una y otra parte, así como la donación (1975) que hizo el presidente Luis Echeverría de un Árbol de la vida (seis metros de altura, dos toneladas de peso y mil 663 piezas elaboradas por el artesano Alfonso Soteno), que corona desde entonces la sala principal de la Casa y es uno de sus símbolos.

Más recientemente, Sergio Pitol vino a protagonizar su Semana de Autor en la institución, Francisco Toledo y José Luis Cuevas colgaron sendas exposiciones, entre otros creadores.