Foto: María Elena Hope

El placer de leer

Mario Rey

La lectura es uno de los más grandes y más intensos placeres que puede experimentar el ser humano; mediante ella, uno se puede distraer durante horas enteras, y a lo largo de toda la existencia: vivir otras vidas, viajar al pasado, al futuro, a otros países, continentes y planetas o participar en situaciones inéditas, platicar con familiares, amigos o desconocidos, o puede informarse acerca de un determinado tema, o formarse, o recibir las instrucciones necesarias para realizar una tarea, armar un mueble o llegar a un sitio...

Como si esto fuera poco, la lectura es un placer relativamente barato, pues aunque algunos libros o revistas pueden ser caros, hay millones de impresos a bajo costo, incluso, gratuitos; y hoy en día podemos leer millares de libros, revistas, periódicos y textos sin imprimir, a través de internet; y siempre tendremos a mano el recurso de las bibliotecas públicas, las instituciones educativas y los acervos de los amigos; en nuestro país existían a finales del 2006, por ejemplo, 7 210 bibliotecas públicas, hoy, unas 8 000, sin contar las que ocupan el nebuloso espacio de la red, como la Biblioteca Digital Mundial, de la UNESCO o la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes del Instituto Cervantes, España, o las bibliotecas virtuales de la UNAM, la Universidad de Guadalajara o El Colegio de México.

Aunque los recursos destinados por el Estado a la educación y a la lectura siguen siendo insuficientes, cada día crece el número de libros, bibliotecas públicas, ferias del libro y programas que promocionan la lectura; por ejemplo, “Para leer de boleto” en el Metro, “Rincones de lectura” en las escuelas, la Feria del libro del Zócalo, ferias del libro estatales o municipales, una venta de bodega anual de editoriales en el Auditorio Nacional o en el Palacio de Bellas Artes, numerosas librerías de viejo y, por último, el ancestral intercambio de libros o revistas entre familiares, compañeros y amigos.

Si no conocemos dónde se ubica la biblioteca más próxima, podemos averiguarlo en el directorio telefónico o en el buscador de internet o en Información; pero para leer no se necesitan condiciones muy especiales, sólo hay una indispensable: desearlo. Por lo demás, podemos leer en la casa, en el cuarto, en la sala, en el comedor o en el baño, en salas o casas de lectura, en el metro, en el camión, en los parques, en los camellones, en las librerías… O en las filas del banco, en las salas de espera del médico, los laboratorios, las terminales de camiones o cualquier oficina… Leyendo, hacemos la espera más corta y agradable, enriquecemos nuestra vida y crecemos como seres humanos.

Compartamos el placer de la lectura: usemos los espacios y programas dedicados a ella, invitemos a nuestros seres queridos a leer, regalemos e intercambiemos libros y revistas, comentemos nuestras lecturas, contagiemos el maravilloso, inofensivo y placentero “vicio” de la lectura.

Mario Rey es maestro en Letras Hispánicas, escritor, editor, profesor en la UACM.

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