Opinión
Ver día anteriorLunes 21 de septiembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿La Fiesta en Paz?

País sin rumbo

S

e dice que Los pueblos tienen el gobierno que se merecen, si bien todo merecimiento o efecto de merecer, de hacerse acreedor a unas consecuencias por sus actos, antes exige intentos y acciones por alcanzar objetivos concretos.

Ahora, cuando no se hace absolutamente nada, cuando no se emprenden acciones colectivas o grupales para obtener logros específicos, por más que se aspire a ciertas realidades o condiciones, no hay mérito ni lugar para los merecimientos.

Una especie de imperturbable pasividad acompaña entonces el devenir de esa comunidad o país… hasta que algunos deciden actuar y logran modificar un estado de cosas perjudicial, injusto o desventajoso para la mayoría. Sólo a partir de acciones deliberadas aparece el merecimiento o consecuencia y un pueblo puede ser merecedor de su gobierno.

El divorcio brutal de las últimas décadas –¿cinco, seis?– entre ciudadanía y gobernantes, entre la disparidad de acciones de una y de otros, ha cancelado todo merecimiento para la sociedad mexicana y cualquier asomo de mérito para quienes han pretendido conducirla. Perdimos el rumbo y han faltado riendas para reencontrarlo.

Nos sobra solemnidad pero no hemos logrado ser serios con nosotros mismos en el sentido de alcanzar unos mínimos de sinceridad propia y con el mundo, seguimos enmascarados y con otro agravante: enmudecidos por unos poderes cuyo dominio es inversamente proporcional a su sensibilidad social.

Dos siglos de supuesta vida independiente y una centuria del inicio de una revolución abortada por propios y extraños dejan muy poco margen para celebraciones y mucho para la reflexión madura que hemos rehuido. Como nación, ¿cuándo nos fijamos rumbo?, ¿en qué momento lo perdimos?, ese divorcio entre ciudadanía y élites manipuladoras, ¿ofrece esperanzas de retomarlo?, ¿seguiremos disfrazando de apertura nuestra autodevaluación como pueblo?, ¿las vecindades incómodas son irreversibles?, ¿es inevitable el coloniaje seudoglobalizado?

A casi 500 años de corridas de toros en México la actual falta de rumbo propio es clara: práctica de origen español, involuntario pero fructífero mestizaje cultural, genuina expresión de un pueblo con exponentes y ganaderos magníficos que reforzaron una identidad, importante espectáculo de masas, decadencia premeditada, falsa modernidad y entreguismo de un duopolio millonario a figuras españolas, ante la indiferencia de gremios y público aficionado. Vaya si hemos perdido el rumbo.