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El escultor chiapaneco reconstruye 45 títulos y presenta El cuerpo del libro

Rediciones literarias en madera integran reciente muestra de Reynaldo Velázquez

Obras de García Márquez, Dante y Goethe, entre otros, en la biblioteca Miguel Lerdo de Tejada

 
Periódico La Jornada
Lunes 14 de septiembre de 2009, p. a13

Una edición deshojada de 1984 de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, llevó al escultor chiapaneco Reynaldo Velázquez (Tuxtla Gutiérrez, 1946) a reconstruir el cuerpo del libro, que ya se leía como baraja. Esta acción se convirtió en un proyecto de toda la vida.

El cuerpo del libro se llama la exposición de 45 obras literarias con sus respectivas tallas en madera, integradas a manera de portadas y contraportadas, que Velázquez presenta actualmente en la biblioteca Miguel Lerdo de Tejada (República de El Salvador 49, Centro Histórico). También se incluyen dos esculturas.

Para rehacer las ediciones, Velázquez primero las encuadernó y luego les puso relieves en la portada y contraportada, según el tema de cada libro. Más que ilustrar el volumen, el artista lo vio como la posibilidad de rescatar ciertos apuntes de dibujo de figura humana, que en un principio a veces no tenían mucho que ver con el texto, pero le permitían ensayarlo como relieve.

La muestra comprende una amplia gama de títulos, como Teatro completo I, de Jean Racine; Fausto, de Goethe; Los poemas completos, de William Blake; La divina comedia, de Dante Ali ghieri; El Quijote, de Miguel de Cervantes; El paraíso perdido, de John Milton; Pedro Páramo, de Juan Rulfo, y El otoño del patriarca, de García Márquez.

Según Velázquez, las tallas son una síntesis de los libros: No son ilustrativas en el sentido de que no aluden a una época, porque no hay ropajes, sino que todos los personajes están desnudos o son fragmentos de figura humana, que de alguna manera tienen que ver con la obra, pero no ilustran una acción que en ella sucede.

Desnudez y ensueño

Las tallas son perfectamente identificables con el estilo de Velázquez, que es figurativo, con preminencia de la figura masculina. Son personajes desnudos y oníricos.

–¿Cómo trabaja? ¿Requiere algún procedimiento especial?

–No, por lo general improviso; a veces, en trabajo sobre triplay, por ejemplo, aprovecho las diferentes direcciones de la madera, porque en ocasiones son combinaciones. Es toda una aventura, porque de repente me encontraba maderas que no estaban previstas. Siempre pongo la portada y la contraportada de madera sin pensar qué cosa voy a hacer. Ya con el tiempo se me puede ir ocurriendo lo que haré, pero a la hora de trabajar de repente descubro en la madera una capa que no estaba prevista, más clara o más oscura, o mucho más dura que la capa superficial. Puede alterarme, digamos, el dibujo, la construcción de la composición, que en relidad son minicomposiciones de todos modos.

–¿Todos los libros son de su biblioteca, o los adquirió especialmente para hacer este trabajo?

–Algunos sí, porque hay unos que tienen más de 100 años. Pero en general hago la encuadernación de lo que me cae. Encuaderno lo que voy a trabajar, aunque esté bien conservado. Prefiero agregarle las técnicas de encuadernación que conozco para que el libro tenga un carácter más completo. No estudié encuadernación, más bien he ido desarrollando una técnica personal.

Velázquez trabaja todo tipo de madera, sin embargo, tiene sus preferidas. En la ciudad de México le gusta mucho la jacaranda, que normalmente no se usa para escultura, al menos en América. Lo que tiene la madera de jacaranda es que es muy abundante. Entonces, no se altera ningún ciclo, porque por un lado uno ayuda al equilibrio de la abundancia y no afecta un bosque, por ejemplo.

En las portadas y contraportadas de sus libros-objetos predomina la caoba, de la cual hay muchas variedades, pero, sobre todo, tiene resistencia natural a la polilla.