Opinión
Ver día anteriorDomingo 30 de agosto de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El arte del pensamiento negativo
U

na comedia negra sobre un grupo de autoayuda, con un personaje minusválido liberando a sus compañeros discapacitados de la tiranía de terapias reduccionistas. Esta propuesta, provocadora y políticamente incorrecta, anima con brío y humorismo formidable el primer largometraje del noruego Bard Breien, El arte del pensamiento negativo.

La joven Ingvild (Kristi Eline Torhang), quien está a punto del colapso nervioso por las recriminaciones, chantajes y amargura que a diario le asesta su marido Geirr (Fridtjov Shaeim), parapléjico e impotente a consecuencia de un accidente, solicita la ayuda de los servicios de salud noruegos para recibir en casa a Tori (Kjesti Holmen), una exitosa terapeuta a punto de publicar un libro sobre los beneficios de afrontar positivamente todo tipo de incapacidades físicas.

A la llegada de Tori, acompañada de un grupo de sus pacientes modelo, dispuestos todos a restaurar en Geirr la confianza en sí mismo y el amor al prójimo, el energúmeno impaciente les reserva un recibimiento violento, al tiempo que los instruye y sacude con su muy peculiar manera de enfrentar su padecimiento: pensar negativamente.

El realizador noruego elabora aquí una sátira social haciendo de Geirr el intransigente antagonista de los métodos autoritarios y las soluciones simplistas que son el arsenal terapéutico de la doctora. A modo de ejemplo: los pacientes discapacitados de Tori deben renunciar a toda vida privada y exhibir en público sus insuficiencias físicas y morales; deben lanzar, en una imaginaria bolsa de desechos que llevan siempre consigo, sus rencores, odios y resentimientos, así como cualquier estorbosa expresión de sufrimiento; la terapia tiene una divisa: los cambios pequeños conducen a cambios grandes.

Con esta filosofía práctica de tres pesos, la terapeuta mantiene en virtual estado de sometimiento y dependencia anímica a su pequeño grupo de asistidos: a Marte, una joven tetrapléjica eternamente sonriente, y a su marido devorado por la culpa de haber sobrevivido ileso al accidente que ocasionó la tragedia común; a Asbjorn, sobreviviente de un infarto, sumido en el mutismo, pero dado al exhibicionismo y a la intemperancia sexual; finalmente a Lillemor, una mujer solitaria lamentándose siempre de su propia suerte, pero con preferencia, del gran desorden universal.

La confrontación del rebelde Geirr, aficionado al cine (Apocalipsis ahora y El francotirador, sus películas fetiche) y al rock (Johnny Cash, su héroe máximo), con este grupo de dolientes encabezados por Tori, la gran manipuladora de culpas, incluye las ambigüedades morales por parte de familiares que, orillados a una revelación álgida, terminan exponiendo sus propias miserias morales.

Una catarsis emocional próxima a la expuesta por el cine del danés Thomas Vinterberg, La celebración (Festen, 1998), con el universo familiar desdoblado en la conflictiva relación entre enfermos y prestadores de servicios asistenciales. El cuestionamiento de un humanismo bienintencionado, cuyos límites son la prepotencia moral y la suficiencia médica, remite al enfoque antisiquiatrico y libertario de la cinta Atrapado sin salida (One flew over the cuckoo’s nest, Forman, 1975), según Ken Kesey, sólo que la ironía es aquí más fina y los personajes muestran una complejidad más perturbadora.

Esta cinta se exhibirá el próximo jueves como parte del ciclo de Cine nórdico en la Cineteca Nacional. Mayores informes: www.cinetecanacional.net

En para el público de un cine alternativo con narrativas sin concesiones, cabe señalar la exhibición el día de hoy de una estupenda película franco-belga de 1975, Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080 Bruxelles, como parte de la programación de la Sociedad de Cine Tlatelolco, auditorio Alfonso García Robles, Centro Cultural Universitario Tlatelolco, a las 5 de la tarde.

Versión original subtitulada de tres horas 20 minutos, en 35 milímetros. Notable ejemplo de cine verdad, con el caso de una joven viuda (Delphine Seyrig), cuyas faenas domésticas sigue la directora minuciosamente, contraponiéndolas a su actividad paralela de prostituta ocasional orillada a cometer un crimen. Un estudio delicado y perspicaz de la enajenación femenina.