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Tiene 75 años y está en la lucha por expulsar al usurpador

Dionisia Díaz, la abuela de los zelayistas
 
Periódico La Jornada
Sábado 22 de agosto de 2009, p. 20

Tegucigalpa, 21 de agosto. Derecha, izquierda, golpistas a la mierda, exclama con un altoparlante una menuda mujer de 75 años, vestida de azul, que marcha con los partidarios del presidente constitucional de Honduras, Manuel Zelaya. Es Dionisia Díaz, veterana de las lides obreras en Honduras.

Estuve en la huelga del 54 y ahora contra estos malditos golpistas que han asaltado, han secuestrado la democracia, dice la mujer, colocándose el altoparlante bajo el brazo, antes de que parta la movilización antigolpista.

En las marchas del Frente de Resistencia contra el Golpe de Estado del 28 de junio se ve con frecuencia a la misma gente: no sólo a los dirigentes, sino la gran masa que lleva 44 días en las calles de la capital. Una de las que no falta es Dionisia Díaz.

En la huelga del 54 perdí a mi esposo. Para huir de la represión, la gente se refugiaba en las montañas y él se fue a la montaña y nunca regresó, relata la mujer, que en ese entonces tenía 20 años.

La huelga de 1954 es reconocida como la mayor gesta de la lucha popular en Honduras. Fue un movimiento en la costa norte del país contra las trasnacionales bananeras que ponían y quitaban presidentes y finalizó con las mayores conquistas de los obreros.

Y 55 años después, esta mujer originaria de El Progreso, departamento de Yoro, ciudad rodeada aún por las plantaciones bananeras y situada a 240 kilómetros al norte de Tegucigalpa, enarbola de nuevo la bandera de los obreros.

A diario, Díaz, quien tiene cinco hijos, 18 nietos y siete bisnietos, es de las primeras en llegar a la Universidad Pedagógica Nacional, en el este de Tegucigalpa, donde empieza a motivar con su altoparlante a los demás congregados para la movilización.

No vamos a detener esta lucha hasta que el golpista de Roberto Micheletti deje la presidencia al verdadero mandatario que elegimos los hondureños, que es Jo-sé Ma-nuel Ze-la-ya Ro-sa-les, dice con énfasis en cada sílaba.

Conozco bien a Micheletti. Es de origen italiano. Era chofer de autobús, después tuvo una empresa de omnibuses y ahora es un gran empresario, que ha hecho lo peor: participar en un golpe de Estado, se queja la mujer.

Desde el 28 (de junio) andamos aquí y no vamos a parar, sentencia la mujer, que se gana la vida con la venta de zapatos y ropa como comerciante informal.