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Yo estuve ahí, y los vi, porque también me dispararon

Temen por su vida testigos de la masacre; muchos preparan éxodo
Corresponsal
Periódico La Jornada
Sábado 8 de agosto de 2009, p. 3

Acteal, Chis., 7 de agosto. “Nosotros estamos seguros: ellos los mataron; ellos los mataron y yo estuve ahí, y los vi, porque también me dispararon.

Quedé tirado pero los oía y sé quiénes son, porque de por sí nos conocemos, porque somos de estos parajes, explica Victorio Vázquez. El hombre, de 57 años, originario del poblado Queshtic, fue uno de los sobrevientes de la masacre del 22 de diciembre de 1997. Ahora que la Suprema Corte de Justicia de la Nación analiza la posible exoneración de quienes se encuentran encarcelados acusados de ser los autores materiales de la matanza, el anciano expresa que se siente muy indignado, con temor y miedo de que cuando salgan nos vengan a matar porque ya nos han amenazado por haberlos acusado que ellos fueron.

Sentado en la puerta de su vivienda de madera, en el poblado Acteal, el hombre asegura que no hay un posible error al haber sindicado a los más de 80 indígenas de Chenalhó, quienes actualmente purgan una condena por los delitos de homicidio y lesiones calificadas.

Los vimos, los conocimos porque no tenían la cara tapada. Si salen yo ya no voy a salir a trabajar porque las dos veces que he visitado el penal El Amate (donde están recluidos), me han dicho directamente que me van a venir a matar.

En otra vivienda, Marina Guzmán Pérez, quien se hizo cargo del niño Efraín –que tenía cuatro años cuando sucedió la masacre, y resultó herido en la mandíbula, en tanto que su madre perdió la vida–, explica que el ahora adolescente asegura que si los detenidos por la masacre recobran la libertad, él se irá a vivir a otro lugar.

Dice que se va a ir para siempre de aquí; tiene miedo porque quedó muy mal de la quijada. Lo que yo quiero es que no salgan, porque hay algunos que nos amenazan; aunque son predicadores de la palabra (pastores evangélicos). Tenemos temor de que si los liberan nos van a atacar de nuevo, narra la mujer, que no puede contener el llanto.

Por su parte, Manuela Pérez Guzmán, de 45 años, quien también habita en el poblado Acteal, pide: que por favor se haga justicia, porque ellos fueron los que nos dispararon; yo cada que camino por el paraje los recuerdo y me viene el temor. Mi hijo murió porque nos desplazamos para que no nos mataran y le dio una enfermedad y no lo pude sacar al médico. Ahora estoy muy preocupada porque van a liberar a los paramilitares, y de por sí yo no he retornado a mi casa en Queshtic, y no he regresado a mi vida, allá tenía mis cafetales, mis plantas. Nunca voy a recuperar mi casa y me voy a morir acá.

Más violencia

Sebastián Pérez Vázquez, presidente de la Sociedad Civil Las Abejas, organización a la que pertenecieron los muertos de Acteal y en la que siguen militando los sobrevivientes, refiere que hay un sentimiento generalizado de miedo y preocupación.

“Es como si en nuestro país no existiera la ley. Las Abejas siempre hemos luchado en favor de la paz, y los paramilitares nos querían obligar a que les cooperáramos para comprar armas y luchar contra los del EZLN, por eso las autoridades de gobierno les dieron las armas, y los policías los custodiaban. Ellos prepararon bien la masacre y por eso nos duele que ahora sea como si no existiera la ley en nuestro país y quieran dejarlos en libertad.

“Si los liberan –añade– pueden generar más violencia, más desplazamientos. Algunos ya dijeron que van a volver a desplazarse si salen de la cárcel los paramilitares. Entonces ¿dónde está la ley?, ¿dónde está la justicia?, ¿cuándo van a hacer justicia contra los autores materiales?”, se cuestiona el dirigente indígena.