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Ver día anteriorSábado 8 de agosto de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El retorno de los brujos: colgar milagros a la unidad
E

l tema recurrente para explicar el triunfo del PRI o las derrotas de PAN y PRD en las recientes elecciones, es el de la unidad.

Es evidente que haber encontrado un camino inclusivo basado en la definición de las candidaturas, sobre todo por parte de los gobernadores, evitó que el electorado priísta se fragmentara. También ayudaron los acuerdos explícitos aunque no públicos con algunos poderes fácticos como las iglesias –los votos en contra del aborto de varias diputaciones locales priístas– o con las televisoras, gracias seguramente a los oficios del gobernador Peña Nieto y a la alianza misma con el PVEM. Pero el verdadero factor de unidad en el priísmo siempre ha sido el mantenimiento del poder o su acceso. Esa narrativa precisamente fue construida entre 2007 y 2008 sobre la base de triunfos reales en algunas entidades federativas.

En el PAN la intervención directa de la Presidencia de la República en los procesos internos, más una campaña agresiva y de confrontación directa, que rindió al principio buenos frutos, se esgrimen como los hechos que ahondaron la división en el PAN. Respecto a lo primero, sería mejor que la dirigencia panista construyera el argumento, por demás plausible, que el Presidente en turno en cualquier régimen democrático es casi por definición el líder de su partido. La ambigüedad y falta de transparencia con la que se han tratado estos asuntos crean más irritación y división que si el tema fuera encarado abiertamente ante la militancia panista.

En el PRD es evidente que la profunda escisión entre la corriente de Jesús Ortega y la que encabeza AMLO está, se dice, directamente vinculada con la estrepitosa caída de lo que en 2006 fue una existosísima alianza electoral. Hace algunos meses José Woldenberg propuso, con razón, que quizás valía la pena pensar en algo así como un divorcio civilizado. El divorcio parece ser real. Lo civilizado quién sabe.

Sí, la unidad o la división jugó un papel importante en los resultados electorales de 2009. Sin embargo no me parece que este sea el único reto de cara al 2012.

Por un lado, porque no hay que olvidar que tomando como referencia el padrón electoral completo, los tres partidos gobiernan desde una base electoral muy disminuida. Se argumenta que en democracia gana el que tiene un voto de más. Correcto. Pero no es lo mismo ganar –para efectos de credibilidad y capacidad de maniobra–, con el 60 por ciento del voto efectivo que con 40 por ciento.

Por otro lado, el segmento de los votantes independientes tiende a crecer conforme la ciudadanía no se sienta representada por los tres partidos principales. La volatilidad del electorado es amplia. Por tanto, más allá del voto duro –que se garantiza con la unidad interna–, se requiere la convocatoria al voto independiente, que sólo se logra con estilos de quehacer político y con nuevas narrativas.

Finalmente cada formación política tiene que asegurar su cohesión interna.

En el PRI el tema es cómo establecer una fórmula política para las elecciones presidenciales que incluya notablemente a los equipos de Peña Nieto, Beatriz Paredes y Manlio Fabio Beltrones. También requieren resolver un problema no menor con la corriente magisterial de Elba Ester Gordillo, con quienes algunos gobernadores priístas han establecido puentes.

En el PAN el tema central es cómo recuperar las plazas perdidas en el estado de México, Nuevo León, Jalisco, SLP, Yucatán y Querétaro, al tiempo que expande su base electoral en el centro y el sur del país. Además de contar con un candidato presidencial creible.

En el PRD dos temas claves. Sobre qué bases renovar al FAP, si es que tiene algun futuro. Más importante es responder a la pregunta de si es realista pensar en un frente de izquierdas para 2012. Deseable lo es. Pero buena parte de las izquierdas sociales se sienten alejadas de los partidos de izquierda.