Opinión
Ver día anteriorMartes 28 de julio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Carrillo Gil ¿arte y vida?
S

itúo entre interrogaciones el título de esta nota porque la muestra, en estricto sentido, no es una exposición de arte. Está por demás discutir aquí que todo puede ser arte si los intermediarios (específicamente los curadores) así lo designan y esa es cuestión que no se discute. Aquí se documenta principalmente el performance, que desde luego es arte, buen arte o no tanto. Pero resulta que varios de los artistas representados sí produjeron objetos y son bien conocidos por el público afecto a visitar exposiciones. Se extrañan éstos, más si se trata de fetiches.

Igual que en otras muestras temporales presentadas en Carrillo Gil, arte y vida (vigente hasta mediados de agosto) es una muestra documental armada con inumerables fotografías de ocasión, prensa, videos –un poco deslavados varios de éstos– y si acaso un par de objetos, entre éstos un sofá destripado de Rafael Montañez, vecino al video que ofrece la destrucción de un piano. La curadora es Deborah Cullen y la exposición proviene del Museo del Barrio, de Nueva York.

Que se documenten acciones llevadas a cabo por los autores tiene valía histórica. Pero al espectador (a mí en lo particular) puede sucederle que prefiere adentrarse en ellas mediante un libro, más que verlas convertidas en obras con elementos que no apelan a su posible estética, por bien seleccionados y ordenados que estén. La secuencia se vuelve monótona y la sensación que desencadena es de aburrimiento y, además, en algunos rubros de confusión.

Las vidas y las peripecias de ciertos artistas son más interesantes que lo que se exhibe, y por eso digo que hubiera sido conveniente exhibir, siquiera fuere, algunas de sus incursiones que en general corresponden a tridimensionales, objetos encontrados y desde luego dibujos.

El creador de La Pocha Nostra –taller de performance en San Francisco– Guillermo Gómez Peña, radica en Estados Unidos desde 1978, participó en el Festival Internacional Cervantino de 2004 y además estuvo presente en ARCO (Madrid) en 2005. Es artista interdisciplinario y ha trabajado en mancuerna con muchos otros, entre ellos, con Demián Flores. Su versión de la condición amerindia corresponde a la visión de su persona, acompañada de la cubana Coco Fusco, en una jaula. Son objetos de visión por parte de los asistentes a ese adminículo de zoológico, y desde luego que eso guarda sentido al aliarlo a la sociología, a las condiciones fronterizas y a las llamadas reservas humanas. Pero es tal el número de participantes que las presencias se diluyen. Son tantos que, quienes entre ellos son o fueron notables, parecen casi indistinguibles.

La muerte de la artista cubana Ana Mendieta, ocurrida en 1985 (ella tenía unos 37 años) causó conmoción, debido a qué cayó de un edificio de Greenwich Village en Nueva York y todavía se discute que fue lo que sucedió. Estuvo en México y pudo regresar a Cuba a principios de los años 80 del siglo XX. Ella formó parte del exilio cubano que tuvo lugar hacia 1961, justo cuando la Revolución, con Fidel a la cabeza, tomó los lineamientos definitivamente socialistas. Tal vez, de quedarse en Cuba, le hubiera ido mejor, pero eso es pura conjetura. Mendietta fue una artista muy viajada y celebrada, y no sólo por sus performances, sino igual por sus esculturas y objetos tipo Sábana Santa de Turín.

Se le recordó aquí en una exposición itinerante que llegó al Museo Tamayo, en 1999. A su vez, The New Museum of Contemporary Art de Nueva York la homenajeó con una retrospectiva en 1987 y han corrido ríos de tinta sobre su trayectoria a partir de que cuando niña salió de Cuba en la operación conocida como Peter Pan.

El brasileño Helio Oiticica (1937-1980) murió en su país de origen de un infarto. Fue uno de los exponentes más notables del neoconcretismo y su presencia en la X Documenta Kasel, donde se exhibieron sus coloridos Bólidos y Parangoles fue muy celebrada, debido a la conjunción arte povera y minimalismo que le fue característica.

Tunga, otro brasileño notable, fue discípulo suyo, pero al igual que sucede con Felipe Ehrenberg, su presencia queda demasiado entremezclada.

Vemos una fotografía de Pepo Coto, en la que el performancero arrastra una cauda de madera, mientras transita por la calle. Pero, Marcos Kurtycz, mucho más interesante en el ámbito peripatético, no está representado. Otros ausentes son Maris Bustamante y también Manuel Marín. Por tanto, creo que la selección no cumple perfectamente con su propósito, al menos como acopio de referencias.