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Cartas
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Onetti, en los años 40 del siglo pasadoFoto Tomada del volumen
M

i querido Julio:

No tengo esperanzas acerca de la extensión de esta carta. Pero supongo que si puedo hacerla durar nos vamos a divertir. Como hoy era mi día libre dormí hasta aburrirme, me desperté y volví a dormir y a despertarme y dormir hasta que el portero estuvo llamando sin que yo le abriera y al fin se resolvió a tirar su carta por abajo de la puerta. La leí y volví a dormirme, más contento. Después me levanté, fui a comer, eran las cinco de la tarde, y seguí hasta Reuters, mi inconfesado vicio. Tomé café, di órdenes, recogí unos papeles, hablé por teléfono y me vine. También recogí una cinta de máquina para cambiársela a esta decadente portátil a la que no puedo encontrar la marca por ningún sitio, que se me antoja muy parecida y contemporánea a la suya, y que me prestó una mujer. Después llegó otra mujer que tenía una cita de amor conmigo. Tomó un trago de whisky, hizo té, metió debajo de la última sábana un sifón, una caja de tabaco, un cinturón y un cepillo y la entrevista de amor se fue al diablo porque mientras yo le decía que no me molestara descubrió su carta, se puso a leerla y se rió tanto tiempo de las burradas de los traductores que se acabó el tiempo que podía concederme. Así que me dijo: sos un burro pelón, me mordió el labio y se fue. Entonces, como eran las ocho de la noche y mi día libre, me puse a escribir en la portátil la novela más novela y más mejor de la época, de la que van cuarenta carillas a máquina y promete necesitar doscientas. Escribí desde la treinta hasta la cuarenta porque soy fecundo y la cosa (novela en cuestión) me gusta. Pero había una botella mediada de whisky y ahora sólo queda un octavo. In octavo, querido Julio y no tengo ya nada para fumar y un hambre terrible. Frente a mí estuvo todo el tiempo y sigue estando un retrato del abajo firmado que aunque mejoraba un poco porque es Bellas Artes desde la esquina de enfrente, tiene un apreciable parecido con el autor de la presente. Es un retrato una vez y media el tamaño del original. Claro que también tengo (suprimí los acentos porque están a contramano en esta máquina), un autorretrato de Cézanne en otra pared y un retrato fantasma de María Julia hecho por Payró en una noche en que se sintiera chapaleando sangre. Pero lo que importa es el retrato, uno y medio del Sr. Onetti. Procedimiento de primera, poner el retrato enfrente y decirle. “Ahora vos trabajás, dulce corazón. Te hacés muy el pifurito mirando de cotelete, sabiendo que te hicieron un trabajo planchado que nunca tuviste. Pero se acabó el chimento y hay que laburar. Ahí van las comillas. Entonces uno trabaja y cuando se cansa lo mira al Rudy Valentino del retrato y le dice Agachá el lomo, corazón. Y el retrato empieza a cansarse y uno se queda tan fresco y se escribe diez páginas sin fatiga. Recomiendo el Procedy. En cuanto a María Julia, lo que me ha partido por el eje como consecuencia de la ininteligente actitud de la criatura es lo que trataré de explicar si puedo. Yo soy un tipo sin relación con el mundo. El cerebro no me da para entender de verdad lo que estoy viviendo, las gentes ni las cosas ni un corno. Todo me resulta como entre sueños y no hay forma de despertar. Toda mi comunicación con el mundo la establecía a través de ella y perdida ella no hay caso, no hay ersatz.

Esto me tiene mal; en consecuencia, tengo que escribir y escribir y escribir. Por otra parte, estoy enamorado de M. J. pero no tengo ni la más pequeña necesidad de verla ni de decirle so long. No tengo, en realidad, necesidad de ninguna persona y esto no me envanece; más bien me preocupa un poco porque imagino armonioso al universo y debe haber un inflexible toma y daca al que le estoy haciendo la aguja, y no impunemente. Querido Julio: le prometo echar esta carta al correo, sin revisarla, mañana. Así usted también se divierte, porque yo estoy contento al escribirla. En fin, la novela que estoy escribiendo es una de esas cosas pertenecientes a esa clase de cosas que cuando uno las hace no tiene necesidad de consultar al vecino para saber si están bien. No hay voz ni voto para la oposición como el Eclesiastés es que se ha vuelto un asno gris. Y nada más.

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Portada del libro, publicado por EraFoto Tomada del volumen

***

26 enero 1942

Querido Julius:

Claro que yo debo carta. No me dediqué a contestarle de inmediato lo referente a doña Amalia Polleri de Viana y el envío de las fotos porque la nombrada señora me dijo que ya se había ocupado una persona de Baires, amigo de Urruchúa, creo, de darle eso a usted. Sepa dios a quién le han mandado. Le debo carta, sin embargo, y sin embargo es absurdo que usted, que puede tener cosas dignas de contar y ser leídas las regatee por tan poco convincente motivo. En los últimos días me he puesto a escribir con regularidad haciendo amables good byes a dulces damiselas porque quiero terminar antes de primavera un novelón del que creo haberle hablado. Además, trabajo en Reuter en asuntos de representación que todavía no han empezado a marchar pero que lo harán pronto, porque quiero comprar un terrero en alguna playa, lejos, hacer un rancho, conseguir veinte o treinta pesos mensuales de renta y so long. Es la sustitución de Tahití. No me he convertido en un hombre triste y siento deshacerse azúcar en mi corazón; tengo 32 años; salud a prueba de whisky nacional; libertad en Reuter y en mi vida privada (privada de varias cosas que no es necesario enumerar); escribo con el mismo élan que hace diez años y, en relación a lo que aspiro a hacer, estoy contento de la actividad de mis células grises integrantes del equipo literario; no tengo ambiciones; no tengo remordimientos; no necesito de ninguna persona. Alcanza como demostración de que el balance es favorable. Debo agregar: falta absoluta de fe pero esto no sé en qué columna del balance debe figurar. ¿No es un disparate que uno pierda su tiempo –aquí perderlo equivale a ocuparlo– se complique la vida y el hígado a causa de cosas por las que no tiene amor y ni siquiera lo distraen o divierten de la sonata final? Usted me da la razón y piensa que lo peliagudo es tener la fe que se necesita para lograr la casa en la arena, habiendo yo manifestado en líneas anteriores, etc. ¿Qué le voy a decir? Tiene razón. Pero hay circunstancias que prometen permitirme realizar eso sin sacrificio mayor y desgaste de paciencia y voluntad. También puedo anticiparle que si logro eso sobrevendrá alguna catástrofe que lo echará todo al diablo. No porque sea yo un tipo perseguido por la mala suerte, al contrario, he tenido siempre una endemoniada y favorable estrella. Pero la experiencia, objetivamente estudiada, demuestra que no debo planear nada, que debo vivir al día en toda clase de cosas. Todas las veces que he querido construir deliberadamente, pocas veces fueron, fracasé. Nunca, por esto, oyó el destino o el corno que sea una mala palabra de mi boca. Es decir, puede ser que lo haya puteado, pero siempre amistosamente, con simpatía, como a un amigo que se entromete en nuestra vida con el loable fin de favorecernos. Naturalmente que queda el amor; pero en este terreno sólo puede arrastrarme la pasión ardiente y sólo puede, ahora, hacerme arder de pasión alguna desconocida muchachita, virgen en cuerpo y alma y de pies a cabeza y resuelta a perder todas las virginidades exclusivamente conmigo. De modo que mientras ella termine de lactar puedo irme a la playa y escribir.