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La música más mundana de las esferas
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Goran Bregovic en Oaxaca, abril de 2008. Tocó con niñas y niños mixesFoto Pablo Espinosa
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Periódico La Jornada
Sábado 18 de julio de 2009, p. a15

Hace poco tiempo, bajo una lluvia que nunca cesó y ante una multitud enfebrecida con música volcánica, el músico balcánico Goran Bregovic exclamó, conmovido: hay momentos que uno vive con tal intensidad que quedan para siempre en la memoria. Nunca olvidaré estos 10 días en que hicimos música para México.

Lo dijo frente a una orquesta única en el mundo: los integrantes de su Banda de Boda y Funeral y la Banda Filarmónica Mixe, integrada por niñas y niños provenientes de distintas comunidades oaxaqueñas, donde mora el misterio de la música.

Compases de siete, nueve y hasta 13 octavos, una polirritmia bestial, desenfrenada salía de las trompetas de los serbocroatas y eran de inmediato contestadas por los niños mixes, los mejores alientistas del país.

Las llamadas celestiales del Misterio de las Voces Búlgaras, encarnado por Ludmila y Daniela Radkova colocaban la voz hacia arriba para luego deslizarla hacia los lados, en un prodigio canoro que solamente las aves, las sirenas y los seres mitológicos más bellos pueden hacerlo.

Si antes de esa visita a México Goran Bregovic era un héroe, el furor por su música creció aún más luego de esos conciertos, tan apoteósicos como inolvidables.

Su discografía ya era para entonces inmensa. El más reciente de sus discos en ese entonces era su versión gitana a la ópera Carmen, de Bizet. Su gira la tituló igual del que sería su siguiente disco, Alcohol.

La noticia ahora es que, cosas extrañas del mundo del disco, ese álbum nuevo no ha llegado todavía, aunque se consigue por otras vías. El que sí llegó a los estantes de novedades discográficas se titula Welcome to Goran Bregovic, una antología sensacional de esa música de megatones, adrenalina, alegría pura.

He aquí, en este álbum, el summun de la música gitana en la versión balcánica, telúrica, irresistible, de Bregovic. He aquí el esplendor de las notas sucias (dirty notes, la quintaesencia del blues), el sentido de la declaración que hizo en entrevista con La Jornada en esa ocasión Goran Bregovic: tocar afinado, perfecto, no me parece humano. Yo sé que mi papel en este mundo no es tan importante como el de un cirujano que hace operaciones a corazón abierto. Yo nada más hago música. Porque la música no es para muchos algo tan importante como la comida y el sexo. Para muchos la música es inútil. Para mí, no. Tampoco para mucha gente. Porque la música nos hace muy felices. Nos recuerda que somos personas libres.

Junto a éste, que es entonces el nuevo disco de Bregovic en México, así se trate de una recopilación, esplenden dos novedades de toda novedad: Music we are, bello título que conecta (causa-efecto) en su sentido más profundo con el de Bregovic: Música somos, porque se trata de un ejercicio profundo de placer.

El maestro baterista Jack DeJohnette toma una simple y vulgar melódica para abrir el álbum con una melodía de encanto definitivo, (“very catching”, dice él en el segundo disco de este álbum, pues es doble, y es un devedé), una de esas haunting melodies, o melodías de encantamiento que suenan a tango y al mismo tiempo a África, y el sentido lo amplifica el bajo acústico de John Patitucci y el piano caribeño de Danilo Pérez. Puros maestros. Placer puro.

Pero eso no es todo, el nuevo disco del Kronos Quartet, Floodplain, integra música de Egipto, Líbano, Azerbayán e Irak, entre otros países, en un proyecto fascinante, como los que acostumbra este agrupamiento de culto y que también atrapa multitudes. Destaca el colectivo palestino de hip hop y electrónica Ramallah Underground y la compositora serbia, otra vez causa-efecto, Aleksandra Vrebalov.

La música es redonda, porque refleja a nuestro planeta. He aquí tres discos para confirmar cómo suena una esfera, cómo es la música de las esferas más mundana, exquisita, placentera.