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Presentó su trilogía Qatsi en el encuentro internacional de cine documental Escenarios

La tecnología nos ciega, porque estamos inmersos en ella, comenta Godfrey Reggio
Foto
Fotograma de la cinta Powaqqatsi
 
Periódico La Jornada
Lunes 13 de julio de 2009, p. a13

Godfrey Reggio era un monje salesiano cuando la película Los olvidados le cambió la vida. Hoy es un cineasta de culto cuya trilogía Qatsi, a su vez, ha marcado a numerosos seguidores en distintos países, entre ellos México, como se vio durante su reciente visita al séptimo encuentro internacional de cine documental Escenarios, en el que también impartió una clase magistral.

Para mí, el cine es como fuego, es como estar sentados alrededor de una fogata: está oscuro y está iluminado por el milagro de la electricidad, contó el estadunidense Reggio, en plática con La Jornada. Y claro alrededor de esta fogata se narran historias.

“Los seres humanos somos atraídos por la luz como palomillas. El sol es la luz, y, a mi parecer, el sol ahora es remplazado por la tecnología. La tecnología es el nuevo sol, y cualquiera sabe que si miras directo a los ojos del sol te puede volver ciego, y nosotros nos estamos volviendo ciegos por ver a los ojos a la tecnología, así que ya no podemos ver el mundo en el que vivimos. Está tan presente, que es inobservable. Einstein dijo que los peces serán los últimos en conocer el agua. Nosotros seremos los últimos en conocer la tecnología, estamos nadando en ella, no tenemos ni idea de dónde estamos.”

La entrevista se llevó a cabo sentados en el piso de la entrada a una sala de la Cineteca Nacional, antes de una función de la tercera película de su trilogía: Naqoyqatsi (2002). Momentos antes de entrar, dijo: Me acabas de dar la idea de cómo introducir esta película.

Y sí, ante un nutrido público que lo recibió con un caluroso aplauso, dijo: “Esta trilogía, Qatsi, es acerca del nuevo sol, el sol que está tan presente que no lo podemos ver”. Y más adelante: Koyaanisqatsi (1983) es sobre la hiperindustria y tecnología del hemisferio norte; Powaqqatsi (1988) es en torno de las culturas del sur, “las culturas hechas a mano, que crearon sus propios mundos. El mundo del norte se está comiendo al del sur. Naqoyqatsi, el tercero, es sobre el momento globalizado que vivimos. El lema de esta cinta es ‘una manera, un mundo, un pueblo, una idea’, el tecnofascismo. Uno de los poetas que más me inspiran, Octavio Paz, tiene un libro de ensayos que se llama Una tierra, cuatro o cinco mundos, porque tenía la sabiduría de darse cuenta de que la belleza del mundo está en la diversidad”.

Naqoyqatsi significa, en hopi, guerra, violencia y civilización. Aplicamos los estándares occidentales para hablar sobre los pueblos indígenas, por qué no hacer lo opuesto, se propuso Reggio. Los hopis dicen que todo lo que los blancos llaman normal ellos lo denominan anormal; encontré alguien que podía entender. Busqué una cultura con más profundidad que las civilizadas. En hopi, civilización y violencia son intercambiables. Reggio buscaba mil imágenes (el documental es eso, imágenes) que tuvieran el poder de una palabra. La cosa más radical, más allá de la revolución, es renombrar el mundo. Paulo Freire fue enemigo de la junta militar brasileña, pero él no hacía explotar bombas, alfabetizaban a la gente. Alfabetizar significa, para la mayoría de nosotros, poder leer un libro; para Freire significaba leer el mundo en el que vives. Cuando puedes hacer esto, tienes el poder de renombrar tu mundo.

Imágenes como locaciones

Naqoyqatsi fue filmada con imágenes de archivo, de ahí que el director diga que las locaciones son en sí mismas las imágenes. Esta película no fue filmada en el llamado mundo real, sino en el mundo que nos rodea, pero que somos incapaces de ver: el mundo de la imagen, de la omnipresente imagen. Debido a que aprendemos con lo que ya sabemos, mostraré imágenes que han visto, pero que fueron reanimadas por la tecnología.

En 1954, Reggio entró a la orden salesiana en Luisiana. En 1968, en Santa Fe, Nuevo México, la abandonó. En 1965 ya había tomado sus últimos votos. Debido a su labor con pandillas callejeras (lo que tengo que agradecer a Buñuel), le pidieron que se saliera. Como todas las instituciones, mientras más te alejas de su fundación, más pierdes el espíritu de su fundador, se institucionalizan. Se salió de la orden y fue sepulturero, quería hacer algo, lo más humilde posible. Pero el trabajo era demasiado extenuante y después de seis semanas lo dejó.

Finalmente se dedicó a la organización social, con estudiantes, pandilleros y clínicas de salud. Hasta llegar al cine.