Opinión
Ver día anteriorMartes 7 de julio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Elecciones 2009: ¿antipolítica?
E

n el contexto del debate y análisis que suscitó la corriente del voto nulo se utilizó la expresión antipolítica para calificar las críticas al funcionamiento real de todos los partidos. A primera vista me pareció cuestionable el reduccionismo presente en la descalificación, el cual se lleva al extremo de ubicarlo como antidemocracia representativa. El asunto toma dimensiones preocupantes cuando leo a otro analista opuesto al chavismo en Venezuela, quien establece paralelismos entre los críticos a las prácticas de la democracia que implica a las elecciones y aquellos que postulan el complemento de la democracia participativa que entrañan los plebiscitos y referendos, y se concluye llamando a todo ello antipolítica.

En primer lugar, no aceptar que la democracia representativa se convierta en continente y contenido de la democracia plena no convierte a nadie en enemigo de la democracia ni le causa propensión al autoritarismo. En la ya lejana mesa de San Andrés Larráinzar, en Chiapas, se debatió ampliamente sobre la necesidad de buscar la coexistencia de la democracia representativa con la participativa o directa o comunitaria. Hubo quienes pensaban que el voto a mano alzada, como llamaban a las asambleas comunitarias, significaba un retroceso para la democracia, decían, que tanto trabajo nos ha costado.

El asunto no se agota en el ámbito de las formas propias de organización social y política de los pueblos indígenas, porque es una amplia demanda de la ciudadanía la inclusión, por ejemplo, del plebiscito, referendo e iniciativa popular que gran cantidad de países han establecido.

El desvarío de la calificación de antipolítica tiene además otros sesgos. Uno, que es paradójico y en el que nadie repara, es que los seguidores y promotores del voto nulo están utilizando los mecanismos de la democracia representativa al acudir a las urnas y votar, o no votar, como ellos decidan. La cerrazón de la clase política es tal que ahora resulta que sólo es políticamente correcto si votas por un partido, y no dan cuenta que este movimiento, el del voto nulo, algo debería indicarles acerca de la profunda crisis que sus prácticas han generado en la legitimidad de sus instituciones. Lo que resulta evidente es que la abstención no les incomoda, para eso han cuidado que las normas electorales la conviertan en irrelevante.

Otra idea sumamente peligrosa que subyace en la intolerancia de los defensores de la vía electoral, per se y más allá de sus prácticas, es que están acercando los extremos de sus críticos con las vías no pacíficas. Lo grave de estas lecturas y mensajes es que profundizan la distancia con los movimientos sociales esencialmente pacíficos, que deberían ser aliados, en especial de los partidos considerados de izquierda en su amplia gama, que en ocasiones con justeza se afirma que han perdido tal característica.

No parece casual que a diferencia de sus primeros días, ahora el PRD no tenga, como entonces, una activa comisión de derechos humanos.

Es increíble que inclusive el Banco Mundial, en su Indicador de gobernabilidad global 2009, reprobó a nuestro país en cuatro de los seis índices que lo forman: estabilidad política y ausencia de violencia, estado de derecho, rendición de cuentas y participación ciudadana y control de corrupción. Sólo lo aprobó con un margen escaso en calidad regulatoria, calidad de la burocracia y efectividad de gobierno. Cualquier cosa que esta calificacion signifique (Reforma, 30/6/09); ya ni qué decir de los auténticos indicadores de la crisis, como sería el caso del desempleo, entre otros.

No parece muy promisoria la composición que se perfila en el Congreso, así que seguramente será el camino de la movilización social el que deba transitarse para impedir las reformas que vienen, en especial la del IVA a medicinas y alimentos, en la que de nuevo se insiste antes que gravar seriamente al capital y detener la tentación de las alianzas de las y los legisladores ajenos formalmente al PRIAN, pero en ocasiones proclives a mostrar su vocacion de poder como le llaman y dar la espalda a los sectores mayoritarios afectados por la profunda desigualdad.

Así, después de la jornada electoral deberían seguir los balances no solamente de cara a 2012, sino al proyecto de nación que se enarbola. Ojalá que ésta sea la tónica y no el ajuste de cuentas. No podemos seguir sólo atados a coyunturas y periodos electorales. Y remarco, sólo a ellas, no sin ellas, para que no se siga con el camino de la llamada antipolítica. Al contrario, cuando los resultados electorales queden firmes ya se verá qué mensajes mandó la ciudadanía, incluida la anulación del voto.

Ojalá se tenga esa apertura y se tomen decisiones en consecuencia, sobre todo insistiría desde la aspiración de izquierda, porque de consolidarse el bipartidismo del PRIAN nos ubicaríamos en una lógica abiertamente regresiva.