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Querían modernidad, pero nadie pidió el fin del Estado teocrático

Algunos pensaron que era tiempo de cambiar régimen; no lo era

Estados Unidos lleva mucho tiempo equivocándose. Cuando siendo presidente Jatami, un reformista moderado, propuso el diálogo de las civilizaciones y la ONU lo aceptó, George W. Bush lo humilló y lo dejó descobijado. Reforzó a los conservadores.

 
Periódico La Jornada
Jueves 2 de julio de 2009, p. 15

“Los jóvenes del movimiento cívico son los cachorros de la revolución islámica. Esta generación creyó que era el momento para dar el gran paso a la modernización. Pero, ojo: en las manifestaciones nadie pedía el fin del Estado teocrático. Nadie cruzó esa línea roja. No es la revolución de colores de Ucrania, Georgia, Kirguistán. En las noches, los jóvenes en las azoteas de los edificios gritan: ‘Sólo Dios es grande’.”

Luis Ortiz Monasterio, diplomático que antes representó a México en Colombia y que negoció directamente con el líder de las FARC, Tirofijo; que durante su estadía en Teherán cultivó una rica amistad con varios ayatolas y que culminó su gestión en Irán trayendo a México la gran exposición Persia: fragmentos del paraíso, en el Museo Nacional de Antropología, menciona la secuela que podría dejar el reciente episodio iraní, en el que se puso en evidencia el choque entre clérigos de gran importancia, el líder supremo, ayatola Alí Jamenei, y los ex presidentes Muhamed Jatami (1997-2005) y Akbar Rafsanjani (1989-1997), que son hoyatoleslam, un rango menor en la jerarquía chiíta.

Todo esto ha dejado muy vulnerable el intrigante mundo del clero. Está por verse: si la familia revolucionaria no se pone de acuerdo, habrá consecuencias tremendas para Jamenei. Insisto: Estados Unidos lleva mucho tiempo equivocándose. Cuando siendo presidente Jatami, un reformista moderado, propuso el diálogo de las civilizaciones y la ONU lo aceptó, George W. Bush lo humilló y lo dejó descobijado. Reforzó a los conservadores. Yo siempre dije que fue Bush quien le dio el voto a Ahmadinejad.

Los roles que juegan los clérigos en la política persa, aclara, “no son como se imaginan aquí. Por ejemplo, el ayatola Jamenei no es el tatamandón, como lo entenderíamos en México, sino un árbitro entre las distintas fuerzas políticas. Estos mulás y ayatolas son los que hacen la revolución islámica, primera generación. Segunda generación es Ahmadinejad, hijo de una familia proletaria, fogueado en la guerra contra Irak”. Su juventud fue muy sacrificada, no como la de las nuevas generaciones.

La juventud de hoy está muy expuesta al mundo occidental. Las mujeres han tenido preferencia en el sistema educativo. Hoy hay más mujeres que hombres graduados en las universidades del país, incluyendo las tecnológicas, que son superestelares en temas nucleares, desarrollo agrícola, cibernética. Los persas son, por historia, orgullosamente científicos desde su renacimiento. Son émulos de su precursor Avicena (Ibs Sina).

Una señal de apertura que no fue

–¿Qué quieren esas nuevas generaciones? ¿Separar el Estado de los clérigos?

–No necesariamente. Quieren un Estado moderno, libertades sociales. Se cuestionan qué hace una revolución islámica en pleno siglo XXI. Esto debaten los jóvenes urbanos, clasemedieros, que vemos en Internet. Hay otra juventud que está en el campo, en la mezquita, en el oasis, en el mercado. Es la base de los creyentes que votaron masivamente por Ahmadinejad.

–Lo apuntaba Robert Fisk en alguna de sus crónicas. Las movilizaciones que reportaron los medios extranjeros ocurrieron sólo en Teherán.

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Luis Ortiz Monasterio, durante la entrevista con La Jornada, el lunes 22 de junioFoto Cristina Rodríguez

–En el norte de Teherán, que es como Polanco. Cuando estos jóvenes se sienten incómodos se van a Londres, a París. Aunque hay que distinguir. No hay un exilio iraní como el cubano en Miami. No vas a encontrar a ningún iraní que vaya a vender su país a Washington, a Europa. ¡Son persas! Hablan el mismo idioma desde hace 2 mil años. Aprecian su autonomía cultural y su identidad como arios; tanto que le cambiaron en 1932 el nombre al país, de Persia a Irán, la tierra de los arios. Por eso yo creo que a la larga, por este sentido tan profundo, todas las fuerzas van a terminar en un entendimiento.

–La generación que se rebeló contra el sha hace 30 años, ¿tenía en mente crear un país tan conservador, con un papel rector de los clérigos?

–La revolución de 1979 es la reacción a los excesos occidentalizantes del sha Reza Pahlevi. La utopía de los revolucionarios fue crear una nación dedicada al chiísmo. Cuando nace la nación de los ayatolas todo mundo supo que tendría implicaciones enormes. Todavía recuerdo lo que vivimos en 1979, 1980. Leonid Brezhnev en Moscú entró en pánico pensando en el ejemplo que significaría para sus repúblicas de Asia central. Por eso invadieron Afganistán. En Irak, Saddam Hussein dio el golpe de Estado porque entendió el riesgo de una nación chiíta en su frontera, cuando la mayoría iraquí también lo es. Y ya no se digan los reyes del Golfo Pérsico.

Estados Unidos perdió un aliado natural contra el mundo árabe. El sha, Washington e Israel constituían un bloque formidable. Sí, esa revolución que fundó por primera vez un Estado teocrático cambió las reglas del juego en el mundo.

–¿Que significó para el pueblo la revolución?

–Para la población premoderna, gente del campo, en la mezquita, fue el cumplimiento de las profecías. Y muchos aún lo creen. Ese es el voto duro de Ahmadinejad.

Pero luego vino la agresión de Irak, impulsada por Occidente y las monarquías del Golfo. Como buenos historiadores que son, los persas fueron tomando nota de sus adversarios. Entre los que hicieron la guerra, en la escala de méritos se privilegiaron los valores religiosos. Ahmadinejad subió en la escala social por ser puro, casto, modesto, sacrificado. ¿Bueno, malo? No sé. Es su forma de ser.

–¿Qué se jugaba en estas elecciones?

–Esta campaña me sorprendió por su apertura. Los debates televisivos eran insólitamente abiertos. Inédito ver al opositor Mirosein Musavi en los mítines, con su esposa a un lado, ella tomando la palabra. Quizá quisieron dar una señal de madurez, sin tomar en cuenta que sus nietos ya tienen el dominio de la tecnología para retarlos. Éstos interpretaron la apertura como una luz verde para un cambio de régimen. Y no era.

–¿Entonces qué pasó?

–Pienso que los conservadores se dieron cuenta de que abrieron la caja de Pandora. Por eso optaron por no ir a una segunda vuelta. No me extrañaría que Ahmadinejad hubiera ganado. Pero lo que hizo que la gente se sintiera engañada fue la diferencia tan brutal entre el candidato ganador y Musavi. Y por el recuento tan rápido. Cuarenta millones de votos no se cuentan en un par de noches. Hubo prisa por algo, no sabemos.