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TOROS

Brindan un toro al candidato priísta Jorge Schiaffino y recibe sonoro abucheo

Herrerías regaña a gritos al juez Balderas por negarle una inmerecida oreja a Mateos

Jaime Ruiz le tumbó un apéndice a su primero

Los novillos de Los Encinos, bravos y noblotes

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El novillero Alfonso Mateos durante la lidia de este domingo en la Plaza MéxicoFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Lunes 29 de junio de 2009, p. a50

Insulsa resultó la cuarta función de la temporada del Apartheid –en la que van tres novilladas y una becerrada con picadores–, en la Plaza México, otra vez tan muerta como siempre. Ante menos de 2 mil personas, con los tendidos generales cerrados a cal y canto, y con un encierro de Los Encinos, muy justo de presencia pero en general bravo y noblote –salvo el quinto, que desarrolló sentido y fue abucheado en el arrastre–, poco o nada pudieron hacer Alfonso Mateos –quien repetía tras su buena presentación el domingo pasado–, José Pedro Rodríguez, de León, Guanajuato, y Jaime Ruiz, de Tlaxcala, que triunfó en el más reciente serial de Arroyo.

La contratación de Ruiz, oh sorpresa, puso de relieve que la empresa de Rafael Herrerías ya levantó el absurdo veto impuesto por Víctor Curro Leal el año pasado, por medio del cual quedaban impedidos de actuar en el coso de Mixcoac aquellos diestros que torearan a menos de 200 kilómetros alrededor de la México. Eso por lo visto se acabó; lo que por el contrario permanece inalterable es el carácter atrabiliario de Herrerías, quien ayer protagonizó un incidente más, de los que abundan ya en su rijosa biografía.

Durante la lidia del tercero de la tarde, que le correspondió a Jaime Ruiz, la gente coreó con sabor y entrega los largos y lentos naturales que el tlaxcalteca le pegó a un cárdeno palichico de Los Encinos, que embestía muy bien pero requería una muleta más poderosa y creativa. Ayuno de imaginación, Ruiz repitió la suerte por la zurda hasta en cinco tandas, no bien ligadas por cierto, dejándose enganchar la sarga en el tercer tiempo del pase, pero que a la muy escasa gente de los tendidos la entusiasmó.

Sin recursos para intentar una solución barroca mediante adornos rítmicos y alegres, el muchacho ensayó una serie de manoletinas invertidas, como las que creara Javier Bernaldo. Sin embargo, al citar de frente, Ruiz fue encunado por la pala de los pitones en tres oportunidades consecutivas, y se llevó un golpe en las de sentarse sufriendo incluso el desgarramiento de la taleguilla. Después de esta fallida suerte entró a matar, dejando una estocada tendida que se tardó en hacer doblar al bicho. Y cuando éste rodó bajo la puntilla de El Viagra –ese artista que levanta a todos los agonizantes–, la gente, poca, sacó sus pañuelos en demanda de una oreja, que la faena, de verdad, no ameritaba.

Muy digno y acertado en su palco, el juez Ricardo Balderas se negó a conceder el apéndice y entonces, demudado, Herrerías salió del callejón y subió hasta la fila 23 para manotearle al juez exigiendo que modificara su veredicto. Pero como éste era ya inapelable, sobre todo porque los caballos percherones arrastraban el cadáver del cornúpeta, Herrerías procedió a gritarle al usía como si éste fuera su empleado, y no un representante del Gobierno del Distrito Federal.

Intimidado por la reprimenda del magnate, Balderas se apresuró a concederle una oreja a Alfonso Mateos, tras la lidia del cuarto de la tarde, que era un burel sin mayor gracia. Un nuevo escándalo estalló, tras la segunda intervención de José Pedro Rodríguez, cuando Jaime Ruiz le brindó la faena de su segundo enemigo al candidato priísta a la delegación Benito Juárez, Jorge Schiaffino. En cuanto éste se levantó para recibir la montera, los seguidores del abanderado perredista Bernardo Bátiz, que se refugiaban en segundo tendido de sol, iniciaron una ruidosa rechifla que pronto fue multiplicada por el resto de la parroquia.