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Margo Glantz y la poeta Myriam Moscona sostuvieron un diálogo fluido sobre la artista

Dan a conocer el catálogo de Tamara de Lempicka, que se expone en Bellas Artes
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La tinta rosa (1927), obra de la pintora, de quien no se sabe si nació en Polonia o en Rusia, anotó Margo Glantz
 
Periódico La Jornada
Lunes 29 de junio de 2009, p. 8

La pintora Tamara de Lempicka (1898-1980) fue el tema de un diálogo fluido entre la escritora Margo Glantz y la poeta Myriam Moscona, en la presentación del catálogo de la exposición de la artista fallecida en Cuernavaca, montada en el Museo del Palacio de Bellas Artes, publicación de TF editores, en la que Glantz participa con un texto.

En sus primeros 17 días la muestra ha recibido 52 mil visitantes, no obstante que el nombre de Lempicka quizá era algo ajeno al público en general, expresó Roxana Velázquez, directora del recinto, en el acto encabezado por Teresa Vicencio, titular del Instituto Nacional de Bellas Artes.

Sobre la creadora de entre guerras, hija de un judío y de una aristócrata polaca, Glantz anotó que “no se sabe muy bien si nació en Polonia o Rusia, pero sí que vivió una parte relevante de su vida en Rusia. Sus padres la abandonaron, también sus hermanos, pero Tamara (nacida Maria Górska) estuvo muy cerca de personas importantes de la aristocracia zarista. Hay un elemento de socialité que la hace pertenecer a los sectores más elegantes”.

Se casó con un conde polaco al desatarse la revolución rusa, por lo que emigraron a París. “Le gustaban los zapatos –como a mí–, la ropa, peinarse bien; se pintaba el cabello de rubio platino, como Jean Harlow”, apuntó Glantz con humor.

Moscona mostró su sorpresa de que desde corta edad Tamara tuviera tan claro lo que haría con su vida. A los 24 años participó en los salones parisinos, momento en que “comenzó a firmar sus cuadros como hombre. Margo, en su texto, lo llama trasvestismo nominal.

Tamara pensaba que si firmaba como mujer sería difícil que la reconocieran, a pesar de que tenía entrada segura en ciertos medios importantes de salones y podía exhibir. Entonces eligió el apellido de su marido; firmó como Lempicki y luego como Tamara de Lempicka, señaló Glantz.

El cubismo estaba en su auge, y la pintora convirtió su estética en algo suyo, pero con un estilo definido en el ámbito del arte decó. A pregunta expresa de Moscona, Glantz dijo que le gusta la década de 1925 a 1935 en la obra de Lempicka, y no mucho de 1940 a 1950 y algo. En opinión de la escritora “pasó la moda del decó y vino la Segunda Guerra Mundial; entonces, era muy difícil que el tipo de pintura que hacía Tamara tuviera el mismo interés. Por eso estuvo todo ese periodo en el olvido.

Históricamente es comprensible. No tiene el espectro tan amplio que tenía Picasso, quien pudo subsistir en todas las épocas: cambiaba totalmente su forma de pintar y era el mismo Picasso. En cambio, Tamara estaba muy ligada a una forma especial de ver el mundo que en un momento dado dejó de ser interesante. Además, estalló la guerra, emigró y cambió su público.

Respecto de su empleo del desnudo, Glantz indicó que quizá a partir de Egon Schiele y de Francis Bacon el desnudo es mucho más fuerte, deja de ser armonioso. Tamara tuvo mucho cuidado de trabajar la tradición, tanto en Rusia como en muchos museos italianos. En ese sentido era un personaje que se interesaba por la historia de la pintura e hizo una lectura impresionante de muchas obras.