Sociedad y Justicia
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Sin ningún estudio clínico previo, el personal determinó que morirá sin remedio

Discriminan en el López Mateos de Toluca a enfermo de VIH/sida

La nefróloga Belén López señaló que de hacerse la diálisis se corría el riesgo de infectar la sala

 
Periódico La Jornada
Viernes 26 de junio de 2009, p. 43

Luego de más de 15 años de vivir con VIH/sida en una situación favorable de salud, la cual le permitía ejercer su profesión de ingeniero industrial, Carlos enfrentó la discriminación de médicos del Hospital General Adolfo López Mateos en Toluca, estado de México, cuando hace unas semanas sufrió una insuficiencia renal. Sin ningún estudio clínico previo, el personal del nosocomio determinó que la afección, junto con su enfermedad base, lo llevarían a la muerte sin remedio.

Con ese argumento le negaron el servicio médico que requería e incluso la nefróloga Belén López señaló que de realizarle la diálisis peritoneal, indicada para los casos de esta dolencia renal, existía el riesgo de que infectara toda la sala. No hay lugar para eso, le dijo a María, hermana del paciente.

Desde que ingresó al área de Urgencias del López Mateos, dependiente del Instituto de Salud del estado de México (ISEM), y durante tres días estuvo prácticamente abandonado, aseguró María. Al cuarto día, ya en piso, apareció la doctora López, pero sólo para decir que Carlos estaba muy mal y no le harían nada.

No cambio su opinión, a pesar de que especialistas del Centro Ambulatorio para la Prevención y Atención de VIH/sida e Infecciones de Transmisión Sexual (Capasits) del estado de México manifestaron que si Carlos moría no sería por el virus, sino por insuficiencia renal. Por el contrario, la nefróloga dio de alta al paciente.

Su decisión fue avalada por otra doctora de apellido Moreno, quien inclusive regañó agriamente a un médico de quien sólo saben su nombre, Carmelo, porque contravino las indicaciones que ella ya había dado de no realizarle ningún procedimiento clínico a Carlos.

Fue todo. María dio inicio a los trámites para la salida de su hermano, pagó 5 mil pesos y tuvo suerte, según le dijo una trabajadora social, porque ya no nos pidieron los donadores de sangre.

Con la finalidad de que el viacrucis que le tocó vivir a Carlos no se repita en otras personas, María aceptó contar su historia.

Aseguró que en los tres días que su hermano permaneció en Urgencias tuvo la misma ropa y el mismo cubrebocas. A pesar de los gritos del paciente de que el oxígeno que le pusieron le estaba molestando, nadie le hizo caso y él mismo se quitó las mangueras de la nariz. Ningún médico ni enfermera se percató, ni siquiera después de varias horas, de que lo estaban lastimando.

Para los familiares que esperaban afuera, el reporte médico era el mismo: está grave y en cualquier momento se puede morir. Así nada más, recordó María, y agregó que durante los más de 15 años que Carlos ha vivido con VIH nunca había padecido tanto el maltrato ni la ignorancia que sufrió en el hospital mexiquense.

Con las pruebas clínicas de Carlos en la mano, María comprobó que el VIH está bajo control, en niveles prácticamente indetectables y un sistema de defensas adecuado. Sin embargo, nadie en el hospital se ocupó de preguntar este dato.

El problema que presentaba el paciente era un deficiente funcionamiento de los riñones, el cual muy probablemente se agravó, con diarrea y vómito, por el tratamiento que le prescribió un médico particular para bajar la inflamación de piernas y manos, con la que llevaba unas dos semanas.

Debido a que la familia de Carlos no pudo pagar los 14 mil pesos que pidió el médico privado para dar seguimiento a la terapia e iniciar la diálisis peritoneal, lo llevaron al Hospital Adolfo López Mateos, porque, además, añadió María, tiene Seguro Popular, aunque al final no le sirvió para nada.

María también pudo saber, por un infectólogo, que en ese nosocomio el mal trato del personal médico no se limita a quienes viven con VIH/sida. También lo padecen enfermos del corazón y niños con insuficiencia renal, a quienes tampoco les pueden hacer nada y los mandan a su casa a bien morir.

Una vez que salieron del hospital, María viajó con su hermano al Distrito Federal. Fueron a ver al doctor Ángel Guerra, a quien Carlos ha visto en su consulta privada casi desde que le diagnosticaron el VIH. Es el único, aseguró María, que lo ha tratado bien. Para mí, después de Dios, el doctor Guerra, dijo.

Desde el pasado martes 16, Carlos está internado en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER). Una vez que ingresó le controlaron todos sus malestares, ya le realizaron la diálisis peritoneal y su salud prácticamente se ha restablecido.