Cine verdad

Los pueblos se filman

Pedro Cayuqueo, agencia Azkintuwe. El cine en América Latina es mucho más que Hollywood y su industria de entretenimiento. La comunicación es mucho más que Televisa, El Mercurio o Copesa y su industria de la desinformación masiva. De ello dieron prueba en diversas comunidades autónomas de España cineastas y comunicadores indígenas, durante la Muestra Itinerante de Cine y Comunicación Indígena, celebrada en marzo y abril pasados.

Participaron una docena de comunicadores, entre ellos, Iván Sanjines (Bolivia), Jeannette Paillán (Chile), José Luis Matías (México), Hortensia Hidalgo (Chile), Nicolás Ipamo (Bolivia), Janeth Cuji (Ecuador) y Silsa Arias (Colombia). De orígenes aymara, nahua, chiquitano, kankuamo, mapuche y kichwa, entre otros.

Dieron cuenta del florecimiento de un universo audiovisual e informativo propio, que tiene en la Coordinadora Latinoamericana de Cine y Comunicación Indigena (CLACPI) a uno de sus principales referentes regionales. Desde esta plataforma surgida a mediados de los años 80, diversos pueblos indígenas reivindican el derecho y la oportunidad de contar su propia realidad social, cultural y política.

Jeannette Paillán es mapuche y cineasta. En ese orden. Señala que su trabajo es contar al mundo cómo son los pueblos indígenas de Latinoamérica y, en especial, cómo es su gente, los mapuches, la “gente de la tierra”. En Chile forma parte de Lulul Mahuida, organización dedicada al desarrollo de las comunicaciones, y es coordinadora general de clacpi.

 “Nos interesa que el público conozca lo que está ocurriendo en nuestros pueblos, con nuestra cultura, porque hay un importantísimo porcentaje de pueblos indígenas que corre riesgo de extinguirse y está viviendo una enorme violación de sus derechos humanos. Nos interesa que se conozca al máximo nuestra cultura”, señala.

A juicio de Paillán, el cine, el video, las imágenes pueden mostrar la verdadera realidad indígena, lejos de los lugares comunes y el estereotipo del buen salvaje. “El cine te transporta a una realidad que ni tú muchas veces te imaginas. Tiene una forma tan rica, tan especial de enseñarte toda la cultura, la realidad de una ciudad o un país. Además sirve para combatir mitos sobre la comunidad indígena, como que se resisten a la modernidad. Relacionada con la anterior, está la idea equivocada del indígena como un ser puro, incuestionable. Intentamos mostrar pueblos humanos, con las mismas sensibilidades y debilidades que otro cualquiera”.

 En Perimontun, la realizadora explora los caminos de la ficción. Perimontun (o “premonición”) narra el viaje de una joven mapuche hacia su destino como machi, obra que va mucho más allá del cine documental o de denuncia. “Es una forma de plasmar nuestra cultura a través de una estética propia”, dice.

Estos cineastas no sólo cultivan el documental, también nuevas formas expresivas como el video arte, el cine experimental y de animación. Ahí están Gente Pájaro, video experimental de Chile, el clip brasileño Cuerpo a Cuerpo, o el corto de animación Elal y los animales, basada en el mito de creación del pueblo aonikenk en la Patagonia.

 

Los rostros de la lucha

En el ejido de El Carrizalillo, Guerrero, se localiza el yacimiento de oro más grande de México. Sin embargo su población vive en la pobreza. A principios de 2007, los ejidatarios se organizaron para exigir a la minera canadiense Goldcorp un pago justo por la renta de las tierras que explotaba y beneficios sociales para la comunidad. Todo ello fue registrado por José Luís Matías Alonso en A cielo abierto, la historia de un pueblo que se organizó, luchó y ganó.

Miles de kilómetros al sur de México, en Chile, donde vastas plantaciones forestales abren puertas a mercados internacionales pero causan estragos en el medio ambiente —y en la vida del pueblo mapuche— dos vecinos: un poderoso terrateniente y un respetado lonko se enzarzan en una disputa por tierras. Una noche la casa del terrateniente arde en llamas. El terrateniente acusa a su vecino mapuche y sin escuchar sus protestas de inocencia lo lleva a la Corte de Justicia. Lo que parecía entonces una simple disputa entre vecinos, deviene un choque brutal entre dos culturas, donde el poder y las influencias del terrateniente terminan inclinando la balanza de la justicia a su favor. Esto relata el documental El juicio al lonko Pascual Pichún, de Maria Teresa Larrain.

  Las historias se multiplican. En el altiplano chileno, decenas de pastores y campesinos indígenas son mutilados año tras año por minas antipersonales diseminadas en los territorios de los pueblos aymara, quechua y lickanantay por los gobiernos de Chile, Perú y Bolivia. De ello trata Mutilados en el olvido, documental de la realizadora aymara Hortensia Hidalgo sobre las víctimas “sin nombre ni apellido” de las controversias limítrofes del Cono Sur. “Mi trabajo refleja una situación brutal que acontece en el norte de Chile y que en nuestro propio país se desconoce totalmente”, señala Hidalgo.

  “Los medios masivos son monopolios donde difícilmente podemos acceder como indígenas. Allí toma fuerza y validez la creación de medios propios, las radios comunitarias, la prensa escrita, las nuevas tecnologías: blogs, sitios webs, grupos de Facebook. No son tecnologías propias, pero con inteligencia les podemos dar un nuevo enfoque para proyectar nuestras realidades como pueblos”.

Romper los cercos informativos constituye un objetivo central. Jeannette Paillán explica: “En nuestros países no existe libertad de expresión, venimos de las dictaduras de no indígenas”. Es aquí donde el audiovisual se transforma en herramienta de lucha. “Aunque con el cine se pueden conseguir muchas cosas, desafortunadamente las películas por sí solas no derrocan ni acaban las violaciones de derechos”.

Nicolás Ipamo, de la Coordinadora Audiovisual Indígena-Originaria de Bolívia (CAIB), presentó El grito de la selva, primer largometraje realizado por indígenas en la amazonía boliviana. La cinta narra hechos reales entre 1990 y 1996, en el contexto de la preparación de la histórica marcha que los pueblos indígenas del Beni iniciaron a La Paz en reclamo de dignidad y territorio. “La cinta aborda el papel de las comunidades en la defensa de sus derechos y es fruto de un proceso de capacitación de 30 comunicadores y comunicadoras de los pueblos del Beni”, señala.

Ipamo presentó también Tsimane: el grito de nuestra tierra”, cinta de ficción que refleja la lucha de las comunidades tsimane frente a empresas madereras, así como la riqueza cultural y de convivencia con la naturaleza que caracteriza a este pueblo en la provincia Ballivián del Beni. Si bien el gobierno de Evo Morales “ha significado un paso gigantesco en la batalla contra el racismo y los atropellos, aun se ciernen graves amenazas sobre los pueblos originarios de Bolivia”.

Hoy el epicentro de la lucha indígena en Bolivia es la Media Luna, compuesta por los departamentos de Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando, aproximadamente la mitad del país; ocupa la región oriental, limita sobre todo con Brasil y concentra el 42 por ciento del PIB boliviano, incluyendo yacimientos de hidrocarburos, sobre todo de gas, y grandes llanuras de importancia agro-ganadera.

 “Traemos documentales que muestran lo que se vive hoy en esos departamentos, donde las madereras, los empresarios mineros y los terratenientes amenazan la vida de los pueblos indígenas. Es una lucha que aún se libra en Bolivia y los comunicadores tenemos el deber de mostrarla al mundo”, finaliza Ipamo.

 Una versión más extensa fue publicada en Revista Punto Final 685, Chile.

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