Cuarta Cumbre de Abya Yala

Pluralidad, buen vivir

y participación femenina 

            

Sergio de Castro Sánchez. Puno, Perú. Tras la celebración de la IV Cumbre Continental de Pueblos y Nacionalidades Indígenas del Abya Yala, los días 27 y 31 de mayo en la localidad de Puno, tanto Perú como el movimiento indígena latinoamericano viven un nuevo capítulo del proceso de genocidio que sufren los pueblos originarios. La Cumbre —cuya jornada de clausura estuvo marcada por el apoyo contundente al paro indefinido de los pueblos de la Amazonía peruana contra la serie de 102 decretos (“autogolpes legislativos” lo llama la Declaración final) contra su territorio, impuestos por el gobierno de Alan García— no esperaba que, pocos días después de su clausura, decenas de indígenas perdieran la vida en la embestida de la policía nacional contra ellos en Bagua Alto. A raíz del ataque represivo, donde también fallecieron 11 agentes, centenares de manifestantes quedaron en condición de prófugos o refugiados, y la región en toque de queda militar.

Plurinacionalidad y buen vivir. Aunque en la Cumbre se habló de la represión histórica que enfrenta el movimiento indígena y se pidió juicio político para los presidentes de Perú, Chile y Colombia, la reunión centró su debate en perfilar una propuesta sociopolítica, resumida en el lema “por la plurinacionalidad y el buen vivir”.

La plurinacionalidad, alternativa a los Estado-Nación impuestos desde la Independencia latinoamericana, se ha convertido en la base del proyecto que el movimiento indígena defiende en su lucha histórica por el reconocimiento de sus derechos, incluido el autogobierno, y de su identidad como parte activa del Estado. La propuesta del buen vivir —surgida fundamentalmente de las cosmovisiones de los pueblos andinos— es ofrecida a las sociedades nacionales como alternativa al modo de vida consumista contra los modelos económicos desarrollistas y basados en la extracción de recursos naturales, implementados incluso por los gobiernos del llamado “Socialismo del siglo XXI ”.

Entre los acuerdos alcanzados por los casi 6 mil 500 delegados destacan la creación de la Coordinadora de Pueblos y Nacionalidades Indígenas del Abya Yala, y la convocatoria a una movilización global en defensa de la Madre Tierra y los pueblos, a efectuarse del 12 al 16 de octubre próximos. Los delegados eligieron a Bolivia como sede de la V Cumbre, en 2011.

Unidad. Fue general el consenso sobre el enemigo común y la necesidad de unirse contra él desde una perspectiva que, aunque diversa, mantiene elementos comunes. Ello no impidió, sin embargo, ciertas contradicciones durante la Cumbre.

El enfoque de la convocatoria, dirigida básicamente a las grandes organizaciones indígenas de Sudamérica, supuso, según Maria Antonieta Hernández, mazahua del Estado de México, “cierta competencia” provocada por “intereses que no han superado las organizaciones” y que llevó a que las discusiones “en determinado momento se volvieran muy locales”. Esta situación hace pensar que “la unidad es posible, pero no ahora”, dado que, entre otras cosas, “en todo el continente hemos sufrido la división por parte de los partidos políticos”.

Mujeres indígenas. Además del evento principal, la Cumbre incluyó los segundos encuentros de la juventud y de la niñez, respectivamenter y por primera vez -tras las ediciones celebradas en México (2000), Ecuador (2004) y Guatemala (2007)- la I Cumbre de Mujeres Indígenas del Abya Yala.

Como explica Blanca Chancoso, dirigente histórica de la Confederación de los Pueblos de Nacionalidad Kichwa del Ecuador (Ecuarunari), el objetivo fundamental de las cerca de dos mil participantes fue “que las mujeres se visibilicen”, así como “equilibrar la participación conjunta de hombres y mujeres para ir construyendo el poder”.

Según señalaba Julieta Paredes, aymara integrante de la Comunidad Mujeres Creando de La Paz, “hay que entender que éste es un proceso, son los primeros pasos, a veces vacilantes, temblorosos, inseguros”. Paredes criticó la constante presencia masculina en un espacio que considera exclusivo de las mujeres, así como el mayor peso de una postura “conservadora” en detrimento de una perspectiva “feminista”, término llegado de Occidente pero tan válido como el de “indígena”

       

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