Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 7 de junio de 2009 Num: 744

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La fiesta de la cultura
ROMÁN GUBERN

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ALFONSO GUERRA

Joseph Renau: Yo no he esperado, he vivido
ESTHER ANDRADI

Columnas:
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

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Ganar a morir (I DE II)

En una entrevista concedida hace un par de meses al jalisciense diario Informador, el propio Fernando Lebrija, debutante en largometraje cinematográfico con Amar a morir (México-Colombia, 2009), dijo entre otras cosas las siguientes: “Me fui a estudiar cine [a la cuidad estadunidense de Los Ángeles] para hacer cine mundial, películas para entretener y sacar al público de la realidad, sin que sean cintas ‘palomeras', sino con temáticas fuertes que dejen algo en la audiencia”.

El reportero, cortésmente limitado a entrecomillar un adjetivo con el cual, hablando de cine, suelen escamotearse términos menos eufemísticos como los rotundos “mediocre” o “intrascendente”, parece haberse perdido la verdadera miga de un comentario que es en sí toda una joya, al cual este juntapalabras habría entrecomillado casi palabra por palabra, y que conviene despepitar, por ejemplo del modo siguiente:

Cine mundial: ¿cuál será ése? ¿Qué necesita tener una película, realizada en cualquier parte del globo terráqueo, y de qué precisará carecer para que Fernando Lebrija –y juntamente con él, por lo menos y de seguro, quienes con él aprendieron y quienes les enseñaron cine en Los Ángeles-- se sienta en condiciones de afirmar que se trata de cine mundial? Imaginemos, en abstracto, que cine mundial es todo aquel que reúne las características A, B y C, y que si no las ostenta, pues sencillamente no se trata de cine mundial; bien, en tal caso, ¿cómo hay que llamar a todo aquel cine que no tenga las características A, B y C? ¿Cine local, cine aldeano, cine nacional --donde, claro está, todos estos términos implicarían minusvalía?

Películas para entretener: hasta donde alcanza el magín de este sumaverbos, y por más que cierto porcentaje de ellas lleve aparejada una intención informativa, didáctica, de denuncia, o no pocas veces proselitista e incluso posiblemente académica; por más que se les añadan cometidos de tal o cual índole, en estricto sentido, a fin de cuentas todas y cada una de las obras cinematográficas que en el mundo han sido y serán, han sido hechas precisamente para eso, para entretener. El problema es más bien lo que quiere entenderse con ese último verbo o, más claro, lo que Todomundo suele considerar entretenido, dígase de otro modo divertido, ameno, y entonces tenemos que se trata de:

Sacar al público de la realidad: como si tampoco fuera eso, precisamente, lo que Uno hace, y muy a sabiendas, tan pronto conecta los sentidos, la atención, así como la imaginación y la capacidad de creer en algo de lo que se sabe positivamente es un invento, cuando se trata de historias de ficción leídas, vistas o escuchadas. Poco importa si la película en cuestión forma parte del cine mundial o del otro , cualquiera que dicho otro pueda ser, el hecho es que fue hecha para entretener y que, también de manera independiente al tema que aborde y a la manera de abordarlo, sacará al público de la realidad, por lo menos durante un lapso equivalente a la duración del pietaje. Sólo que ese “sacar de la realidad” al público no debe, de ningún modo, significar enajenación o disociación de la realidad extradiegética sino, como Todomundo sabe o debe saber, lo que idealmente significa es un ex-centramiento que permite enfocar, entender e interpretar de nuevos modos la realidad real , si queremos llamarle así.

Sin que sean cintas “palomeras”: Visto todo lo anterior es como para preguntar: ¿entonces en qué quedamos? Si se tildó de mundial a un cierto tipo de cine, quizá queriendo dar a entender que se trata de uno estandarizado de acuerdo con ciertos cánones y convenciones de producción, formales, temáticas, mercadológicas y demás; si con ese cine lo que se busca es que el público no precisamente se “entretenga” sino, mejor dicho, que disocie en términos absolutos la realidad que alimenta a la ficción, de la ficción que, por ende, poco o mal representaría a la realidad que lo alimenta, puesto que el cometido es “sacarlo” de la realidad; si, en fin, esa era la intención, entonces se trata ineludiblemente de lo que suele conocerse como cintas palomeras... Pero resulta que Lebrija fue a estudiar adonde fue y se puso a hacer cine, de lo cual Amar a morir es la primera muestra en largometraje de 35mm, con la intención extra de presentar lo que él denomina así:

Temáticas fuertes que dejen algo en la audiencia: el primer berenjenal, desde luego, es el que consiste en ponerse de acuerdo en torno a cuáles son los temas fuertes y cuáles los débiles. Por lógica, debe suponerse que en Amar a morir se privilegian los primeros, de lo cual se hablará aquí dentro de siete días, así como de ese “algo” que se deja en la audiencia.

(Continuará)