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TOROS

Demanda coloquio reconocer a la fiesta de toros como patrimonio cultural inmaterial

En Sevilla proponen a la UNESCO otros criterios de valoración del fenómeno taurino

Exceso de indultos no por bravura, sino por proteger inepcias: escritor Jorge F. Hernández

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Arturo Macías El Cejas en la plaza de toros El Relicario, de la ciudad de PueblaFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Lunes 25 de mayo de 2009, p. a50

Mientras nuestros taurinos todavía andan viendo si se organizan y elevan sus niveles de profesionalismo para enfrentar esta nueva embestida de la crisis, en Sevilla tuvo lugar el coloquio La Fiesta de los Toros: un patrimonio inmaterial compartido, organizado por la Unión Latina con el patrocinio de la junta de Andalucía, la colaboración de la Real Maestranza y del ayuntamiento de Sevilla, así como el apoyo de varias instituciones y universidades.

El encuentro reunió a especialistas de los ocho países taurinos (Colombia, Ecuador, España, Francia, México, Perú, Portugal y Venezuela), quienes durante tres días expusieron ideas y experiencias sobre la tauromaquia desde un enfoque antropológico, ecológico y artístico.

Lo más relevante del encuentro fue la firma de una declaración final que reconoce a la fiesta de los toros como fenómeno que saca sus raíces de un fondo milenario de la cultura mediterránea heredada por los pueblos latinos y que refleja la sensibilidad específica de cada una de las naciones que la comparten. Esta fiesta está basada en el respeto al toro y al medio ambiente, ya que las ganaderías donde aquél es criado constituyen una reserva ecológica.

En la declaración, los participantes recomiendan que las autoridades de los países taurinos tomen las medidas para que la fiesta de los toros sea reconocida como patrimonio cultural inmaterial a escala regional, nacional y mundial, ya que reúne todos los criterios de la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, firmada en la UNESCO en 2003, y se inscribe también en el ámbito de la diversidad cultural y el desarrollo sostenible.

Una de las intervenciones más aplaudidas por su razonada e inspirada argumentación fue la del escritor mexicano Jorge F. Hernández, quien expuso algunos rasgos del público de la Plaza México, no sólo como reflejo de la cultura taurina actual sino de una idiosincrasia específica.

La México es una plaza comodísima –observó el autor de La emperatriz de Lavapiés– y eso no se llega a apreciar hasta que el aficionado tiene que soportar el martirio que significa sentarse a presenciar corridas en otras plazas, así sea Las Ventas o la Maestranza.

A la hora de las grandes faenas, añadió Hernández, “parece instantáneo el fervor por pedir el indulto, no tanto porque la bravura de los toros mexicanos lo amerite sino por la generalizada equivocación de querer asegurarle a un torero orejas y rabo sin que corra el riesgo de fallar con la espada… Somos también afición que exagera los premios y por algo, en contraste con las contadas faenas de rabo que ha habido en Madrid y en Sevilla, en la México ya suman más de 120 toros y toreros que inmortalizan sus nombres en bronce con faenas de rabo, y de indultos ni hablar.

“¿A qué voy a la Plaza México? Voy convencido de que no entiendo la vida ni la literatura sin una explicación taurina… Persuadido de que la biografía de un hombre se escribe con cornadas e intentando lidiar cada paso de sus días con el trinomio de saber citar, templar y mandar… y girar, que quien no sabe girar y quien no tiene mano izquierda, corre el riesgo de perderse en el acantilado de la mediocridad… Estoy convencido de la literatura como tauromaquia, y a contrapelo de los autores que torean para el tendido aspiro a ser un torero de letras que procura invadir terrenos, poniendo la vida por delante y procurando cargar la suerte en cada párrafo…”