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El pintor se inspiró en las 84 piezas de Música para piano y creó Formas de pensamiento

Cage tomó la rapidez de la acuarela e hizo música; Brown la regresó al lienzo

La exposición individual se exhibe en la galería Hilario Galguera de San Rafael, hasta julio

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Durante su estancia en Nueva York, Brown tuvo un encuentro con el compositor John Cage; de ahí surgió la inquietud de trabajar en la obra del artista sonoro, idea que se materializó en 2008, en GreciaFoto cortesía de la galería
 
Periódico La Jornada
Lunes 25 de mayo de 2009, p. a10

Cuando el pintor James Brown (Los Ángeles, 1951), quien radica en México desde 1996, trabajaba en la galería Leo Castelli, en Nueva York, un amigo, Bill Katz, le presentó al compositor estadunidense John Cage (1912-1992). A raíz de ese encuentro, Brown tuvo la sensación de que algún día sería interesante estudiar y utilizar su música.

Ese día llegó el verano de 2008, con Grecia como fondo. La composición musical seleccionada fueron las 84 piezas que integran Música para piano (1952-1956), que resultó en una serie de dibujos, en su mayoría realizados con lápiz y acuarela sobre papel, cartón y tela, que ahora se exhiben con el título James Brown. Formas de pensamiento, en la galería Hilario Galguera, Francisco Pimentel 3, colonia San Rafael, hasta julio.

Cage construyó estas obras justamente adaptando al sonido la velocidad e imprecisión voluntaria que obtiene un pintor al trabajar con acuarelas. Mientras las primeras dos tienen una duración fija –tres minutos con 30 segundos y cuatro minutos, respectivamente–, las demás ostentan la indicación indeterminada.

El coreógrafo Merce Cunnigham utilizó la composición de Cage para sus obras Solo suite in space and time (Suite solo en el espacio y el tiempo), 1953; Minutiae (Minucias), 1954, y Suite for five in space and time/ Suite for five/ Suite for two/ Stillness (Suite para cinco en el espacio y el tiempo/ Suite para cinco/ Suite para dos/ Quietud), de 1956.

Dado el número de piezas que integran la composición, había una estructura muy precisa para el proyecto paralelo a la música, inventado por Brown. Los 84 conjuntos del pintor tienen entre una y 22 piezas cada uno. ¿Cómo supo el artista que había acabado? “Esa es la clave –expresa el entrevistado–. Para mí, la parte más relevante y más difícil es saber cuándo se ha terminado cada pieza. Es intuitivo. Es decir, ¿por qué hacer algunas piezas muy sencillas y otras mucho más elaboradas?

“Averiguar y entender cuándo parar equivale a una reacción intuitiva a, tal vez, el tempo de la música, la duración que uno la escucha y su manejo en sí. La música que Cage escribió, muy vanguardista para los años 50 del siglo pasado, tenía mucho que ver con el tiempo, su esencia y con la noción de cuándo parar. Eso te da una especie de soporte, así como la habilidad de colocar dos formas muy pequeñas sobre un papel y luego parar.”

Antes, Pergolesi sobre plomo

No es la primera vez que Brown trabaja con la música. Hace muchos años hizo un grupo grande de pinturas sobre plomo, asimismo inspiradas y basadas en el Stabat Mater, de Giovanni Pergolesi, compuesta en 1736. Desde hace varios años trabaja en un conjunto de 81 pinturas, divididas en nueve grupos de nueve cuadros cada uno, llamado Los planetas, basado a su vez en la obra musical homónima escrita por el compositor inglés Gustav Holst, en 1913.

Brown y su familia se establecieron primero en Oaxaca; sin embargo, hace cinco años se fueron a Mérida. Explica: Nos encantaba vivir en Oaxaca, queríamos comprar algo, pero por muchas razones no encontramos algo que nos satisfaciera. Además, se volvió muy, muy caro. Teníamos buenos amigos en Yucatán que nos animaron a viajar allá, y lo que vimos nos pareció interesante, así que fuimos abrazados por la península.

Sin embargo, Brown todavía trabaja en Oaxaca: Allí comenzamos la imprenta Carpe Diem. Seguimos trabajando con la familia Quintas, quienes son nuestros encuadernadores e impresores. Hacemos todo nuestro trabajo allí. Para mí, cada vez que nos cambiamos de lugar, más que cortar, agregamos algo a esta larga cadena de acontecimientos que se ha vuelto nuestra vida.

–Vivir en México, ¿qué ha significado para su obra?

–Puedo trabajar en México, en Nueva York, en París, en Marruecos o en cualquier parte del mundo; por lo general, 98 por ciento del tiempo no empleo referencias culturales o históricas en mi obra. De modo que al verla en conjunto no creo que alguien diga: ‘oh, sí, es muy griego’.

La manera en la que la vida cultural cotidiana se infiltra en la obra es muy misteriosa; no creo que en lo personal, como artista, pueda contestar esa pregunta de modo concreto. Más bien se trata de una cuestión histórica, en la cual, tal vez, en un futuro cercano o lejano, las personas tendrán más capacidad para emitir un juicio acerca de lo que sucedía respecto de la vida cotidiana en México y mi obra.