Opinión
Ver día anteriorSábado 9 de mayo de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Agujerear el remake
E

l curioso caso de Benjamin Button es una reciente superproducción de Hollywood protagonizada por Brad Pitt y Cate Blanchet. El pasado mes de diciembre, antes incluso de que la película fuera estrenada, la inteligencia colectiva que puebla Internet cayó en la cuenta de un pequeño detalle: la historia es una copia de Forrest Gump, la oscarizada cinta protagonizada por Tom Hanks en 1994. Basta teclear The curious case of Benjamin Gump en cualquier buscador de Internet para acceder a un divertido documento audiovisual que no deja lugar a dudas. La película es un remake encubierto. Algo semejante ocurre con la realidad que vivimos: podemos pensar el presente a través del concepto de remake.

Amartya Sen, premio Nobel de Economía en 1998, decía hace un par de meses que necesitamos una alianza entre el Estado y el mercado. El horizonte que se nos dibuja para la salida de la crisis estructural que viste al capitalismo es un remake ya visto: Estado y mercado. Una repetición de los agentes con los que el capitalismo ha ido construyendo y gestionando sus repetidos colapsos. Es un juego de reiteración que tiene forma de laberinto: sólo permite caminos interiores e imposibilita todo camino al exterior. Nos condena a circular siempre por el mismo sitio.

Los partidos de izquierda y los sindicatos habitan la misma repetición: sueñan con el remake imposible del keynesianismo y del orden social fordista. Definitivamente piden más y más Estado. En eso no están solos. La declaración final del último Foro de Davos, que reúne cada año a lo más selecto de las elites empresariales mundiales, hacía la copia de esa reivindicación: Es necesaria la intervención del Estado para estabilizar la situación de los mercados. La izquierda es hoy el calco del capital. No es una opinión, es un dato: José María Fidalgo, quien dirigió hasta el año pasado el sindicato español más importante (Comisiones Obreras), hoy forma empresarios en el Instituto de Empresas Bussines School.

Aunque el fenómeno remake nació en el cine, en los últimos años se ha multiplicado en el mundo de los videojuegos: proliferan versiones renovadas de viejos juegos de video a los que se les mejora el sonido y los gráficos, se les agregan detalles y se les da más publicidad. Los de mayor éxito en ventas son los simuladores: reproducen acciones que en realidad no están sucediendo. El nuevo paradigma de la política por arriba es igual. Si Clinton fue Nueva York (Wall Street y la financiarización de la economía) y Bush ha sido Washington (el poder militar), hoy Obama es Hollywood: inducir efectos de verdad con un discurso de ficción. La política actual tiene la forma de un videojuego: nos ofrece una salida imaginaria sin salida en lo real. Bajo su cáscara de novedad, no esconde más que un remake: en los últimos 70 años las clases políticas llevan practicando simulacros de solución a sucesivas crisis que lo único que han hecho es empujarlas más adelante. El colapso actual vuelve a subrayar una vieja advertencia de Marx: el capitalismo es un sistema que por mucho que logre ir desplazando sus límites, vuelve permanentemente a encontrarse con ellos a una escala ampliada. Es sencillo: el límite es el propio capital.

Muchos movimientos de abajo lo saben y desde esa premisa atraviesan la coyuntura actual. Definitivamente están en otra cosa. No se dejan enredar en el laberinto de lo privado y lo público (lo privado en manos del Estado). Construyen y defienden lo común. Tratan de generar dinámicas de autogobierno y expresan una nueva cualidad de la libertad: no optan entre los términos de una alternativa dada, sino que eligen sus elecciones y establecen sus propias alternativas. Se reapropian de recursos, conquistan territorios, abren vías de independencia y practican sus propias instituciones. Los hay por todo el planeta. Grandes y pequeños. El mensaje de sus prácticas es claro: salir del videojuego, fugarse del laberinto, agujerear el remake. Ellos son hoy la esperanza más cierta que tenemos.