mithfield es el más importante procesador de puerco en el mundo. Durante 2008 sacrificó más de 31 millones de marranos y empacó alrededor de 3 millones de kilos de carne de cochino. Sus ingresos superaron los 11 mil 351 millones de dólares. Controla 31 por ciento del mercado de Estados Unidos.
En México esta empresa es propietaria de 50 por ciento de las acciones de Granjas Carroll, en Puebla y Veracruz, y de Agroindustrial del Noroeste (Norson) en Sonora. Durante el año fiscal 2008, Granjas Carroll, que tiene 56 mil vientres, produjo 950 mil animales, mientras Norton, con 35 mil vientres, crió 467 mil puercos.
El presidente del consejo de directores de Smithfield Foods se llama Joseph Luter III. Vive en un condominio de lujo en Manhattan y se mueve por el mundo en un jet de la empresa y un yate privado. El periodista Jeff Tietz, de Rolling Stone, cuenta que el empresario se describe a sí mismo como un hombre rudo en un negocio rudo
. Según él, la mayoría de los vegetarianos son neuróticos.
La compañía líder en la engorda y procesamiento de puercos es también una formidable maquinaria contaminante. Cada año genera toneladas de basura que destruyen ríos, matan millones de peces y enferman personas. De acuerdo con la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés), la planta de engorda más grande de la empresa, localizada en Carolina del Norte, descarga más basura tóxica en el agua de ese país que la que producen conjuntamente las otras tres instalaciones que le siguen.
La empresa reivindica una cultura de responsabilidad ambiental. Sin embargo, la polución que genera la contradice. En 1997, en Virgina, Estados Unidos, fue multada con 12.6 millones de dólares por cometer 6 mil 900 violaciones a la legislación federal de protección al agua (Clean Water Act). La sanción ambiental fue una de las más elevadas en la historia de ese país.
La reputación de la compañía es terrible. En tres ocasiones (1997, 2000 y 2006) ha aparecido en la lista que la prestigiada revista Multinational Monitor elabora para designar a las peores empresas del año. La primera se dio en 1997: por la contaminación ambiental que provoca. La segunda fue por sus prácticas para monopolizar la cría y engorda de marranos, dejando fuera del mercado a los pequeños productores familiares. La tercera por sus prácticas laborales, antisindicales y violatorias de la legislación estadunidense.
La empresa ha sido encontrada culpable de violar la ley federal del trabajo, de hacer trampas para bajar salarios, cerrando plantas, espiando a los afiliados al sindicato y agrediendo a empleados. De los 58 mil 100 empleados que laboran para el consorcio en el mundo, sólo 28 mil 800 cuentan con contrato colectivo.
Smithfield creció más de mil por ciento entre 1990 y 2005. Su proceso de concentración fue posible gracias a una estrategia empresarial en la que controla cada eslabón de la cadena de producción, desde el momento en el que el puerco nace hasta que pasa a la carnicería. Ha conquistado y monopolizado los mercados quebrando a todos los pequeños ganaderos alrededor suyo.
Su proceso de producción ha convertido la cría y engorda de los cerdos en una actividad industrial. Hacinados en jaulas pequeñas y estrechas que impiden su movilidad, alimentados con gallinaza, respirando aire saturado en gases, sin ver la luz del sol, expuestos a todo tipo de enfermedades y hongos, con su sistema inmunológico lastimado, los puercos-industriales verían en cualquier chiquero de una granja familiar un paraíso. En ocasiones se asfixian al pisotearse unos a otros. Un animal enfermo contagia a los demás fácilmente.
Los puercos generan, en promedio, tres veces más de materia fecal que los seres humanos. El volumen de excremento que evacuan los animales de Granjas Carroll es superior al producido por los habitantes de las ciudades de Guadalajara y Monterrey en conjunto. La diferencia entre ambos es que mientras esas ciudades poseen sistemas de drenaje y alcantarillado para el manejo de las aguas negras, las compañías porcícolas no cuentan con ellos.
Los desechos fecales provenientes de las granjas-factorías de puerco están llenos de sustancias tóxicas. En ellos viven cerca de 100 microrganismos patógenos que pueden hacer enfermar a los humanos, tales como salmonella, cryptosporidium o giardia. Cada gramo de excremento de un cerdo industrial contiene 100 millones de bacterias coliformes.
En el caso de Granjas Carroll, las heces fecales de los cochinos son depositadas en lagunas de oxidación a cielo abierto distribuidas por el valle de Perote. La foto de uno de estos mares de mierda fue publicada en La Jornada del pasado 2 de mayo. Todo tipo de gases volátiles son expulsados a la atmósfera, junto con millones de gérmenes patógenos. Muchos científicos señalan que éstas son un foco de contaminación de agua, suelo y aire.
Existe amplia documentación que muestra cómo Smithfield ha hecho en Estados Unidos generosas donaciones a las campañas electorales de políticos buscando evitar que se regule la actividad porcícola. Según informa Jeff Tietz, en 1998 la asociación de granjas de cerdo de Carolina de Norte (donde la empresa tiene uno de sus principales bastiones) destinó un millón de dólares para derrotar a legisladores locales que querían sanear las lagunas de oxidación a cielo abierto.
Parte de los trabajadores de las granjas de puercos y centros de procesamiento de carne de Smithfield en Estados Unidos son mexicanos. En enero de 2007, 21 trabajadores de la planta en Carolina del Norte fueron sacados de la línea de ensamble y arrestados por agentes migratorios. Los dirigentes sindicales denunciaron que se trataba de una maniobra para impedir la sindicalización de los trabajadores. No sería raro que muchos de esos indocumentados hayan regresado a México.
Smithfield está hoy en el centro de la tormenta. Científicos y analistas han determinado la probabilidad de que el reciente brote de influenza porcina se relacione con Granjas Carroll.
Para tratar de manejar la crisis con el menor costo posible, Carroll ha contratado a la empresa de publicidad Zimat. Pero limpiar un negocio tan marrano no es fácil. Sobre todo cuando lo que está en juego es la salud de millones de personas.