Cultura
Ver día anteriorLunes 20 de abril de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

Surge repentino auge en EU e Italia por la obra del pintor

El mundo del arte reivindica la grandeza de Giorgio Morandi
Especial
Periódico La Jornada
Lunes 20 de abril de 2009, p. a13

Bolonia, Italia, 19 de abril. Al parecer la crítica internacional finalmente se ha convencido de que Giorgio Morandi (1890-1964) no es simplemente un buen pintor italiano, sino uno de los más grandes maestros del arte universal del siglo XX.

Si a partir de los años 90 las exposiciones dedicadas a él se habían extendido en el mundo, nunca con la intensidad de ahora, sobre todo en Italia y Estados Unidos.

La obra de Morandi –compuesta únicamente por naturalezas muertas y paisajes– alcanzó prestigio hacia mediados de los años 30, debido a la promoción de la histórica galería milanesa Il Milione y a las exposiciones nacionales e internacionales cada vez más frecuentes en las que participó (obtuvo el Gran Premio de pintura en la Bienal de Sao Paulo, en 1957).

En los años 60 su fama, sobre todo en Italia, se asimiló del todo; tener un cuadro del artista era sinónimo de estatus, como demuestra la aparición de sus pinturas en dos películas de culto: La dolce vita (1960), de Fellini, y La noche (1961), de Antonioni.

Sin embargo, una lectura superficial de su obra ligada a mitos biográficos ha dañado su aceptación. En Estados Unidos por ejemplo, es el menos conocido entre los principales artistas italianos.

Pero ahora críticos e instituciones pretenden poner remedio: el pasado otoño, el Museo Metropolitano de Nueva York (Met) organizó la mayor retrospectiva nunca antes dedicada al artista en Estados Unidos, con un récord de 170 mil visitantes. Asimismo, la muestra se exhibió en el Museo de Arte Moderno de Bolonia (MAMBo), y concluyó ayer; además, ha sido apoyada por una decena de exposiciones más presentadas a lo largo del primer semestre de este año; destacan la de Washington, en curso y hasta el 4 de mayo, y la del Palacio de los Diamantes, en Ferrara, donde se expone toda la producción gráfica del artista, hasta el 2 de junio.

El Museo Morandi, en Bolonia (inaugurado en 1993), conserva 250 obras del artista y expone la obra de los protagonistas de la escuela de Düsseldorf, principal tendencia de la fotografía de la segunda posguerra: Bernd y Hilla Becher, quienes como muchos otros artistas (entre ellos el arquitecto Frank Gehry) fueron infuenciados por la obra del pintor italiano.

Su reticiencia a viajar, así como su personalidad de artista intelectual-ascético, no son motivos suficientes para dejar de apreciar su obra, ni para considerarlo como un provinciano pintor de botellas.

El propósito de exponer su obra en el MAMBo y el Met ha sido justamente renovar la lectura tradicional que se hace del trabajo de Morandi, y sustituir el estigma de pintor hermético, encerrado en un castillo de marfil para crear una pintura atemporal, por la de sobresaliente personalidad atenta y receptiva de las corrientes del pensamiento de su época. Sólo así se explica cómo logró elaborar un vocabulario de tal trascendencia, con una marca personal.

En la famosa frase que Morandi pronunció en una de las raras entrevistas que concedió, nada es más abstracto que lo real, está implícito el núcleo de su obra. Niega la abstracción, pero también el realismo como tal. Renato Miracco, co-curador de la exposición en el MAMBo, señala en el ensayo del catálogo: “En Morandi, el objeto encontrado es un ready made; al aislarlo, enfocarlo y proponerlo a nuestra contemplación, permite cargarlo de un significado estético nuevo, común a todos y eterno”.

Después de años de peregrinar y deleitarme con la obra de Morandi, puedo concluir diciendo que es poesía pura; excelsa representación del silencio que invita a la contemplación y elevación espiritual. Basta sentirla, dejar que frente a ella se manifiesten nuestros sentimientos más íntimos y desconocidos y que perciban el goce de sentirse eternos. Morandi transforma los objetos insignificantes en arcaica monumentalidad monocromática: botellas, frascos, cajas, jarras, conchas, flores, logran el milagro de la unificación entre materia, luz, forma y espíritu.