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El político fue uno de los artífices de la transición de España a la democracia

Alfonso Guerra llama a levantar otras banderas y ante la crisis cambiar todo
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Aspecto de la apertura, ayer, de la exposición Tiempo de transición 1975-1982, auspiciada por la Fundación Pablo Iglesias, en el Centro Cultural Universitario TlatelolcoFoto María Luisa Severiano
 
Periódico La Jornada
Miércoles 15 de abril de 2009, p. 4

La democracia enfrenta en estos momentos un gran desafío no sólo en España, sino en todos los países afectados por los delincuentes de cuello blanco que han estafado al mundo, advirtió Alfonso Guerra, protagonista indiscutible de la transición democrática en el país ibérico y vicepresidente de gobierno durante la gestión de Felipe González.

No obstante, acotó, el fracaso del sistema que llaman neoliberal y que yo llamo paleoliberal ofrece al mismo tiempo la oportunidad de levantar otras banderas y aprovechar la crisis para cambiar todo.

Guerra está en la ciudad de México, donde ofreció una conferencia de prensa a propósito de la exposición Tiempo de transición 1975-1982. La construcción de la democracia en España, inaugurada ayer en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco (Ricardo Flores Magón número 1, colonia Nonoalco-Tlatelolco).

La muestra incluye fotografías, materiales audiovisuales, documentos originales, revistas, periódicos, carteles y volantes, entre otros objetos, que forman parte del acervo de la Fundación Pablo Iglesias, que preside Guerra.

Legitimidad y respeto a la ley

Tras señalar que la transición ha sido más admirada fuera que dentro de su país, Guerra dijo que, de los hechos ocurridos desde la muerte del dictador Francisco Franco (1975) hasta las primeras elecciones realizadas bajo una nueva Constitución, en 1982, lo que recuerda con más emoción es el periodo de redacción y aprobación consensuada de la Constitución Española, entre mayo y noviembre de 1978.

La intervención de Guerra en esa parte fue decisiva para que el proceso no fracasara.

La exposición se montó por primera vez en 2007, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, al cumplirse 30 años de las elecciones de 1977, las primeras después de 40 años de dictadura, aunque realizadas todavía antes de aprobarse la nueva Constitución.

Guerra aclaró que la muestra no pretende proponer a la transición española como un ejemplo para nadie, sino invitar a la reflexión y reflejar las pautas de conducta que los guiaron.

Al respecto, resaltó que una de sus convicciones fue que cualquier cambio tiene que hacerse sin violar la legalidad del momento, la democracia es necesaria, pero su cimiento es el respeto a la norma, porque en caso contrario pierde legitimidad.

Durante el acto inaugural, el embajador de España en México, Carmelo Angulo Barturen, admitió que la exposición está llena de emoción por algunas cosas que a lo mejor son difíciles de entender en el exterior.

La transición fue un proceso relativamente rápido, por lo menos en una primera etapa, mucho más rápido de lo que muchos hubiesen pensado.

Recordó el diplomático: “España fue triste y mundialmente famosa por la Guerra Civil, pero fue felizmente famosa en el mundo por su transición política.

“Fuimos –agregó Angulo– capaces de ponernos de acuerdo de manera consensuada, en torno a tres o cuatro cuestiones de Estado que sí fueron fundamentales; quizá pueda ser una referencia a la que se pueda mirar y sobre la que se pueda reflexionar en otras latitudes; a veces en algunos países, por no resolver cuatro o cinco cuestiones de políticas públicas, de Estado, los procesos se han retrasado mucho o todavía están en marcha.”

El consenso, un pilar

Guerra volvió a intervenir para explicar que la exposición reconoce las aportaciones de los protagonistas, pero también las de la sociedad española en ese momento: la presión para la transición vino del conjunto de la población; la liberación técnica de las estructuras que la impedían, fue hecha por un grupo de hombres del propio seno del régimen de la dictadura que entienden que ésta sin el dictador no era viable.

Conservadores y progresistas renuncian a la exigencia absoluta de sus proyectos, ceden en parte de sus propuestas, para abundar en el interés colectivo de todos. El espíritu de acuerdo culmina con la elaboración de la Constitución de 1978, que se apoya sobre el pilar del consenso.

En contra de lo que algunos dicen –subrayó Guerra– la transición democrática no fue un periodo fácil, no fue la evolución natural de los acontecimientos históricos; fue un proceso muy difícil, con avances y retrocesos, con crisis económicas, con víctimas de la violencia de la ultraderecha, con riesgos y acechanzas, pero también fue un tiempo de libertad y, sobre todo, un tiempo de consenso.