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La canción más azotada del mundo

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José Alfredo: Ella www.youtube.com/watch?v=oeBrjmJgSrM
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Javier Solís: Sombras nada más www.youtube.com/watch?v=ZrD_8ySrZg0
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Barbara canta a Brel
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Brel: Ne me quittes pas www.youtube.com/watch?v=lfegOxTCuOQ
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n sitio cualquiera de Internet se dio a la tarea de catalogar las 25 canciones más exquisitamente tristes del mundo entero, y hay que acordarse que cuando los gringos hablan del mundo entero suelen referirse a lo que hay entre Cape Flattery y Brownsville, si se toma del norponiente al suroriente, o entre Chula Vista y Madawaska, si uno mira el mapa del suroeste al noreste. Encontré decepcionante el resultado: lo peor de lo peor que pudo ocurrírseles fue Chicken wire (malla metálica), una rola grabada en 1998 por los Pernice Brothers que cuenta el final de una mujer que fue hallada con un trago en la mano y el motor del coche todavía encendido adentro de su garaje. En segundo lugar quedó Szomorú Vasárnap, del compositor húngaro Rezso Seress; no, perdón: lo que quedó en segundo lugar fue una versión en inglés titulada Gloomy sunday (domingo sombrío, lúgubre o fúnebre), interpretada por la gran Billie Holiday. Llegó a ser conocida como la canción húngara del suicidio y se afirmaba que cualquiera que cometiera el error de escucharla mientras pasaba por una depresión correría a la ventana más próxima a lanzarse de cabeza al vacío, y no sé si la pulsión funcionaba también si se tomaba la precaución de oír la rola en una planta baja o en un sótano. El tercer sitio fue para Eleanor Rigby, de los Beatles. Sí que es triste que un alma solitaria recoja el arroz que se arroja en una boda y, peor, que sea enterrada sin más compañía que su nombre. Para no hacerles el cuento (demasiado) largo, el lugar 15 correpsondió a una pieza de 1960 de Ray Peterson que cuenta la historia de Tommy, un enamorado que se metió a una carrera de autos con la ilusión de ganar un premio de mil dólares que invertiría en un anillo de bodas para su novia, Laura; pero en la competencia se partió la crisma y en su lecho de muerte gemía: Díganle a Laura que la amo, que la necesito, que no llore, que mi amor por ella nunca morirá. Y lo más triste de la canción, piensa uno, es que hubo alguien que se atrevió a escribirla y a cantarla, y que medio siglo después todavía conmueva a algunos.

Por supuesto, en el tema de qué tan triste es lo triste, nadie se pondrá de acuerdo. El bloguero Esteban Cárdenas, de Saltillo, hizo una selección de canciones para escuchar “cuando alguien no te pela, te traiciona o te deja por un DJ italiano con aretes en los pezones”: SOS, de John Lennon, interpretada por Agnetha Faltskog; TV Movie, de Pulp; Dry your Eyes, de The Streets, y Girl From the North Country, cantada por Johnny Cash y Bob Dylan. En Yahoo Respuestas alguien armó una planilla con I don’t love you, Mr. Brightside, I’m not OK, Who knew y When you’re gone. Alguien más, en ese mismo sitio, pidió títulos de desamor en español, le respondieron con un licuado de Ricardo Arjona, Christian Castro, Ricky Martin, Cristina Aguilera, Thalía, Chayanne, Luis Miguel, Alberto Cortez, Miguel Bosé y no sé quiénes más, y la peticionaria quedó muy satisfecha, o eso dijo.

Como se trata de gustos personales, sin que sea desdoro de los ajenos, hablaré de los míos. Pienso que entre las canciones más tristes del planeta están las que canta Leonard Cohen, con esa su voz como difunta. Cada vez que la oigo sonar en un aparato cualquiera me vienen unas ganas incontenibles de ir a buscarlo para regalarle un Gansito Marinela o cualquier cosa que le quite lo lóbrego. Otro asunto son, a mi juicio, las canciones de desamor y de azote. Ensayemos algo:

Un buen día, las relaciones destructivas y de codependencia cayeron en la cuenta de que necesitaban fortalecer la imagen de su gremio y convocaron a un concurso internacional para dotarse de un himno. Muchos se inscribieron, pero sólo tres llegaron a la eliminatoria final: dos charros cantores, uno guanajuatense y otro defeño, y un flamenco dientón de Bélgica, que cantaba en francés, y la decisión última no fue nada fácil.

Pude ser feliz y estoy en vida muriendo y entre lágrimas viviendo el pasaje más horrendo de este drama sin final –soltó, en la prueba final, uno de los charros.

Aquello era fuerte, pero su rival de Guanajuato le replicó: “Ya no quiso escucharme. Si sus labios se abrieron fue pa’decirme ‘ya no te quiero’. Yo sentí que mi vida se perdía en un abismo profundo y negro como mi suerte...”

Entonces, el defeño salió con algo realmente demoledor: Quisiera abrir lentamente mis venas, mi sangre toda verterla a tus pies, para poderte demostrar que más no puedo amar y entonces morir después.

Cuando parecía que el tal Gabriel Siria Levario se alzaba con el triunfo, el belga, que hasta entonces había permanecido calladito, se agigantó y acabó de un golpe con sus competidores mexicanos: “Ne me quitte pas. Je ne vais plus pleurer. Je ne vais plus parler. Je me cacherai là a te regarder danser et sourire et à t’écouter, chanter et puis rire. Laisse-moi devenir l'ombre de ton ombre, l’ombre de ta main, l'ombre de ton chien. Ne me quitte pas. Ne me quitte pas. Ne me quitte pas. Ne me quitte pas.” (No me dejes. Ya no voy a llorar. Ya no voy a hablar. Me esconderé por ahí a verte bailar y sonreír y a escucharte cantar y luego reír. Déjame volverme la sombra de tu sombra, la sombra de tu mano, la sombra de tu perro. No me dejes. No me dejes. No me dejes. No me dejes.)

Las relaciones destructivas y de codependencia se sintieron muy felices porque habían logrado dar con algo que realmente las representara en el mundo, y así fue: la composición de Brel devino la oración universal del azote y la autodenigración, y se hizo tan célebre que se convirtió en una de las interpretaciones más famosas de la gran Edith Piaf, a pesar de que ella jamás cantó Ne me quitte pas. Hasta donde se sabe, su única valoración de la pieza la formuló tras escucharla en voz de su autor. Y lo que le dijo fue: Un hombre no debería cantar esas cosas.

No queda claro si la gran chaparrita se refería a un individuo del género masculino o a una persona humana sin distingo de sexo. Si es lo segundo, yo estoy un poquito de acuerdo con su comentario, lo que no me quita el disfrute de esa que se ha vuelto la rola del azote por excelencia. Cómo se le pudo ocurrir a alguien.

He visto filmaciones y escuchado grabaciones de la interpretación del propio Jacques Brel y las he encontrado un poquito sobreactuadas. Antes que él la cantó Simone Langlois, y la ha interpetado más o menos todo mundo en diversos idiomas: Charles Aznavour, Nina Simone, Frank Sinatra, Juliette Gréco, Marlene Dietrich, Yves Montand, Marie Laforêt, Nana Mouskouri, Mariane Faithfull, David Bowie, Sting, Gilbert Bécaud, Mireille Mathieu, la brasileña Maysa Matarazzo...

Mi versión favorita es la de Barbara, pues aunque la grabación data de 1961, me parece la más actual, o mejor, la menos ingenua, o peor aun, y sin ofensa a la memoria de la cantante, la más patológica de todas. Búsquenla y juzguen y feliz azote. Links en el blog.