Opinión
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San Andrés Larráinzar: 13 años después
E

n retrospectiva es posible afirmar que la etapa que culmina con la firma de los acuerdos de San Andrés fue la más fructífera del diálogo, no obstante los desacuerdos, las provocaciones y la lentitud con la que se avanzó.

En contraste con lo que sucedía en el contexto del proceso de diálogo entre el gobierno federal y el EZLN, en el ámbito nacional la crisis se advertía ya en toda su magnitud. Aún no había tocado fondo, pero ya se hablaba de que era la crisis más grave de los tiempos recientes.

En efecto, hasta octubre de 1995 se había registrado una inflación mayor a 40 por ciento y la tasa de desempleo era la más alta desde 1987. Se perdieron durante esos meses 780 mil puestos de trabajo. Los expertos señalaban que, por primera vez, la economía informal ocupaba más mexicanos que la formal.

La caída del PIB en el segundo semestre de 1995 se calculaba en 10 por ciento, la más grave de los 50 años anteriores. Ante este panorama, más de 10 mil millones de dólares habían salido del país entre enero y junio de ese año.

Los bancos zozobraban y el problema del Fobaproa ya se gestaba. Este fondo daba aportaciones multimillonarias a los bancos con facilidad y sin que se viera claro ninguna mejoría en su situación. Los partidos de oposición cuestionaban el funcionamiento del fondo y la forma en que habían sido privatizados los bancos.

En medio de este contexto, en San Andrés Larráinzar se encuentran también dos lenguajes o, mejor todavía, varios lenguajes. El del EZLN es incisivo y desconfiado. A pesar de ello, dialoga y negocia.

El lenguaje del gobierno federal es inseguro, esquivo y siempre trata de investirse de un ropaje institucional que en los hechos no tiene. La delegación negocia sin saber adónde se dirige el barco y trata de retomar una iniciativa que en los hechos siempre tuvieron los zapatistas. A pesar de todo, ellos también negocian.

También están los otros lenguajes. Los legisladores de la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa) tratan a cada paso de hacer a un lado sus diferencias de concepciones partidarias y de sus intereses y afinidades personales para lograr primero consensos internos y luego servir de puente entre las partes. Cuesta trabajo, pero lo logran.

Así, el lenguaje de la Cocopa y la Conai se va construyendo a cada paso para constituirse en el intento de dos instancias por traducir al lenguaje de la paz los desafíos de cada parte.

El EZLN insistía en que San Andrés se opinara sobre todos los problemas nacionales. En principio, la delegación gubernamental se resiste. Sólo se debe acordar la paz y, después, se podrá opinar de lo que se quiera. ¿Cómo se puede alcanzar la paz sin opinar de las causas que han llevado al estallamiento del conflicto?

Las causas profundas del conflicto armado en Chiapas son las mismas que las de muchas otras muestras de inconformidad pacífica que existen a lo largo y ancho del país: injusta distribución de la riqueza; míseras condiciones de vida y un sistema político con rasgos excluyentes y autoritarios. En el caso de las comunidades indígenas, los pobres entre los pobres, se acentúan porque se les agrega una opresión racista hacia sus formas culturales e incluso hacia su propia existencia étnica.

Para los miembros de la Cocopa de aquellos tiempos, la solución del conflicto pasaba y pasa por el impulso a la reforma democrática del Estado, que es, finalmente, el escenario en el que los acuerdos que se establecen entre las partes podrán llevarse al terreno de los hechos.

En esencia, el EZLN demanda lo mismo que otros muchos millones de mexicanos: democracia, paz con dignidad, justicia y un desarrollo económico y social incluyente. Las agendas del conflicto y de la reforma democrática del Estado están hermanadas. Por esto, la propuesta de la Cocopa por incluir al EZLN en el diálogo nacional no sólo resultaba deseable, sino que además era indispensable. La historia del México contemporáneo ha demostrado que EZLN es un actor político cuya trascendencia no debe ni puede escatimarse. Las dirigencias partidarias y el gobierno de Zedillo se encargaron de que este esfuerzo sincero fracasara.

El clamor de nunca más un México sin nosotros es explicable cuando las comunidades indígenas han sido sometidas a una opresión centenaria, durante la cual han perdido tierras y derechos, aunque no se ha logrado aniquilarlos ni despojarlos de su rica cultura, parte de las raíces de nuestra patria.

Por ello los acuerdos de San Andrés Larráinzar convenidos entre el gobierno federal y el EZLN hace 13 años son la expresión de una de las construcciones políticas más importantes de las dos décadas pasadas y son una referencia fundamental en la construcción del México democrático al que aspiramos. No hay ni puede haber avance democrático en México sin su cumplimiento.

Las fuerzas políticas mexicanas tienen el compromiso de poner en juego todos los instrumentos políticos y las atribuciones republicanas a su alcance, por concretar la aspiración y los anhelos de los pueblos indios de México convenidos hace 13 años entre el gobierno federal y el EZLN en San Andrés Larráinzar.