Opinión
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Penultimátum

¿Barca a la deriva?

¿L

a barca de Pedro a la deriva?, se preguntan respetables teólogos al analizar el desempeño de Benedicto XVI. No se refieren ya a sus proclamas homofóbicas ni a su posición reduccionista sobre la familia, el aborto, la experimentación con células madres, el uso del condón, la eutanasia, la educación y la separación del poder terrenal del espiritual. Esas proclamas doctrinales reciben rechazo. El más reciente, del presidente Obama, al apoyar el control natal y a la ciencia para salvar vidas.

Las protestas y la inconformidad hacia la figura papal arreciaron cuando levantó la excomunión a cuatro obispos consagrados por Marcel Lefebvre en 1988. Destacadamente a monseñor Richard Williamson, que niega la magnitud del holocausto judío. Ante el escándalo, Williamson se disculpó por la innecesaria angustia causada al Santo Padre, pero no se desdijo sobre la inexistencia de las cámaras de gas. Esto recuerda el caso del gobierno turco, que sigue negando ser responsable del primer genocidio del siglo pasado: el que en tres años mató a más de un millón de armenios.

La voluntad papal de atraer al redil vaticano al sector extremista de la Iglesia, no obró el milagro de que los seguidores de Lefebvre se adhirieran a los postulados del Concilio Vaticano II o abandonaran su oposición al Islam, el protestantismo y la homosexualidad. En cambio causó un profundo malestar aún dentro de los recintos vaticanos. Los desatinos no se limitan a errores de gestión por parte de la curia romana como disculpó el cardenal Walter Kasper. Mejor es hablar de catástrofe, dice el cardenal alemán Karl Lehmann, pues la Iglesia está en poder de la extrema derecha, anclada en el Medievo, opuesta al diálogo con todas las religiones, cerrada a la modernización.

No sólo por asuntos teológicos Roma escandaliza. También por tachar de alucinaciones y vendeta las denuncias por abusos sexuales contra 25 curas y otros religiosos a cargo de un instituto para sordomudos en la ciudad de Verona. Las 70 víctimas (mujeres y hombres), que ahora tienen entre 40 y 70 años, decidieron narrar el calvario por el que pasaron durante tres décadas al comprobar que algunos de los acusados siguen trabajando en el instituto. Se animaron a hacerlo por la condena que Ratzinger hizo de los curas pederastas de Estados Unidos. Esperanza inútil, pues el obispo de Verona, Giuseppe Zenti, señalado por dejar hacer, intenta quitar crédito a las fundamentadas denuncias que los sordomudos hacen por escrito y mediante videos.

Otra reacción anticristiana la encabezó el cardenal mexicano Javier Lozano, al tachar de asesinos y casi pedir la hoguera para los partidarios de detener el sufrimiento de la joven italiana Eluana Englaro, quien estuvo en coma 17 años. La leña no llegó a tiempo.