Usted está aquí: domingo 15 de febrero de 2009 Política A la mitad del foro

A la mitad del foro

León García Soler

■ Poderes plenos y pobres políticos

Ampliar la imagen Oferta de servicios en el Zócalo capitalino Oferta de servicios en el Zócalo capitalino Foto: Guillermo Sologuren

Setecientos 50 mil empleos desaparecieron en 2008; hay ya en México un millón 900 mil desempleados. Y el FMI, tan grato a los tecnócratas de la globalidad financiera, da la voz de alarma: “la economía mexicana se desacelera más rápido de lo previsto”. Desde los plenos poderes del estado de sitio ficticio, Felipe Calderón proclama que este es un buen momento para invertir en México.

“Cuando esta situación mundial encuentre nuevamente su tendencia estable a largo plazo, las inversiones que se hagan ahora serán más rentables.” Keynes vive: a largo plazo todos estaremos muertos. Salvo el dogmatismo neoconservador que insiste en el retorno a las recetas fallidas y en convencernos de que son temporales las medidas adoptadas por Barack Obama, la intervención del Estado al norte del río Bravo y en la Unión Europea, cuyos 21 integrantes han reconocido formalmente estar en plena recesión.

La crisis multiplica los pobres, declara el Banco Mundial: en 2009 se sumarán 46 millones de seres humanos a las multitudes que sobreviven abajo de la línea de la pobreza, con un ingreso de 1.25 dólares por día. De Islandia a Lituania, desde Corea del Sur hasta Grecia, se manifiestan millones, convencidos de que no se trata de salvar a banqueros y que el desastre mundial no ha de resolverse con el retorno al status quo. Se agotó el sistema y se acabó la paciencia. “El patrón es evidente: los gobiernos que ante una crisis creada por la ideología del libre mercado respondan con una aclaración de esa misma agenda desacreditada, no sobrevivirán para contarlo. Como los estudiantes italianos gritan en las calles: ¡No pagaremos su crisis!” (Naomi Klein, La Jornada de ayer 14 de febrero, texto publicado en The Nation.)

Cinco lustros de crisis recurrente, 50 millones de mexicanos en pobreza extrema, 5 millones emigrados en busca de empleo, miles de muertos en la guerra contra el crimen al amparo del estado de sitio ficticio, y la economía que se desacelera más rápido de lo previsto, no constituyen una catástrofe, según las huecas bravatas de funcionarios menores, como Javier Lozano; según el sonido y la furia de Germán Martínez Cázares, el pendenciero: “En Acción Nacional no somos catastrofistas”. Y las brujas de Macbeth atizan la olla podrida de un deterioro de la clase dirigente que asusta a los mismos que pusieron los ingredientes del vuelco que llevó a Fox a presidir un gobierno de gerentillos y tiene en jaque al gobierno panista de Felipe Calderón. Lo de Carlos Slim puso en evidencia la vocación cortesana de quienes gritaban ¡viva Iturbide!, mientras anhelaban gritar ¡viva Agustín I!

Y los ánimos de revancha e intolerancia que afloran al mezclarse los asuntos públicos con los intereses privados. Javier Lozano aprovechó el viaje para retomar la bandera de una reforma que trastoque el artículo 123. Pero entre los desatinos de las indiscreciones celulares de Luis Téllez K., salta a la palestra el muy discreto Liébano Sáenz: “El desencuentro entre uno de los empresarios más importantes y el Presidente no es un accidente, sino consecuencia de una decisión anterior, ajena a ambos, que careció de sentido de lealtad a las instituciones de la República”. Palabras crípticas, alusivas a lo sabido y oído en la cercanía que da influencia; inamovible por decreto de Ernesto Zedillo: A Liébano no me lo toquen, ordenaría a los hacedores de listas del PRI. Pero la ira de Lozano nada tiene de sana distancia.

Con razón sentencia Lorenzo Servitje, santón empresarial y censor moral: “Si no se apoya al pobre señor Presidente, esto irá muy mal.”

Fernando Gómez Mont acepta las recomendaciones de la ONU. Falta que se cumplan con la urgencia del caso: torturas, violaciones a los derechos humanos y la más que cuestionable orden de arraigo, el encarcelamiento de facto sin orden de aprehensión. El abogado Gómez Mont reaccionó con prontitud a las palabras del general McCaffrey, antiguo zar antidrogas del vecino imperio: “El reciente incremento en los niveles de violencia y los actos brutales y sorprendentes cometidos por los cárteles de la droga han provocado una emergencia nacional en México.” El secretario de Gobernación dijo que el pais “vive un momento crucial por recuperar la seguridad, la legalidad y la justicia, y lo está enfrentando”. Se recupera lo que se ha perdido.

De ahí la insistencia en hablar A la mitad del foro de la urgencia de cumplir con la ley y solicitar autorización del Congreso para instaurar el estado de excepción. Vivimos en estado de sitio ficticio, “estado de necesidad”, fenómeno legal conducente a los plenos poderes. Bajo el état de siège fictif, término derivado del decreto napoleónico del 24 de diciembre de 1811, que otorgaba al emperador la autoridad de imponer el estado de sitio, sin necesidad de declararlo, “cuando las circunstancias requirieran dar más fuerzas y más poder a la policía militar”. Lorenzo Servitje canta la palinodia: “Eso no es de un país civilizado, es de un país salvaje. (...) Y vemos a nuestras policías ineficientes y corrompidas, y el pobre Ejército sufriendo golpes, en el que se tenía tanta esperanza y que realmente se encuentra confrontado por problemas muy serios”.

Con el remolino de “la guerra civil global” (Hannah Arendt: On Revolution), George W. Bush impuso el inconcebible USA patriot act, la suspensión de garantías, de los derechos civiles, en su país y en el imperio global. Barack Obama suspendió los juicios militares y anunció la clausura de la aberrante prisión de Guantánamo. Con nuestra guerra contra el crimen se revirtió la inmarcesible frase de Carlos Hank González: “Un político pobre es un pobre político”. Jorge Hank ya no puede pasar al otro lado; le negaron la renovación de su visa. Es rico, pero es un pobre político al que Roberto Madrazo le dio la franquicia del PRI en Baja California; el heredero pagó las cuentas para ser candidato a gobernador: perdió las elecciones y la visa.

Y ahora se alzan voces de jóvenes turcos de Felipe Calderón, con adherentes como Luis Téllez K., graduado distinguido del MIT, de la tecnocracia del priato tardío, administrador privado de Desc y del Grupo Carlyle, el de George H. W. Bush y Dick Cheney, feroz vicepresidente de Bush hijo. Carlos Salinas se robó la mitad de “la partida secreta”, soltó el indiscreto secretario. Grabaron su dicho y se transmitió por la radio. Luis Téllez dijo que había sido por hablador, que no tenía pruebas. La fiebre electoral motivó la indignación y muchos valientes decidieron dar gran lanzada a moro muerto: pidieron que investigue la Auditoría Superior. Pero mientras la hubo, no era auditable la tal partida secreta.

Ya empezó el proceso electoral de medio sexenio. No son catastrofistas los que esperan pacientemente que los designe el que manda por medio del dedo índice de Germán Martínez. Pero han perdido casi todas las elecciones habidas desde que Felipe Calderón asumió la Presidencia. Las encuestas dan gran ventaja al PRI: “Las elecciones se ganan en las elecciones”, repite Beatriz Paredes en homenaje al filósofo de Güemes. El PRD no capitalizará la catástrofe porque el único con voluntad de poder es Andrés Manuel López Obrador y decidió ejercerlo al frente de un movimiento perpetuo, popular y pacífico.

Lástima. La política no es cuestión evangélica, decía Charles de Gaulle.

 
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