Usted está aquí: sábado 14 de febrero de 2009 Cultura Chicago: ¡Metaaaaaal!

Juan Arturo Brennan

Chicago: ¡Metaaaaaal!

Mentiría si dijera que soy (o fui) roquero de corazón. La verdad es que la mayor parte del trabajo de las bandas importantes me pasó de noche, no porque yo hiciera juicios de valor a su respecto, sino porque estaba ocupado escuchando otras cosas.

De hecho, suelo ocultar pudorosamente el nombre de la única banda cuyos pasos seguí fielmente, para evitar que me griten “¡cursi!” mis amigos melómanos que sí saben de rock (García Tsao, Sarquiz, Návar et al).

Sin embargo, no todo el rock me fue completamente ajeno, y me dediqué por temporadas a poner atención al trabajo de algunas bandas selectas entre las cuales puedo mencionar a Blood, Sweat & Tears, la banda de Buddy Miles y, de manera importante, Chicago. ¿Por qué éstas y no otras? Obvio: por sus sabrosas secciones de metales. Así, la visita al Auditorio Nacional el lunes por la noche para el concierto de Chicago fue gozosamente obligatoria y más que satisfactoria, entre otras cosas porque sirvió para demostrar que una banda duradera es valiosa no por los años que acumula, sino por el nivel de calidad que mantiene al paso del tiempo.

De entrada, es importante señalar que se trató, verdaderamente, de Chicago. En tiempos recientes, éste y otros recintos musicales mexicanos se han poblado de bandas que, aprovechando los años dorados de alguno de sus sobrevivientes, o quizá sólo el nombre icónico del grupo, se presentan en toda clase de versiones revisited, reloaded, remixed y, francamente refritas, con resultados musicales poco convincentes.

El gran mérito de la versión 2009 de Chicago es que la banda se ha mantenido fiel a su estilo, a su sonido y a sus sólidos principios musicales básicos, a pesar de los inevitables cambios de personal realizados a lo largo de 40 años de actividad ininterrumpida. En este sentido, la formación de Chicago que abarrotó hasta el tope las butacas del Auditorio Nacional es una muy bien equilibrada mezcla generacional.

El ancla fundacional estuvo representada por Robert Lamm (teclados y voz) y el trombonista James Pankow, este último ofreciendo una versión hiperkinética de sí mismo, con una dosis de adrenalina saludablemente extrovertida. (A manera de referencia cruzada, véase por ejemplo el reciente documental Shine a light, de Martin Scorsese, protagonizado eufóricamente por Sus Decrépitas Majestades).

La bisagra cronológica de este Chicago fue el tecladista y vocalista Bill Champlin, quien se unió al grupo en 1981, y la sangre nueva quedó en manos del bajista Jason Scheff y el guitarrista Keith Howland. Siendo para mí el metal de Chicago su principal atractivo, lamenté la ausencia de su saxofonista y su trompetista originales, Walter Parazaider y Lee Loughnane.

Vale decir, sin embargo, que los músicos de relevo que cubrieron esas ausencias supieron fundir muy bien su trabajo instrumental con el de Pankow.

¿Qué toca y canta Chicago a cuatro décadas de su fundación bajo el nombre de Chicago Transit Authority? Lo de siempre, ni más ni menos. Desde las baladas suaves más orientadas al pop que les ganaron una audiencia vasta y numerosa, hasta el rock energético y revolucionado que es su sello más característico.

Celebro, además, que Chicago no haya olvidado, en su música más reciente, la importante raíz jazzística que ha marcado su trabajo desde siempre, y que es al mismo tiempo saludable causa y benéfico efecto de la presencia del trío de metales en su formación.

La sencilla presentación del concierto resultó una bocanada de aire escénico puro, en estos tiempos en que las sesiones de este tipo suelen exhibir más parafernalia tecnológica y efectos lumínicos que música.

Si algo hay que criticar de esta potente presentación de Chicago en el Auditorio Nacional es al personal de ingeniería sonora del grupo que, olvidando las sutilezas de la mezcla tímbrica que hizo tan distintivo el sonido Chicago, en varios momentos se atascaron de bajo y batería groseramente amplificados y los metales, bien gracias, allá perdidos en el espacio.

Sí, hubo nostalgia y visiones retro el lunes con Chicago, pero también muy buena música.

 
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