Usted está aquí: viernes 13 de febrero de 2009 Opinión Ruta Sonora

Ruta Sonora

Patricia Peñaloza
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■ La crema del 2008 (hip hop)

Ahí debajo, lejos del glamur que oculta cual maleza lo mejor del género, hip-hoperos y/o raperos buscan hablar con verdad y crudeza. Aunque en el mainstream hay dos que tres cosas rescatables. Hoy, lo sobresaliente de este vasto género en 2008, a nivel anglo.

1. The Bug. London zoo. Despampanante tercer disco del productor inglés Kevin Martin, quien, visceral, explosivo, oscuro y quebrador, depreda al fundir gruesos bajos y amalgamar dancehall digital con grime y dubstep, para sobre éstos aplicar rimas y cantos absolutamente ragga. El neófito lo creerá reggaetón. El que se deje llevar por su mente y cuerpo hallará un destello originalísimo, a la vez cerebral y tribal, que lo hará agitar espina, entre ideas que van de los suicidas con bombas al calentamiento global. Posmo-electro-africano-global.

2. Erykah Badu. New Amerykah, pt 1: 4th World War. Desde su aparición musical hace 10 años, más dentro del rythm and blues y soul, esta bella cantante y compositora texana crea el disco más hip hop & funk de su carrera. Con sus delicados fraseos, mismos que la han distanciado de la bola de cantantes recientes del estilo, acaricia oídos entre críticas a la violencia y carencias de su país. Exquisita.

3. Q-Tip. Renaissance. Suave, delicioso, se conduce este rapper y productor, que vuelve tras una década de no editar un disco en forma. Su rapeo fluido y selectos grooves permanecen, así como sus atmósferas elegantes; menos preocupado por ser veloz sin sentido. Con todo y un sampleo de Barack Obama, refrenda su lugar entre los grandes del género.

4. Lil’ Wayne. Tha Carter III. Debido a que este carismático MC de Nueva Orleáns fue emitiendo tracks en la red durante 2007, y desde entonces causó revuelo, la Ruta Sonora lo ubicó en lo mejor de ese año. Sin embargo, el álbum físico apareció a inicios de 2008; el tiempo le dio fuerza, y tuvo aún más eco el año pasado. Aquí, este gloriado chamaco, con invitados como Jay-Z y Babyface, ejerce la palabra con maestría y libertad, entre temas suaves y sustanciosos, que cuestionan la fama, la violencia y lo ocurrido tras el huracán Katrina.

5. Black Milk. Tronic. De Detroit, este joven MC y productor emite un segundo trabajo en el que deja atravesar sus versos por el viejo electrónico a lo Gary Numan o el electro digital reciente, mediante líneas de bajo techno, melodías hipnóticas y ocasionales metales funk. Original, adusto. Con su flow suave, es como el envés underground de Kanye West.

6. The Cool Kids. Bake sale. La década de los 80 no deja de atraer a los nacidos en la misma, y este dúo de Chicago no es excepción: viejas cajas de ritmo les permiten ser creativos mediante una austeridad juguetona, atrayente, sin caer en la nostalgia ni el remedo, mientras en la rima hacen autoescarnio reflexivo. Freshhh!

7. N.E.R.D. Seeing sounds. La comunidad hip-hopera ve ajeno a este trío de productores, cantantes y multi-instrumentistas de Virginia, pero su tercer disco es harto solvente, divertido, con toques de rock, funk y soul, guitarras torcidas, pianos puros y cantitos pegajosos. No los odien por ser tan pop (actuarán en el Mx Beat).

8. Atmosphere. When life gives you lemons, you paint that shit gold. Considerados los emos del rap, por sus temáticas depresivas, en su quinto disco, estos chicos de Minnesota abandonan la furia de su trabajo previo para, mediante guitarras y teclados, contar historias sobre personajes que luchan contra su existencia desolada. Profundo, honesto, lejos de lo trillado en sonidos; harto melódico, cálido.

Mención aparte merecen dos “tornamesistas”, uno clásico y uno reciente, maestros del mash-up, esto es, la superposición de trozos de canciones, unos sobre otros, para crear nuevas piezas.

1. Steinsky. What does it all mean? 1983-2006 Retrospective. Jefe de las mezclas, poseedor de un arsenal musical espectacular, de gran gusto, Steve Stein, con su aliado Double Dee compila lo mejor de sus “lecciones” (sus discos se han llamado Lesson One, Lesson Two y Lesson Three), lo que permite checar de un tirón su habilidad por décadas para la pegatina, como para re-crear piezas que parecieran ser desde siempre una sola: desde parlamentos de Groucho Marx hasta voces documentales alrededor del asesinato de John F. Kennedy, el 11 de septiembre, entre otros eventos. Toda una aventura extra-funka-délica.

2. Girl talk. Feed the animals. En su tercera entrega, Gregg Gillis, de Pittsburgh, no sólo echa mano de los ritmos funkies de rigor, sino que abarca desde rock duro (Megadeth, Thin Lizzy, AC/DC), hasta Radiohead, para luego ironizar con cursilerías como Rick Springfield o Journey, sobre ritmos de rap tanto ochentero como reciente: de E-40 y Busta Rhymes, a Jay-Z y Lil Wayne. Con sampleos más fragmentados y rápidos que en sus trabajos previos, crea posmodernos mosaicos, la mar de bailables. Delirante.

Otros destacados: la claridad pop, cada vez menos atascada y sensible de Kanye West y su electro-oscuro 808’s & Heartbreak. La obsesión sexual y pop-rocker de 88 Keys, con The death of Adam. El erotismo y los ritmos blandos de Devin the Dude y su Landing gear, de flow excitado. La energía y rudeza, entre teclados y sampleos aventureros y rimas agudas, de Akrobatik y su Absolute value.

 
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