Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 8 de febrero de 2009 Num: 727

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La divinidad se ancló en Machu Picchu
ROSA NISSÁN

Dos poemas
ELENI VAKALÓ

Cine vasco: censura y autocensura
BLANCHE PETRICH entrevista con FERNANDO LARRUQUERT

La izquierda en Euskadi
BLANCHE PETRICH

La vida de Conejo John Updike
CECILIA URBINA

El poeta como crítico de la poesía
RICARDO VENEGAS entrevista con JOSÉ MARÍA ESPINASA

Carta de Felice Scauso, embajador de Italia en México

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Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


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Javier Sicilia

Reliquia de Pura López Colomé

En un espléndido libro de espiritualidad, el franciscano Javier Garrido, al hablar de la época en que un ser humano llega al medio siglo, hace una analogía con una montaña: hasta entonces, el hombre, dice, subió una larga cuesta impulsado por la ilusión de llegar a la cima. Ahora, cuando ha llegado, se da cuenta que esa cima no era tal. En ese sitio, antes de llegar a la verdadera meta, hay una larga y árida planicie –el principio de realidad—hecha de fracasos, de logros, que no eran los soñados; de alegrías y de tristezas, en síntesis, la pobreza, para usar la metáfora de Cavafis, de Ítaca, de ese lugar que, si no era lo que esperábamos, nos dio algo mejor: un viaje. “Aunque pobre la encuentres –escribe el poeta– no hay engaño./ Rico en saber y en vida has comprendido/ lo que significan las Ítacas.”.

Reliquia, de Pura López Colomé (Conaculta y Ediciones sin Nombre, 2008), está escrito desde ese lugar: una planicie desde donde se vislumbra Ítaca. De ahí la amarga y gozosa hondura de su voz. En él, la poesía de Pura –una de las más bellas y exigentes que se hayan escrito en el México de las últimas décadas– adquiere su forma más exquisita. Pulida, hasta la más exigente de las desnudeces, en Reliquia, como su nombre lo revela –residuo que queda de un todo; huella o vestigio de cosas pasadas; resto de algún santo o de cosas que han estado en contacto con su cuerpo–, Pura –situada en la planicie de la vida, avanzando desde ella a Ítaca– mira su viaje y reúne asombrada lo que ha habido de mejor o de doloroso en ella y al reunirlo descubre el más bello de sus vestigios, la verdadera reliquia, su Ítaca, aquella que le ha dado un viaje y le ha permitido vivir, escribir su obra, traducir a sus poetas más amados y reconciliarse con los sucesos de su vida: la palabra, pero no en el sentido de nombrar, sino en el del griego, logos , que significa relación.

Al evocar los vestigios de su viaje, Pura celebra la palabra que le permite relacionarse con la realidad, sentirla en sus más finos detalles. En la palabra, en el logos poético –nos revela Pura–, el hombre se vincula con las cosas, se conmueve, siente el allá en el acá de su carne, trae el ayer al hoy, lo que fue al ahora. En esa relación, el mundo resplandece en su misteriosa presencia. Si no puede decir su sustancia –de ahí el sentimiento de planicie, de caminar sobre la realidad que, al fin, se impone en su impenetrabilidad–, dice al menos un fragmento de su sacralidad. Cada poema de Reliquia es así un resto del cuerpo sagrado, un pedazo, una reliquia, valga la redundancia, de la santidad de la vida. Ella, como lo dice su poema “Tierna infancia”, es la huella de “Alguien”, de un Alguien que, ahora los sabe, no podrá decir, pero del cual, como las reliquias de los santos, conserva su presencia en la palabra.

Esa pobreza, ese principio de realidad, esa planicie por la cual Pura transita, bastan para encontrar “lo que las Ítacas” significan: ese largo viaje que es relación, logos , ese aquí maravilloso que es la vida en su pobre y desnuda realidad. Tal vez el poema que mejor lo dice, uno de los que más me conmueve, sea “De nuevo, la zarza”, una alusión a la zarza ardiente donde Dios –ese “Alguien” de Pura, ese Logos– habla a Moisés en el Sinaí: “Su cercanía,/ su mensaje feroz,/ su existir como una estampa/ imborrable entre mis confesiones/ de puño y letra./ No me trató como a cualquiera./ Me habló de dualidades./ Fosforesció,/ cavó un túnel de allá hacia acá,/ trajo noticias frescas de otra esfera,/ la que atisba, la que acecha:/ ¿quién se halla en la antecámara,/ en la vestibular sala de espera?/¿El no sé qué de Yepes?”/ ¿El sí sé qué de Asbaje?/ Mejor me quedo de este lado,/ balbuciendo/ en vez de abrir brecha/ de aquí hacia allá/ y fosforezcan/ mis cenizas frente al Inextinto,/ antes de elevarse el velo de la bruma/ y resurjan la aldea a sus faldas/ y la gente que va y viene,/ la unión de números y signos/ en esta informe pila bautismal,/ este diluvio./ Hablemos, hablémonos,/ de mí y de ti,/ nombrémonos/ tales por cuales,/ acentos que flotan suaves,/ brasas entresilábicas,/ marcapasos.

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a los presos de Atenco y de la APPO, y hacer que Ulises Ruiz salga de Oaxaca.