Usted está aquí: jueves 5 de febrero de 2009 Espectáculos La máscara fue un verdadero problema; tuve que enfrentarme a mis seguidores: El Santo

■ La última entrevista que concedió el legendario luchador a finales de enero de 1984

La máscara fue un verdadero problema; tuve que enfrentarme a mis seguidores: El Santo

■ “Peleaba sucio y la gente me aplaudía, en ocasiones luchaba limpio y la ovación era mayor”

Pedro Aldana Aranda

Ampliar la imagen El Santo en una función en la Arena San Juan Pantitlán, en 1968, en el estado de México El Santo en una función en la Arena San Juan Pantitlán, en 1968, en el estado de México Foto: Antonio Zamora. Tomada de la revista Luna Córnea, número 27

“Jamás pensé que El Santo fuera a durar tanto tiempo”, confesó Rodolfo Guzmán Huerta, mientras dejaba caer, pesadamente, su cuerpo, aún musculoso, en el sillón…

La entrevista se realizó a finales de enero de 1984, en sus oficinas ubicadas en el Teatro Blanquita. Fue la última que concedió el legendario luchador. Éste es un resumen del texto publicado tras su muerte, en el diario unomásuno.

“Nunca supe exactamente por qué el público me quiso tanto, A la gente le gustaba verme. Sinceramente yo no me agrado como luchador. Me he visto en varias películas, en transmisiones de televisión y reconozco que mi estilo no fue de los mejores. Sin embargo, la afición me seguía. Por eso El Santo duró 40 años.”

¿Cuándo comprendió que debería retirarse?, se le preguntó.

El enmascarado guardó silencio. A través de la máscara se apreciaba su mirada fija, aunque paradójicamente ajena. Quizás recordando sus últimos combates, en los que el esfuerzo era cada vez mayor.

“La lucha libre ha sido todo para mí”

Al responder, lo hizo con voz quebrada:

–Hace dos, o quizás tres años, sentí el descontrol en el organismo. En tres ocasiones perdí el conocimiento mientras peleaba. Mis familiares estaban alarmados. Me pidieron que dejara la lucha, que no me arriesgara…. Fue una decisión difícil de tomar. La lucha libre ha sido todo para mí.

“Dejar de luchar fue algo muy triste, aún recuerdo la reacción del público cuando me retiré. Me dijo adiós a su manera, con una fuerte ovación. Ésa es una de las más grandes satisfacciones que he recibido en mi vida.”

–¿Cuándo empezaron a proteger al Santo?, ¿cómo es posible que haya conservado durante tanto tiempo la máscara?

–Jamás me protegieron. Yo me cuidaba solo, con mis conocimientos y experiencia. Siempre fui muy profesional y traté de dar lo mejor de mí. De entregarme en cada lucha, había mucha gente que deseaba desplazarme. Todos los oponentes fueron muy duros. Y si conservé la máscara fue porque siempre defendí mi anonimato. Aunque en muchas ocasiones estuve a punto de perderla.

Ante la mirada incrédula del reportero, El Santo se removió intranquilo, como si le incomodara el sofá en que descansaba. Aún poseía un cuerpo fuerte y compacto, aunque sus movimientos eran lentos. Debió añorar, sin duda, aquellos tiempos en que era peso welter y se movía ligerito por el enlonado y subía a los postes de las esquinas para lanzar su famoso tope con vuelta de campana, que dejaba planchados a sus enemigos. El enmascarado suspiró hondamente y salió de sus reflexiones para aceptar la posibilidad de que, tal vez, sí lo protegieron.

“Quizás sí, lo hicieron –reflexionó–. En el sentido de que me ponían a buenos compañeros. Los mejores luchadores del momento me acompañaron en varias ocasiones y, a veces, cuando me atrapaban los contrarios, entraban a rescatarme. Pero le repito, la principal protección que tuvo El Santo, fue... El Santo –enfatizó con un movimiento de sus poderosas manos zurcadas por gruesas venas–.

“Mi vida ha sido el deporte. Desde los ocho años jugaba beisbol. A los 12 años practiqué futbol americano. Cuando cumplí 14 ya sabía jiu jitsu, y a los 16 debuté como luchador profesional… Lo hice por gusto. Vi una función de lucha libre y me agradó. Sabía defenderme en lo que era un combate cuerpo a cuerpo, así que no me costó trabajo ingresar como luchador. Aún recuerdo que me pagaron siete pesos por mi presentación… Luché como técnico, con el nombre de Rudy Guzmán. Lo que más me agradó fue el recibimiento del público, que desde mi presentación hasta el retiro, siempre me ovacionó.

“Después vino mi primera gira, por Monterrey. Me fui sin contrato ni nada. Apenas si saqué para comer. Pasé muchos sufrimientos. Los viajes eran cansadísimos. Nos hospedábamos en los peores hoteles, con malas comidas. Si aguanté fue porque la lucha me gustó desde el comienzo. No tenía necesidad de andar de un lado para otro. En ese tiempo trabajaba de obrero especializado en una fábrica de medias. Pero mi destino ya estaba escrito y lo seguí.”

Rudy Guzmán se dio cuenta que los luchadores que más llamaban la atención eran los enmascarados y decidió encapucharse. Fue en 1942. Se colocó una máscara, espantosa, de cuero, que con el sudor se convertía en un verdadero suplicio, pues le restiraba la cara y le pesaba bastante. ¿El nombre?… Había que buscar un contraste. Cuando decidí enmascararme también pensé en cambiar mi estilo, convertirme en un rudo desalmado. Entonces quise usar el nombre de Ángel, pero finalmente me decidí por Santo. También me inspiré en un luchador estadunidense que utilizaba el nombre de Máscara de Hierro. Yo me puse el Enmascarado de Plata.

Triunfo

El debut de El Santo sorprendió a los aficionados, pues aquel ágil enmascarado logró triunfar sobre la primera figura de los enlonados de aquel tiempo: Ciclón Veloz.

Aquella máscara dio un giro en la vida de Rodolfo Guzmán. El público abarrotó las arenas en donde él se presentó.

“Me gustaba enardecer a la gente, no sólo acababa con mis enemigos sino también con los réferis. Peleaba sucio y la gente me aplaudía, en ocasiones luchaba limpio y la ovación era mayor.”

La máscara cubrió la identidad de Rodolfo Guzmán. De no haberla usado el mito de El Santo no habría existido, pues sus familiares le pidieron que abandonara la lucha después de que dos de sus hermanos, La Pantera Negra y Black Guzmán murieron, uno durante una lucha y el otro mientras entrenaba…

“Me dijeron que me retirara. Lo hice, pero a las tres semanas reaparecí como Santo. Mi familia tardó mucho tiempo en descubrir que Rodolfo Guzmán y el Enmascarado de Plata eran la misma persona.

–¿Cuántas veces puso en juego su máscara?

–Muchas. Calculo que fueron más de 70. La cuidé mucho, con exageración. Cuando sabía que mi identidad estaba en juego, me ponía nervioso, tenía miedo de subir a luchar. Pero ya arriba del encordado la defendí con toda el alma.

–¿Cómo fue que el villano se convirtió en héroe?

–El cambio era necesario. La imagen de El Santo comenzó a explotarse comercialmente, en revistas y películas. El Enmascarado de Plata luchaba contra malos, estaba del lado de la justicia. Así que no podía seguir siendo rudo y me convertí en técnico…

Conservar el anonimato no fue tarea fácil para El Santo. La máscara influyó decididamente para explotar su imagen, crear misterio, pero también significó sacrificio, esclavitud…

“Siempre me gustó la leyenda que se creó alrededor de El Santo. Logré una gran proyección. Visité casi todo el mundo, me recibieron varios presidentes. En cualquier parte donde me presentaba causaba admiración. Pero tuve que sufrir mucho para mantener el misterio. No sólo me enfrenté a verdaderas fieras del cuadrilátero y las vencí para conservar mi identidad, sino que también tuve que enfrentar a mis seguidores, a los curiosos, a muchos reporteros que seguían mis pasos para descubrir quién era El Santo. La máscara fue un verdadero problema.”

–¿En el cuadrilátero no le llegaron a quitar la máscara?

–En muchas ocasiones mi rostro casi quedó al descubierto. Mis rivales me despedazaron la capucha. Fueron infinitas las veces en que lo intentaron, pero jamás lo consiguieron… Son pocas las personas que me conocen sin máscara.

–¿Qué diferencia hay entre la lucha de antes y la actual?

–Son totalmente distintas. Cuando la lucha libre empezó en México, quienes la practicábamos lo hacíamos de una manera efectiva. Nos la pasábamos aplicando llaves, castigando a nuestros rivales con diferentes tomas; si nos hacían la contra, de inmediato aplicábamos otro agarre. Así, hasta que uno de los dos tenía que rendirse. Las llaves de lucha son tan fuertes que pueden llegar a causar la muerte de un individuo… Ahora las cosas son muy distintas, la lucha actual es un espectáculo aéreo.

–¿Qué es la lucha?

–Es uno de los deportes más completos que existen. Antes de ser payaso, el luchador debe ser atleta.

 
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