Usted está aquí: miércoles 4 de febrero de 2009 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Ángel Velázquez
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■ En el PRD, inercias que dañan

■ El recurso del dedazo

Son muchas las cosas que fallan en el PRD, una de ellas, tal vez la más grave, es la falta de un liderazgo formal que lo pueda guiar por caminos diferentes a los de la corrupción y las componendas vergonzantes, que ahora, en tiempos electorales, se agigantan por los apetitos tribales que sólo se sacian con poder.

Por eso, entre otras cosas también renacen, en estos tiempos, las ganas de corregir los rumbos, de romper las inercias, de reinventar esa parte de la política que deja fuera de las decisiones trascendentes, aunque les beneficie, a los gobernados.

El sistema del dedazo tiene graves consecuencias tanto para la población como para el partido, pero es el método que desde cada rincón de la política perredista se lanza como si se tratara de un sistema nacido de entre los amarillos y no de los sótanos priístas, que es de donde proviene.

Parece que el momento para realizar los cambios que apremian a ese partido, antes de que el proceso de descomposición termine con él, es ahora. Las tribus mayores, Nueva Izquierda, de los chuchos, además de Izquierda Democrática Nacional, del señor de las ligas, René Bejarano, podrían perder sus bastiones: Iztapalapa y Cuauhtémoc.

Ese hecho, que según las encuestas podría darse en las elecciones próximas, significaría, seguramente, el principio de la transformación de ese organismo, porque curiosamente las dos demarcaciones quedarían en manos del mismo PRD, pero con gente que busca nuevas formas de hacer y nuevas formas de pensar el perredismo.

Por ahora se ha tratado de seguir la inercia. Las tribus se han puesto casi de acuerdo para mantener el sistema quitapón, sin tener en cuenta las aspiraciones de nadie. El sistema quitapón es aquel en el que el jefe de la tribu repone sin competencia alguna al delegado o diputado que pierde porque el término de su mandato se cumple, o bien porque se le trata de colocar en otra posición, sin menoscabo del número de activos políticos que guarda la tribu.

Así se reparten, por ejemplo, las delegaciones en el DF, donde territorialmente Venustiano Carranza e Iztapalapa quedarían como hasta ahora, en manos de Nueva Izquierda, y Cuauhtémoc y Azcapotzalco seguirían gobernadas, en su totalidad, por los agentes de Bejarano. En ese acuerdo, o reparto, las diputaciones locales también guardarían la misma proporción.

De esa manera se preserva el dedazo como la forma de hacer democracia, y así quieren mantener dentro de sus listas a los políticos que les permitirán seguir medrando del PRD, aunque el partido corra el riesgo de perder, y de perderse. Las habilidades de los militantes con aspiraciones y sin tribu, con experiencia pero libres, no tienen cabida en las listas de los jefes tribales, donde sólo aparecen los que aseguran fidelidad perruna, aunque no sepan nada de lo que será su chamba, o simplemente sean imbéciles.

Alguien debe empezar a corregir, entonces, las inercias dañinas dentro de ese partido. Si el remedio no se halla en el total de la militancia, podrían ser los ciudadanos de izquierda sin partido, y los militantes no sometidos a las reglas actuales, quienes puedan escribir las nuevas páginas de un PRD que se desmorona afectado por sus vicios.

De pasadita

El supuesto es que a la población en general una de las cosas que más le debería importar es la que va a trascender en su vida. Lo que hacen y dicen los políticos, por ejemplo, pero la realidad es otra. A la gente lo que le importa es el fut, según tantean las televisoras, según su estrategia de acabar con lo que los políticos dicen, para ser ellas las únicas que digan.

Por eso, y por su pleito con el IFE –que ya está bastante desacreditado–, fue que interrumpieron la transmisión del súper bowl el domingo pasado. Hay quien pretende señalar que no hubo dolo en el corte programado en las televisoras, pero se necesita ser necio y ciego para tratar de inventar un mentira del tamaño que sólo los políticos levantan. ¡Qué barbaridad!

 
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