Usted está aquí: martes 3 de febrero de 2009 Opinión Marcelo Ebrard: ni cerca ni distante

Marco Rascón
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Marcelo Ebrard: ni cerca ni distante

El jefe de Gobierno tiene ante sí dos opciones: una es como aspirante a la Presidencia de la República, y la otra, convertirse en un político menor y de temporada.

Frente al proceso electoral interno en el PRD para seleccionar candidatos a diputados locales, federales y jefes delegacionales en el Distrito Federal, Marcelo Ebrard deberá elegir cuál será su papel frente a la contienda interna, lo cual le permitiría agrandar sus posibilidades o reducirse como defensor de intereses de grupos.

No es un asunto de simpatías ni de compromisos ni lealtades, sino del papel que se debe jugar correctamente frente a fuerzas políticas que fácilmente se desbordan y arrastran los procesos electivos a la ilegalidad, las prácticas fraudulentas, y al uso y abuso de los recursos públicos a favor de los candidatos considerados “oficiales”.

Luego de lo sucedido en el PRD a lo largo de 2008, Ebrard no debería cometer el mismo error de Andrés Manuel López Obrador, quien renunció a su autoridad, ampliamente reconocida por todos los grupos, para apoyar a una corriente y declarar su enemiga a otra que formaba también parte de sus colaboradores (Jesús Ortega fue su coordinador de campaña, nombrado por él en 2006). Este error dejó al PRD sin posibilidades de conciliación interna y el mismo liderazgo del lopezobradorismo perdió autoridad política ante el error de intervenir en el proceso, declarar su preferencia por uno, mientras a otros los calificó de enemigos y traidores.

Tras esa dura experiencia, el sol azteca de nuevo tiene enfrente la prueba de las urnas en votación abierta. Candidatos independientes, de grupos y corrientes se preparan a competir, pero ahora multiplicados por decenas, pues sólo en el estado de México, el Distrito Federal y Zacatecas se registraron más de 200 candidatos, por lo que a partir del 7 de febrero la cifra de candidatos a puestos locales podría ser semejante. Este proceso, a su vez, está sujeto a tiempos fatales, como es el registro de candidatos y, por tanto, las impugnaciones a nivel interno deberán resolverse en días.

Por ello, el proceso dependerá y será remontado no sólo si se establecen reglas, basadas en principios como el rechazo a toda práctica fraudulenta, sino si los gobernantes del PRD permanezcan al margen del proceso, garantizando la equidad y el arbitraje, más allá de sus preferencias.

Tanto los órganos electorales internos como los funcionarios que detentan puestos públicos deberán asegurar la imparcialidad, pues de ello depende que el proceso de elección interna sea constructor de fuerza o un acto de liquidación y de debilitamiento.

Esta situación general va a depender en mucho de lo que suceda en el Distrito Federal, que es donde se concentra hoy la fuerza electoral del PRD y donde se marcarán avances, retrocesos, si hay en verdad autocrítica y asimilación de los errores de contiendas internas pasadas.

De la actitud que adopte y exprese abiertamente el jefe de Gobierno del Distrito Federal sobre la contienda interna, de la posición de arbitraje que asuma, dependerá también la fuerza o debilidad y su proyección política.

Es por ello que Marcelo Ebrard tiene en sus manos la gran responsabilidad de garantizar que el proceso sea abierto y equitativo, sin preferencias, como hizo el partido de Estado, que fue impugnado por la izquierda durante años. El reto de Marcelo será deslindar con hechos y compromiso; calificará o descalificará lo que hagan los delegados actuales, y deberá garantizar que no se repita, en caricatura, el viejo partido de Estado.

Si el año pasado el PRD se polarizó y dejó secuelas que lo han debilitado frente a la opinión pública, heredar al nuevo proceso más de lo mismo no nada más es responsabilidad de Marcelo, pero sí puede ser factor para impedir que el conflicto anterior se traslade al actual y que no se cometa el mismo error, aplicando el viejo dedazo de la cultura priísta, utilizando los recursos del gobierno, los programas sociales y las nóminas de empleo para apoyar campañas. ¿Cómo denunciar a otros partidos el uso de programas con fines electorales, si en el interior se hace lo mismo?

Hoy el culto a los aparatos, la subordinación y control del partido desde los gobiernos, la soberbia y la descalificación de los procesos democráticos golpean al PRD en su esencia, siendo que el enemigo no es la democracia, sino el fraude y la injerencia de los gobiernos en el proceso interno.

Por ello, hay una decisión concreta de Marcelo Ebrard de la cual dependerá en mucho que el Partido de la Revolución Democrática salga fortalecido de su contienda interna, y esto puede agrandarlo a él como político o arrastrarlo a ser parte de los futuros conflictos y a la pérdida de fuerza general. El jefe de Gobierno estará ahí, pero deberá no estar tan cerca para imponer, ni tan distante como para no unificar, si es el caso.

Es el momento de corregir con hechos, de creer en la suma, de generar nuevas expectativas democráticas y demostrar distinción política.

 
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