Usted está aquí: martes 3 de febrero de 2009 Opinión Can we?

José Blanco

Can we?

El FMI estima que la economía mundial sufrirá un desplome generalizado en 2009, con un crecimiento global de 0.5 por ciento, la peor tasa registrada desde la Segunda Guerra Mundial. Desde noviembre no ha dejado de revisar sus estimaciones a la baja.

Para América Latina (AL) el Fondo dijo en noviembre que la región crecería 2.5 por ciento, pero su última estimación es de 1.1 por ciento debido al empeoramiento del entorno latinoamerocano. La región empeorará su situación debido a la caída de sus exportaciones y al “colapso” de los precios de las materias primas.

La caída de 3.8 por ciento del PIB estadunidense en el cuarto trimestre muestra que la crisis se ha extendido al conjunto de la economía, la peor en 26 años. “Es esencial tomar medidas inmediatas para apoyar tanto al sector financiero como a la demanda en general”, dijo Christina Romer, presidenta del Consejo de Asesores Económicos de la presidencia: un estribillo que muestra a las claras el desconcierto de todos los actores. “No hay un mapa claro de experiencia para tratar con ella” (la crisis), dijo Gordon Brown en Davos; “pero esto no es como en los años 30: ahora el mundo puede trabajar junto, la cooperación global es la mejor manera”.

Japón está en peores condiciones: el desempleo en aumento acelerado, el gasto familiar que se ha desplomado y el oscuro panorama industrial hacen pensar a los inversionistas que el país puede estar al borde de la deflación; esperan “datos horribles” (una caída de dos dígitos) cuando se anuncien las cifras del PIB del cuarto trimestre.

Hitachi Ltd, el mayor fabricante de productos electrónicos, comunicó el pasado viernes que estaba enfrentando la mayor pérdida anual de la historia del sector manufacturero japonés. En tanto, NEC Corporation anunció 20 mil despidos, el mayor recorte de personal en toda Asia desde que comenzó la crisis.

En China el superávit comercial alcanzó una cima en septiembre pasado, pero ahora está en trayectoria inversa y el país enfrente protestas de trabajadores despedidos en miles de fábricas. Además “actualmente la crisis financiera internacional continúa propagándose, su impacto negativo sobre la economía de nuestro país se ha estado profundizando, y los impactos sobre los desarrollos agrícolas y rurales están surgiendo en forma constante”, según la agencia de noticias Xinhua.

La agencia Efe resumió: “Davos cerró la edición más pesimista de su historia en alerta máxima, ya que la severa crisis económica podría crear reacciones sociales violentas y el resurgimiento del nacionalismo y proteccionismo en favor del sálvese quien pueda”.

En tanto, Lula llevó a Belem, al Foro Social Mundial, un panorama sombrío de lo ocurrido en el último trimestre en la economía brasileña.

Esta vez Lula no fue a Davos a codearse con los grandes con pretensiones de potencia emergente. Se quedó en Belem con sus homólogos Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa y Fernando Lugo.

Mientras en Davos los líderes de los países desarrollados no tienen un “mapa” para enfrentar la crisis, el Foro de Belem ha emitido un llamado “para estructurar una ofensiva ideológica, política y económica antineoliberal”; entre tanto, el modelo anglosajón desregulador ha recibido en Davos el mayor vapuleo de la historia. En ambos foros el neoliberalismo fue puesto en coma.

Hugo Chávez ha instado a sus colegas a acelerar el paso en la formación del Banco del Sur, cuya iniciativa ha estado congelada por demasiado tiempo, para cerrar filas contra la crisis. Chávez se equivoca: la organización del banco no va a resolver el problema del desplome de los precios de las materias primas, entre ellas el del petróleo, que es el peor problema que enfrenta y enfrentará Venezuela y el resto de los países petroleros latinoamericanos. Peor aún, la amenaza de una deflación general no está conjurada.

La globalización, que parecía organizarse en forma de bloques económicos, apunta hacia una transformación. Estados Unidos continuará siendo la economía más fuerte del planeta, pero evidentemente está incapacitado para resolver por sí solo una crisis –originada en ese país– cuyo fondo estamos lejos de conocer. Pero lo inverso también es cierto: ni la Unión Europea ni las frágiles relaciones en el interior del bloque asiático (incluida India) ni las más frágiles del bloque latinoamericano –para no hablar de África– podrán hacer nada sin la participación decisiva de Estados Unidos.

En las palabras Brown tiene razón. Los hechos están marchando por sendas diferentes. Hay una enorme herencia histórica cultural del espacio social que llamamos Occidente, y en ese espacio está Estados Unidos, que toma sus decisiones por la libre. Está el espacio de complejísimos procesos para construir consensos, la Unión Europea (con enormes avances, a pesar de todo), y el espacio latinoamericano con una gran interrogación encima. Los consensos en América Latina son casi imposibles con la actual desigualdad socioeconómica. El bagaje histórico común de Occidente está sepultado por la fragmentación y la desigualdad.

Asia está en una posición cautelosa respecto a la cooperación para enfrentar la crisis mundial.

Las tenues articulaciones políticas y económicas latinoamericanas actuales no colocan a América Latina en una tesitura que le permita colaborar internacionalmente para defenderse a sí misma de una crisis que aún la azotará sin piedad. El discurso antineoliberal de Belem tiene una razón de fondo, pero de ese discurso no puede desprenderse una actuación política y económica que apoye la superación de la crisis.

 
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