Usted está aquí: lunes 2 de febrero de 2009 Opinión ¿La fiesta en paz?

¿La fiesta en paz?

Leonardo Páez

■ Instantes y constancia

Cuando los puntuales jilgueritos de la fiesta brava –¿o breve?– suponen que una temporada hace verano y hablan de los buenos momentos que vive el espectáculo, luego de tres lustros de ensayo y error por parte de algunos promotores, mientras el resto sigue creyendo que la luna es queso, un empeñoso divulgador de la tradición taurina de México prosigue incansable su tarea, sin más límite que la imaginación.

Así, el jueves pasado Heriberto Murrieta presentó en el Salón de los Reyes, del Casino Español, su enésima publicación, titulada Instantes, libro con unas 140 imágenes a color del joven fotógrafo Pablo Esparza, en formato horizontal de 28.5 por 21.5 centímetros, patrocinado por una decena de empresas y ganaderías, así como el ayuntamiento de San Luis Potosí.

Con un gran futuro, Esparza consigue con su cámara momentos magníficos dentro y fuera del ruedo, congelando estilos y gestos que hacen del libro una intensa sucesión de personalidades y tauridades. Entre las expresiones captadas, sobresalen los pases del desdén de Víctor Mora, enérgico bajo un fuerte aguacero, y de José Tomás, reconcentrado en sus demonios interiores. Se trata pues de una aportación inicial a la mejor tradición fotográfica taurina de México.

Una vez más, Murrieta echa mano de su metodología y habilidad para concebir otro proyecto editorial en favor de lo positivo de la fiesta de toros y, lo que es casi imposible en países donde es más fácil la distribución de droga que de publicaciones, hacerlo realidad, gracias a su oficio y conciliadora trayectoria en el revoltoso riachuelo de los taurinos.

Otro rasgo de Heriberto que lo hará pasar a la historia de la comunicación taurina es su increíble capacidad de convocatoria cada vez que presenta una publicación. Lleno a reventar, en el arrocococado salón debe haber habido más de 400 asistentes y entre éstos los mejores toreros de México, afamados ganaderos, informadores, aficionados, algunos torvos columnistas y muchas bellas, incluidas la esposa, madre, hermana y tía de este Murrieta incansable.

Falleció Pepe Silva la semana pasada y no fue recordado ayer en la plaza. Con una percha y un andar que a leguas lo identificaban como torero, el hombre tuvo una vida rica en experiencias taurinas –el único que vestido de luces ha lidiado un búfalo americano– y editoriales –durante años publicó semanalmente el folleto “Tore-arte”–, pero sobre todo, Pepe poseyó el don del estilo.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.